El Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario, Neiker-Tecnalia, lidera un proyecto internacional para desarrollar nuevas variedades de patata que resistan mejor los efectos del cambio climático, así como identificar los tipos de tubérculos que ya existen pero que podrían ser idóneos para resistir las variaciones climáticas.
La patata, un producto clave en al cadena alimenticia mundial, también está sufriendo las consecuencias negativas del cambio climático. Su cultivo se ve afectado actualmente por el calentamiento global, los sucesos climáticos extremos y la expansión de plagas y enfermedades. Esta situación resulta especialmente grave en aquellos países donde la patata constituye la base alimentaria de la población y es uno de los pilares su estructura económica y social.
Para afrontar esta problemática se ha establecido un consorcio formado por ocho instituciones pertenecientes a siete países: España, Ecuador, Argentina, Bolivia, Perú, Costa Rica y Uruguay. Por su reconocida experiencia en la investigación de la patata, el Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario Neiker-Tecnalia, ha sido elegido para liderar la iniciativa. El objetivo, desarrollar nuevas variedades de patata resistentes a los efectos del cambio climático, e identificar las variedades ya existentes más óptimas para resistir estos efectos. Así se contribuirá a asegurar el suministro de alimento en las regiones más desfavorecidas del planeta.
El proyecto cuenta con un presupuesto de 743.000 euros, financiados por el Fondo Regional de Tecnología Agropecuaria (Fontagro) del Banco Interamericano de Desarrollo y por las instituciones que participan en este programa. Las ocho entidades son especialistas en la investigación de patata y con este proyecto, denominado CLIPAPA, se marcan como objetivo más inmediato la identificación de las variedades existentes de este tubérculo que mejor resistan las consecuencias del cambio climático. En concreto, se trata de elegir variedades que tengan un buen comportamiento frente a sequías, heladas, plagas y enfermedades. Este mismo perfil es el que se buscará para el desarrollo a medio plazo de nuevas variedades.
La disponibilidad de variedades apropiadas para afrontar condiciones ambientales adversas ayudará a asegurar el suministro de alimentos en zonas deprimidas, principalmente de América del Sur. Además, mejorará la competitividad del cultivo de patata, aumentará la superficie dedicada a este tubérculo y diversificará la producción agraria. El cultivo de variedades adecuadas aumentará los ingresos de los agricultores, contribuyendo así al desarrollo sostenible, la soberanía alimentaria y al incremento de la calidad de vida, según los promotores del proyecto.
Identificar y desarrollar variedades que necesiten menos cantidad de agua para su desarrollo supondrá un importante ahorro de este recurso natural, cada vez más escaso. Igualmente, las variedades resistentes a enfermedades de la patata –como el Tizón tardío- beneficiarán directamente a la salud humana y al medio ambiente, ya que se reducirá el uso de fungicidas. Por otro lado, la resistencia de la patata a las bajas temperaturas es un componente fundamental para no perder cosechas a causa de las heladas, lo que permitirá asegurar el sustento alimentario de muchas poblaciones en todo el mundo.
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Instituciones participantes en el proyecto
Neiker-Tecnalia (España), Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (Ecuador), Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Argentina), Fundación para la Promoción e Investigación de Productos Andinos (Bolivia), Instituto Nacional de Innovación Agraria (Perú), la ONG “Yanapai” (Perú), Centro de Investigaciones Agronómicas (Costa Rica) e Instituto Nacional de Investigación Agraria (Uruguay)
Fuente: Neiker-Tecnalia