Como aún quedan restos de la memoria histórica en lo más profundo de nuestro cerebro, me atrevo a retomar aquello que una vez dijo alguien de que:
“La solidaridad de las necesidades como base ya existente y la organización internacional de la lucha económica contra el capital como verdadero objetivo…Comprender que esta emancipación no puede ser un hecho individual, ni local…sino que sólo puede realizarse con la condición de abrazar en una acción solidaria a los trabajadores de todas las ramas…
Comprender que las clases poseedoras, explotadoras y gobernantes no harán nunca voluntariamente, por generosidad o por justicia, ninguna concesión, por urgente que parezca y débil que sea, al proletariado; porque ello va contra su naturaleza y precisamente contra su naturaleza especial, de tal suerte que no hay ni un solo ejemplo en la historia de que una clase dominante haya hecho tales sacrificios por su propia voluntad a menos que, superado y amenazado en su existencia misma, se haya visto forzado a hacer concesiones. Que, en consecuencia, el proletariado no debe esperar nada de la inteligencia, ni de la equidad de los burgueses, y aún menos de su política, tanto la de los burgueses radicalizados como la de los que se dicen socialistas, ni si quiera de los representantes burgueses de la ciencia y que la emancipación de los trabajadores no puede ser sino exclusivamente la obra de los mismos trabajadores.” (Bakunin)