Llegas a casa, coges tu pijama del Zara que está colgado en un mueble de Ikea, abres un producto Hacendado y cenas con Tele5. Te retienen más de un 20% en la nómina y la declaración de la renta te salió a pagar: eres un ciudadano marca blanca. Ese español-medio que mira por el retrovisor al paro y que ha perdido las luces largas. Instalado en el cortoplacismo de “salir de ésta” y “con la que está cayendo” subsistes mientras pagas el alquiler o la hipoteca cuadrando cuentas gracias a las descargas “ilegales” y las palomitas de microondas. Cuando nos iba de película oíste que existía el cine, ahora, los ocho euros de la entrada los inviertes en la cena de navidad con los colegas donde por primera vez el invisible será el regalo y no el amigo. Miras a tu alrededor y sólo ves a gente que lleva las mismas camisetas que tú, que se apea en las mismas estaciones que tú y que consume los mismos caldos de pollo en brick que tú. Así es difícil no creer que en las estanterías de los supermercados sólo se venden personas como nosotros: “compren españoles al borde del abismo, ahora con el doble de paro y sin tener que abonar paga extra”. Sin embargo, escondidos en las baldas delicatessen, existen unos pocos productos privilegiados que no entienden de rebajas: los Ortegas, Botín, Klopowitz, Del Pino,… son los productos gourmet de nuestra economía.
Esos emporios capaces de crecer un 27% pese a la crisis, como el de Inditex, que ha ganado 1.655 millones de euros en lo que va de año (20 de ellos donados a Cáritas). Porque los alemanes nos colarán el rescate, pero nosotros le hemos metido un Bershka en Fráncfort para destruirlos desde dentro. No es de extrañar que con esta cifra, Amancio Ortega siga siendo la tercera persona más rica del mundo durante mucho tiempo. El empresario atesora una fortuna que supera los 12.000 millones de euros repartidos en varios países, una parte de ellos están depositados en cuentas suizas a través de una sociedad de inversión colectiva. El país alpino, libre de cargas, todavía gestiona un 30% de las grandes fortunas mundiales. Ellos son de otra pasta: hombres y mujeres que llegan a casa en un coche que vale más que lo que te queda por pagar de casa, viajan en primera, huyen de la prensa que les persigue, desayunan, comen y cenan en ciudades distintas y tributan un 1% en sus sociedades para ser más ricos SICAV-e y, como en el caso de Ortega, desvían los impuestos de sus ventas por internet a Irlanda donde consiguen mayores beneficios fiscales. Qué le vamos a hacer, vivimos en un país donde el ministerio de Economía es el Banco Santander, el de Trabajo es el Zara y el de agricultura Mercadona. Cómo va a exigirles el Gobierno unos impuestos más altos o unos sacrificios más grandes.
Esta noche, cuando enciendas el televisor después de coger el pijama del mueble sueco y servirte comida precocinada, ten tu última nómina o tu extracto bancario a mano. Cuando emitan el enésimo anuncio de obra social, ayuda al medioambiente o valores de esfuerzo, mira tú 26% de IRPF o tus 800 euros de paro. Si tienes algún compañero de piso o algún hijo pequeño a mano mírale bajo el pelo, hay que ver lo bien que nos queda el código de barras en la nuca. No te desveles pero, antes de tumbarte en tu cama recuerda que, en los mercados, no todos tenemos el mismo precio. Que descanses, nos vemos mañana en la estantería.
Carlos Torres Prieto
Periodista de Diario Público