A orillas del Ebro, cocodrilos del Nilo en Zaragoza
Leo estupefacto que han nacido cinco cocodrilos del Nilo en Zaragoza, en el Acuario, otro más de esos innecesarios derroches de erario público que la Exposición Internacional de 2008 nos legó, y que se espera nazcan hasta diez…
En primer lugar, creo que los animales deben vivir en su entorno natural, por lo que deberían desaparecer de una vez por todas zoos, acuarios, tiendas de mascotas y demás, inventos algunos de ellos propios de siglos pasados, cuando la gente no tenía otra forma de conocer a ‘los monstruos y seres extraños que habitaban otras latitudes’, porque viajaban cuatro y el de la guitarra, y no existían ni la televisión ni Internet, comenzaron a ponerse de moda entre las capitales del mundo que querían mostrar su cosmopolitismo.
Condenar a unos bichos a malvivir encerrados entre barrotes o paredes de cristal, me parece una aberración.
Dicho esto, aberrante me parece así mismo, que en unas instalaciones próximas al río Ebro, se críen animales salvajes que podrían llegar a alcanzar el agua en un descuido, una rotura de un elemento de seguridad o unas inundaciones, etc. Y, quizás, dado que el clima zaragozano no tiene nada que envidiar al de ciertas zonas del Nilo (calor sofocante y seco, desértico), quién sabe si hasta a los simpáticos animalitos les sentaba bien adaptarse a la vida ribereña de este Nilo monegrino que es el Ebro…
Así que el acuario fluvial más grande de Europa, tiene cocodrilos del Nilo… pero es que también tiene anacondas, pirañas, caimanes, tortugas varias, etc.
Todos ustedes conocen DisneyWorld, ¿verdad? ¡Qué bonito y entrañable lugar!
Y como tercera aberración podríamos considerar el hecho de que tener especies de ecosistemas ajenos, podría provocar desequilibrios graves en la fauna y flora locales, caso de fuga de ejemplares: todos sabemos lo que pasó en Australia con los conejos, pero en el Ebro tenemos los casos del mejillón cebra y del siluro, dos especies no autóctonas, que han sido introducidas en nuestro río, causando verdaderos estragos. ¿O me van a decir que tampoco conocen ustedes a nuestra amiga la cotorra argentina?