Sí, yo también estoy cansado de la prima de riesgo, como tú, como tanta gente, como casi toda España, como casi toda Europa, como todo el mundo civilizado, cada vez más, pero no nos queda otra que seguir aguantando, aguantando el tirón, porque la prima de riesgo, aunque nada supiéramos de ella hasta hace bien poco, es más importante de lo que pensábamos.
Porque la prima de riesgo determina lo que nos cuesta endeudarnos, el dinero que tenemos que pagar para poder recibir liquidez de los mercados internacionales, un dinero que lo paga el Estado, como intermediario, pero que, en el fondo, no es más que los impuestos que tú y yo pagamos religiosamente con cada compra que hacemos o con cada ingreso que recibimos.
Una prima de riesgo netamente insostenible en las cifras en las que se encuentra en estos momentos porque ningún país, España tampoco, puede permitirse el pago de un tipo de interés tan elevado, porque al final acaba pidiendo préstamos para pagar los intereses de los préstamos anteriores y así de manera sucesiva hasta el infinito.
Por ello es tan importante la intervención del Banco Central Europeo, en el corto plazo, comprando deuda y tranquilizando a los mercados, y la profundización en la integración europea en el medio-largo plazo, para que los ataques especulativos se queden en nada y podamos seguir mirándole al futuro a los ojos, sin rehuír la mirada.
Y es que la prima de riesgo también incide en el precio que pagamos por nuestros productos financieros, porque las entidades financieras de un país con una excesivamente elevada prima de riesgo están condenadas a tener que pagar más por el dinero que reciben en los mercados internacionales, un sobreprecio que, lógicamente, repercuten en sus clientes, o sea, nosotros, que acabamos pagando más comisiones y un tipo de interés más elevado.
Por estas razones debemos de seguir atentos a su evolución, aunque nos canse, aunque nos aburra, porque de ella depende gran parte de nuestra evolución como país y como ciudadanos.