“El ser humano solo es realmente libre cuando Dios impera en su alma” Anselm Grun. Apelando a mi memoria, leí la historia de un abogado merideño, llamado Humberto Tejera, que se radicó en San Cristóbal, estado Táchira, Venezuela, para ejercer la profesión.
Tejera era un profesional honesto, competente y de sensibilidad artística. Esta la expresó en su poesía, que un insigne intelectual patrio, gran escritor y destacado hombre público, Mariano Picón Salas, calificó de “regionalista o nativista”, de marcado fervor nacionalista.
Humberto Tejera es, junto a Elías Sánchez Rubio y Diego Córdoba, los máximos exponentes de ese género poético mencionado por Picón Salas.
No es a su obra poética, que esta recogida en su libro “Cinco águilas blancas”, a lo que voy a referirme, sino a su actuación como juez de primera instancia civil y mercantil de San Cristóbal. Antes que nada, surge una pregunta, ¿Cómo llegó a ser juez en plena dictadura de Juan Vicente Gómez?
Resulta, que a los oídos del hijo de la mulera, llegó la fama del abogado Tejera y decidió nombrarle juez. El merideño – engalanan con su nombre escuelas y avenidas de uno de los estados mas bellos de Venezuela (Mérida) – no quería aceptar, pero sus amigos le advirtieron que aceptara por las consecuencias, que, en su contra, le podrían sobrevenir de rechazar una decisión del autócrata gobernante.
Pues bien, decidió acorde con la voluntad del déspota que tiranizó a Venezuela por veinte y siete años, y se hizo juez.
El general. Que tenía por remoquete “el bagre”, se jactaba de que sus asuntos no llegaban a los tribunales, pero ¡que desgracia! , uno, por excepción, le tocó conocer y sentenciar al juez Tejera.
Gómez era astuto y cuidaba el que le fueran a probar injerencia suya en la administración de justicia y en ese caso – ha debido hacerlo en muchos mas – movió, con personas de su íntima confianza, los hilos, para lograr que el magistrado resolviera a favor de los intereses directos o indirectos suyos. Parece que el juicio, era el de unos campesinos contra una empresa alemana agroindustrial que se negaba a cumplirle a aquellos sus derechos en evidente injusticia.
Tejera hizo caso omiso de los hilos – representados por el primo Eustoquio Gómez, Presidente del estado, así se llamaban a los gobernadores – y falló en contra de los alemanes. Gómez tenía simpatías germanófilas por los negocios.
A Tejera lo llamaron vagabundo y, ante la persecución “política” en su contra, tomo una mula y paró, primero, en Cúcuta, Colombia, y de aquí a México, donde muriera y donde dejara, también, parte de su poesía.
Se convirtió en modelo de juez que no tenía miedo para administrar justicia en nombre de la república y por autoridad de la ley.
Eran contadas las sentencias de los jueces de entonces. Los informes de la Corte Federal y de casación al Congreso, así lo revelaban.
Además, los políticos eran puestos presos y torturados. Muchos pasaron muchísimos años encarcelados, sin juicio y, sin posibilidad, de defensa alguna. Casos, Roman Delgado Chalbaud, Pío Tamayo, Andrés Eloy Blanco, Jóvito Villalba y numerosos más. La Constitución puede establecer – como la vigente, en su articulo 254 – la independencia del poder judicial, pero hay que tener coraje, que no es ausencia de miedo, pero que lo vence – como diría Mandela – para actuar como lo hiciera Humberto Tejera, pero, mas que coraje, tener en el alma imperando a Dios, como dice el epígrafe de estas notas.
Es tener la conciencia clara de la responsabilidad que se tiene con la seguridad jurídica de todos los ciudadanos. Que puedan dormir tranquilos porque hay “jueces en Berlín”. No es esperar exhortos judiciales, que poco creíbles son, en cuanto al respeto a la independencia judicial constitucional, para resolver conforme a justicia. Mas cuando hay casos de políticos presos muy enfermos, incluso con la misma enfermedad del Presidente Chávez. Mas cuando hay una juez presa por haber decidido conforme a derecho y con honestidad, caso María Affiuni.
La Constitución Bolivariana queda nuevamente muy golpeada cuando ante la falta temporal, que suple el vicepresidente ejecutivo, se le “delega” funciones.
Yo esperaba del Presidente Chávez que indultara a los presos políticos y convocara a la unidad nacional sobre la base de un precedente que, en su momento, Caldera hiciera a su favor, sin que hubiera sentencia en su contra. Sin embargo, no obstante las precedentes razones expuestas, celebro lo humanitario del exhorto y hago una rogatoria al juez supremo para que cure a todos los enfermos y entre ellos al Presidente Chávez. Ese juez supremo es Dios. Para el, nada es imposible.