La Red se ha convertido en un instrumento para quienes combaten a sectas religiosas y buscan evitar nuevas víctimas. Ojalá que la justicia no tenga que esperar otros 500 años para reparar estas nuevas intolerancias sectarias que atentan contra la libertad de conciencia.
En mis explicaciones de Historia del Pensamiento Político y Social, en la Universidad Complutense, tuve que luchar contra la presión de instituciones religiosas que, desde Colegios Mayores y organizaciones seculares afines, prohibían leer muchos de los libros que citaba en mi asignatura. A pesar de que el Ándice de Libros prohibidos (1571 a 1966), había dejado de aplicarse, sus colegiales sólo los podían leer en resúmenes o en versiones críticas adaptadas a su ideología.
Hablamos de universitarios, de futuros periodistas con responsabilidades en la formación de una opinión pública responsable, libre y documentada. Ilustrada, en suma. Esto sucedía en España todavía en los setenta y los ochenta.
Estaban censurados libros de Maquiavelo, Erasmo, Bacon, Bentham, Hobbes, Locke, Descartes, Holbach, Hume, D’Alambert, Balzac, Bergson, Maeterlinck, Kant, Considerant, Cabet, Condorcet, Montaigne, Schopenhauer, Marx, Nietzsche, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Pascal, Saint-Simon, Comte, John Stuart Mill, Zola, Proudhon, Bakunin, y los que sostenían tesis marxistas, darwinianas, o freudianas.
También Lutero y autores protestantes sin los cuales era imposible entender la génesis del Estado moderno, del Renacimiento y de la Ilustración; mucho menos lo que supuso la Revolución francesa y la conmoción social del siglo XIX. No hablemos ya de libros de literatura universal y de ensayos sin los cuales es imposible tratar de comprender la evolución del pensamiento político, económico y social.
Esto para señalar que, junto a los peligros que existen en una utilización de Internet sin criterios, las redes nos ofrecen medios para denunciar y perseguir a los responsables de captaciones de jóvenes que llegan a perder la noción de lo real, de lo justo y de lo auténtico.
Son las webs creadas por asociaciones de ayuda a víctimas de estas sectas. Hay muchas más que las religiosas, pero de esas ya hablamos en los medios: prostitución, malos tratos, narcotráfico, abusos de menores, niños guerreros. Son excepciones ante esas organizaciones que fomentan el respeto, en el servicio a los más débiles sin apoderarse de sus conciencias.
«En las reuniones, los Testigos de Jehová siempre prevenían sobre los peligros de la Red», dice G. Satué, presidente de Liberados, que ayuda a los afectados por esta organización.
«Internet ha sido vital, un detonante pues ya no pueden administrar su información tendenciosa a los fieles sin que estos puedan contrastarla», cuenta Javier Salas.
La Red se ha convertido en un instrumento para quienes combaten, tras años de padecimiento, a las sectas. Para ayudar a los que aún están dentro y quieren salirse facilitándoles asesoramiento. Se trata de evitar más víctimas.
Antiguos miembros del Opus Dei, de los Legionarios de Cristo o de los Kikos, tratan de aliviar el vacío de quienes han tomado la misma decisión que ellos. Algunos que antes pertenecieron a los Legionarios han creado su asociación de víctimas.
La idea surgió en 2003, cuando Patricio Cerda decidió colgar los Estatutos de la congregación en la Red para que se conocieran sus abusivas normas. Entonces padeció un calvario de denuncias de abogados que exigían su retirada. Pero siguió adelante. «Esa es la fuerza que nos ha dado Internet: desde que planteamos sacar los trapos sucios a la luz se les acabó el negocio. La gente ha perdido el miedo y vamos a dar la batalla», asegura este antiguo sacerdote de los Legionarios, que acaba de crear la web Asociaciondevictimaslcrc.org
Agustina López, antigua seguidora del Opus Dei, creó un espacio en Internet para denunciar los libros prohibidos por ellos. El éxito de Opuslibros.org le ha mostrado la necesidad que muchos tienen de conocer «la verdad». La Red les ha desarbolado. La gente de dentro ve que hay otros que, como ellos, tuvieron dudas y ahora son felices. Su web se ha convertido en un lugar de encuentro para quienes se sientan atrapados o perjudicados y allí exponen sus experiencias. El papel que cumple la web de Agustina para las víctimas del Opus es similar al del blog de Pedro Sanz frente al Camino Neocatecumenal.
El blog Caminoneocatecumenalsecta.blogspot.com sostiene a personas que salen traumatizadas y no consiguen levantarse.
Pedro augura que la Red contribuirá a acabar con las sectas. «Ya no podrán moverse como los ladrones en la oscuridad». Lo cual es aplicable a sectas promovidas por falsos gurús, seudo-maestros budistas, de Zen o de sectas de origen hindú pero que se han expandido desde América.
Ojala que la luz de la razón y de la justicia no tenga que esperar 500 años para reparar estas nuevas intolerancias sectarias y fanáticas.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Director del CCS