España, como país, ha evolucionado de manera evidente en los últimos 30 años, pasando de ser un país subdesarrollado, de hecho, a un país desarrollado que nada tiene que envidiar a las principales potencias económicas y sociales.
Sin embargo, España, como mercado empresarial, se ha quedado estancada en algún lugar del pasado del que no tiene la capacidad para salir, para escapar de él, para dar un salto cualitativo que le permita colocarse en el siglo XXI.
El empresariado español, en su mayoría, es arcaico, carente de profesionalidad y sin voluntad de progreso hacia un concepto empresarial diferente, más acorde con los tiempos.
El principal hándicap al que se enfrenta es la comprensión de sus trabajadores. Todavía hoy se entiende que los trabajadores de una empresa son un gasto cuando, en realidad, son una inversión.
El problema tiene sus raíces en el hecho de que los empresarios consideran a sus trabajadores como meros empleados con la obligación de seguir las normas establecidas, en lugar de aprovecharse de ellos como capital humano y aprender del valor añadido que puedan aportar al desarrollo empresarial.
Esta conceptualización empresarial del empleo tiene consecuencias negativas tanto para el empresario como para el propio trabajador. El empresario pierde un baluarte indispensable de productividad y se condena a perpetuar un modelo gerencial obsoleto. El trabajador, por su parte, pierde la voluntad de aportar valor añadido y se convierte en un simple funcionario trabajando para la empresa privada.
Esa mezcla, de empresa manejada bajo un modelo gerencial obsoleto y trabajadores con mentalidad de funcionarios, provoca que la productividad de las empresas españolas esté por los suelos permanentemente.
Cuando el Gobierno habla de cambio de modelo productivo, debería de comenzar por hacer entender a los empresarios la imperiosa necesidad de invertir en capital humano y no gastar en empleados.
Un trabajador debidamente formado, con los incentivos correctos y en un ambiente de trabajo que potencie su aportación a la empresa puede generar unos ingresos adicionales que la empresa no puede desdeñar.
Por tanto, parte de ese cambio de modelo productivo debe de ser un cambio en la cultura empresarial, deseable hace unos años pero necesario hoy en día. Porque sin este cambio los mejores trabajadores acabarán emigrando en busca de empresas que sí comprendan sus inquietudes y sí potencien sus habilidades.
En definitiva, los trabajadores forman parte del capital humano de la empresa no son una partida más de gasto.