Había dos personas que siempre que iban de viaje, cuando regresaban, les preguntaban los amigos: «¿Qué tal el viaje?».
Uno de ellos siempre contaba las maravillas que había visto, las obras de arte, las ciudades. Lo bello que eran los paisajes, la amabilidad de las personas, en resumidas cuentas, siempre venia encantado y maravillado de todos los viajes.
Sin embargo, su amigo, cuando le preguntaban por el viaje, solo veía la suciedad de las calles, la gente que dormía en los cajeros y en los bancos de los parques, la mala educación de las personas… En fin, solo miraba al suelo, no levantaba la cabeza para mirar lo positivo.
Ya sé que es otra anécdota, pero con ella refuerzo lo de “otra perspectiva” o, como decimos en España: hay personas que solo se miran el ombligo. Negatividad, pesimismo, personas que solo piensan que a ellos les pasan todos los problemas y por más que se les diga, no hay manera de cambiarles la perspectiva de la vida, hacerles ver la vida de otra manera: derrotismo, incapaces de afrontar las cosas.
Solo miramos o envidiamos lo de los demás, cuando tendríamos que pensar que para nosotros lo que tenemos es lo adecuado, lo mejor. En otras palabras, valoremos lo poco o mucho que tengamos.
No me salgo de tema, al contrario, miro de frente: ”para cambiar la perspectiva” se necesita entrenamiento, guía , ayuda y sobre todo, dejarse llevar o, como en mi caso, que te ocurra algo que te obligue de golpe a cambiar tus razonamientos y te haga reflexionar… A veces tienen que ser cambios duros y drásticos que, o te traumatizan, o te hacen reflexionar.
Hay otro dicho que dice: ”El sabio señala la luna y el necio solo ve el dedo”.
Afronta la vida con una mirada más amplia y no seas tan cerrado de mente. Si no, todo lo que te rodea estará en contra tuya.