El objetivo de las instituciones penitenciarias y la mirada de una sociedad frente a la criminalidad de menores en Argentina, ha despertado -hace ya unos años- el debate. Las antagónicas experiencias de vida de las clases sociales se enfrentan en un mismo contexto carente de entendimiento. Aunque el objetivo institucional y legal de las entidades penitenciarias este plasmado en el marketinero título de “reincursión social”, el histórico resultado de estas infraestructuras se encuentra lejos de la poética expresión de reinserción, limitándose al aislamiento deshumano.
Estos organismos, los cuales sustentamos con el pago de impuestos, fueron tornándose un negocio vil e inescrupuloso que basa sus ganancias en el número de seres humanos que “contiene”. Su objeto social original perdió completamente valor, al destinarse en el propósito de “guardar criminales” (dictaminados por una justicia que desfavorece a los pobres y protege a los poderosos), y a partir de esta realidad que cientos de personas vivifican dentro de cárceles siendo o no culpables de aquello que se le acusa, aparecen dos miradas: La primera refiere a un punto de vista de temor y se sintetiza en la expresión de muchas personas que aceptan esta postura.
Por otro lado, un análisis más detallado, consiste en entender que, si el objeto primordial de estas organizaciones –preparar a los individuos para que puedan ingresar nuevamente a una sociedad- no se cumple, y teniendo en cuenta la creciente ola de inseguridad debido al desempleo y su consecuente pobreza, acabaremos construyendo cárceles en vez de escuelas.
El punto de inflexión en este “círculo ruinoso” – pobreza + falta de educación + eyección social + desempleo= robo y violencia- está en detectar la causa y modificar el resultado, ese es el trabajo de un gobierno que administra recursos a favor de la sociedad.
Por el contrario y aunque muchos conozcan y entiendan la ecuación ruinosa, el negocio de las cárceles es por demás de generoso. Importantes sumas de dinero giran en torno a cada una de las personas recluidas, este importe esta proyectado, teniendo en cuenta la nutrición, y la salud de los internos, pero lo que sorprende es que la comida que reciben y la medicación que se les facilita, alcanza un pequeño porcentaje de las sumas destinadas a tal efecto. ¿Quién se queda con esa diferencia de dinero, que en las superpobladas cárceles argentinas representa una más que importante diferencia –que abastecemos con nuestros pagos de impuestos, claro está-?, y siendo así ¿a la institución penitenciaria le es conveniente acercarse a la humana idea de: Reinserción social?
Mientras tanto, en el exterior de los muros carcelarios, existe otra reclusión que ya no depende de una decisión política, sino de la sensibilidad y razonamiento humanos, y se trata de la indiferencia causada por el miedo. La crisis vivenciada en los últimos años ha descuartizado a una clase media sobreviviente y ha disparado un sinnúmero de familias a la calle –literalmente-, paralelamente a ello, aquellos núcleos familiares que ya se encontraban bajo la línea de pobreza, notaron la extravagante brecha que los alejaba de una esperanza de dignidad.
Las nuevas generaciones nacidas de esta realidad, también están encarceladas a la desesperanza y a la dureza de una sociedad tan quebrada y manipuleada, que en vez de pensar, analizar y trabajar por el futuro de miles de niños que nacen en contextos violentos (léase villas miserias, drogas, alcoholismo, trabajo infantil, ignorancia, desnutrición, falta de sanidad –recursos básicos de higiene e información sexual, etc.-) los señala como ladrones, o en el peor de los casos como culpables, aún si los ve crecer en las esquinas de los semáforos limpiando los vidrios de los coches o alimentándose con paco debajo de los puentes o en los cruces de las autopistas.
¿Y si mañana usted o yo perdiésemos nuestro empleo y nuestros esfuerzos económicos no fuesen suficientes para solventar los gastos del hogar y tuviésemos que trasladarnos a sectores poblacionales de bajos recursos? ¿y si aún en esa situación no lográramos llegar a fin de mes y necesitáramos alimentar nuestros hijos, no vería como ultimo recurso salir a robar? La violencia de las calles que transitamos, es producto de nuestra propia indiferencia, hasta en tanto no generemos una fuerte conciencia social –o cambiemos el pensamiento individual- la inseguridad seguirá creciendo y la dignidad de más familias se perderá en trajín de las ciudades.
Entonces, ¿cómo buscar la solución a este problema? Antes de contestar a esta pregunta, quisiera primeramente expresar mi idea de cómo No se soluciona: No se soluciona con más personal policial. La institución policial es una institución de defensa no de prevención, y al creciente porcentaje de robos necesitaríamos más policías que médicos. No se soluciona con más cárceles, pues lo que todos buscamos, aún las familias más humildes, es dignidad y estabilidad –lo que para muchos puede ser una novedad: la cárcel no dignifica, las cárceles son infiernos- No se soluciona con penas jurídicas más duras, el hambre –o más bien quienes aún no ven cubiertas sus necesidades básicas no encuentran riesgo en la estructura jurídica, puesto que se juega su sobrevivencia y no su rol social- A demás la justicia funciona simplemente para los ladrones de supermercado o para los insignificantes distribuidores de drogas, pero no para los corruptos políticos o los grandes narcotraficantes.
Ahora si, si tuviese la solución a este problema ya la hubiese puesto en práctica, lo que si tengo es una propuesta para buscarla, y esta en ver la causa real de la situación, en sensibilizarnos y en comenzar a pensar como seres humanos y en asumir nuestra participación en la emergencia social. Son miles las maneras de ayudar a los niños de la calle, a veces con un consejo, otras compartiendo nuestro desayuno cuando se acercan a pedir moneditas en la mesa del café, quizás acercando nuestra profesión a la generación de ideas que contribuyan a la integración, o bien colaborando con las organizaciones que trabajan en el área social. Pero el primer gran paso y el más importante es hablar en el seno de nuestras familias, sensibilizar a nuestros hijos para críar una conciencia más humana y comprometida con el bienestar de todos, que favorezca a su futuro político-social.