En medio de la crisis económica mundial, el incremento del terrorismo en algunas zonas del planeta y los últimos coletazos del conflicto armado entre Rusia y Georgia, los medios de comunicación de todo el mundo están llamados a hacer hueco en sus páginas a la pobreza.
Ese día, los dirigentes de más de 190 países de todo el mundo están convocados a evaluar los progresos alcanzados desde que en el año 2000 se firmasen los ocho Objetivos del Milenio para el Desarrollo (ODM) con el propósito de reducir a la mitad la pobreza en el mundo antes de 2015.
A pesar de los progresos en diferentes materias y regiones, los dirigentes mundiales tendrán que replantear sus políticas en la lucha contra la pobreza, mal encaminadas según denuncia el Informe de Evaluación de los Objetivos del Milenio 2008.
Los dirigentes latinoamericanos podrán mostrar satisfacción por los avances en educación, cuidado de la infancia, acceso al agua potable, igualdad de género y salud materna en la región. Sin embargo, se mantiene el número de personas que viven en condiciones de pobreza.
Estos países prácticamente han logrado la escolarización universal, ya que el 95% de los niños en edad escolar están matriculados en estudios de enseñanza primaria. Esta mejora también afecta de forma directa y positiva a la equidad de género, porque casi todas las niñas asisten a la escuela primaria y porque en el nivel de secundaria hay más niñas que niños matriculados.
Además, el 92% de la población latinoamericana tiene acceso a fuentes mejoradas de agua, lo que supone un aumento del 84% respecto a 1990; la mortalidad infantil también se ha reducido en la región. El número de muertes de niños menores de cinco años de edad ha pasado de un 72 por mil en 1990 a un 55 por mil en 2006.
Las condiciones sanitarias de las madres latinoamericanas, especialmente durante el parto, son más seguras. El porcentaje de mujeres que acuden a paritorios y son atendidas por personal médico cualificado ha ascendido de manera notable.
A pesar de estas mejoras, si América Latina mantiene las mismas políticas en la lucha contra la pobreza, la región no podrá reducir a la mitad el número de personas que viven en pobreza para 2015, algo que muchos dirigentes latinoamericanos atribuyen al crecimiento de población registrado.
El asunto que más preocupa a la ONU, tanto en esta región como en el resto del mundo, es el hambre debido a la mala distribución de los recursos del planeta y al encarecimiento de los alimentos. A pesar de que en América Latina y el Caribe se producen suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de los 550 millones de personas que viven en la región, la desnutrición afecta al 10% de la población. Cifra que en algunas zonas montañosas de Guatemala supera el 70%.
El sistema económico liberal que ahora sobrevive gracias a la intervención de los organismos como el Banco Central Europeo (BCE) o la Reserva Federal de Estados Unidos ha acentuado el hambre y la pobreza. La sociedad civil no puede permitir que los políticos acudan a su rescate mientras se olvidan de los más pobres.
Según la FAO, el mundo necesita 30.000 millones de dólares para acabar con el hambre, la mitad de lo que el BCE “inyectó” a los bancos el mismo día en que el Senado estadounidense aprobó un proyecto de ley para destinar 612.000 millones de dólares para gastos de Defensa en 2009.
La cumbre de Nueva York se presenta como una oportunidad para recordarles a los dirigentes mundiales que la erradicación de la pobreza continúa al alcance de su mano. Bastaría con cambiar el orden de sus prioridades.
Alberto Sierra
Periodista