Es gratificante saber que somos representados debido a la elección individual de la que gozamos, por un grupo de personas que toma decisiones por nosotros y que en el momento previo a su adjudicación del cargo, (en este caso político) promete suculentas propuestas cual menú de restaurante, con la cualidad de que podemos pedir todo el menú y además será gratuito.
Lejos de creer que nos saldrá gratis, todo tiene un precio y la calidad no siempre es buena. Existe cierta inercia que produce movimiento y que resulta cíclica, compuesta por componentes rutinarios que sin cuidar en su mantenimiento, se vuelven obsoletos y anticuados. Para ello, siempre se busca en mejorar esa calidad, descuidando los costes de esa mejora, siendo nosotros los prestamistas para llevar a cabo tal o cual proyecto. Y la mano de obra que suponemos que es cualificada, es costosa y con un resultado no siempre satisfactorio.
Por ello, se designan cargos cualificados, selectos. Expertos que acometerán sus funciones, con el compromiso de que ese movimiento cíclico y por consiguiente viciado en un esquema tradicional, llegue a completar su órbita interrumpida por su inconexión moral, ética, conductual, etc. diagnosticado precedentemente y que prometen restaurar después de su elección, una vez transcurrido el plazo como candidatos. Ese es ni más ni menos, el espectacular menú que prometen.
En este caso, el cliente no siempre tiene la razón y pagará su factura honradamente, a pesar de no haber sido acertada su elección. Pero como no, con la esperanza de que la próxima vez, podrán elegir nuevamente un próximo candidato para que pueda solucionarle sus problemas y con la esperanza de no haber caído en otro error.