Que el Defensor del Pueblo Andaluz siga siendo José Chamizo, el cura Chamizo, ya no interesa. Pero no crean que este desinterés es de ahora, pues que no les viene interesando a quienes ejercen el poder en Andalucía desde hace mucho tiempo. Lo que ocurre es que en estos momentos, en que la mayoría de las instituciones rozan la zozobra ética, y cuando es palpable la situación de emergencia que se vive en las capas más desfavorecidas de la sociedad andaluza, cuando se hartó José de tanto paño caliente y llamó al orden a los políticos, politiquillos y politicastros que pueblan nuestra comunidad por sus continuas “peleítas” partidistas y barriobajeras obviando una realidad sangrante donde las haya… aquí es cuando Chamizo colmó el vaso de la paciencia de estos dioses de barro que creen estar siempre por encima del bien y por encima del mal.
Yo no creo en los defensores. Y pienso que la figura de un defensor de lo que sea, es tan solo algo que viene bien, que luce bien y da esplendor, sin duda, al mediocre y patético puzle en que se ha convertido el ejercicio de la política en esta pobrecita tierra esquilmada hasta la siembra. Así, ponga el político a un defensor en cada ciudad, y verá como el resignado ciudadano encuentra alivio al tener una oficina en donde depositar sus frustraciones sin que a él se le remueva la silla. Ponga el político a un defensor en cada comunidad autónoma, y se alegrará al comprobar que su cafelito, cigarrito y cháchara se desarrollan en buen ambiente y sin que ninguna mancha negra perturbe la aparente camaradería. Ponga el político a un defensor en el corazón del país, y se frotará las manos junto a otros tantos sabiendo que un sinfín de “menudencias” pasarán de largo, Carrera de San Jerónimo arriba, Carrera de San Jerónimo abajo.
Pero, puesto que esta figura forma parte del “juego democrático” me parece, precisamente anti democrático, el que se destituya de manera tan lacerante a quien ha venido demostrando en su cargo y durante diecisiete años la dosis necesaria de sensibilidad hacia todos aquellos que se le han acercado a la búsqueda de justicia social. Si siente picor el político porque se le diga en su propia cara que se dedique a trabajar por el bienestar de los andaluces, en vez de ser el protagonista principal de una película de odios, venganzas y otras yerbas, pues que el político de turno se rasque. Claro que, si lo que quiere el político es a alguien que sea maleable, alguien que se pliegue a los dictados imperantes en los distintos bandos, alguien que no discurra con la mayor atención ni examine o penetre en algo para llegar a su perfecto conocimiento… Entonces, que el político destituya de inmediato a José Chamizo de la Rubia, Defensor del Pueblo Andaluz hasta el momento, que el cura Chamizo ha llevado y lleva la integridad como bandera y a ultranza.