Sociopolítica

Colectivistas

Pero, ¿Existen realmente “derechos sociales”?

Nunca considere a los colectivistas “idealistas sinceros, pero engañados”, pretender esclavizar a algunos humanos por el bien de otros, no es un ideal. La brutalidad no es un “ideal”, no importa cual sea su propósito. Ayn Rand.

Fiesta comunista

Fiesta comunista. Foto sporras

En los últimos días he tenido la oportunidad de ver el libro de Historia de mi hija, que cursa 4º de la “ESO” (Enseñanza Secundaria Obligatoria) durante las últimas semanas ha estado estudiando la Historia de Europa en el siglo XX. Ojeando, ojeando, llegué al capítulo que titula “Los totalitarismos”… ¡Cuál sería mi sorpresa cuando descubrí que solamente habla del nacionalsocialismo hitleriano y el fascismo mussoliniano…! Y para más “INRI”, cuando el libro habla de la Revolución Soviética, presenta una visión dulce, “positiva”, benefactora del comunismo marxista.

A estas alturas del siglo XXI resulta especialmente llamativo que se “venda” en la enseñanza pública, institucionalizada, la idea mendaz, la falacia de que los únicos regímenes totalitarios fueron los de Adolf Hitler y Benito Mussolini, y que sólo es susceptible de aplicárseles tal calificativo a los partidarios de sus ideas. Para empezar, es frecuente que quienes ejercen de profesores confundan “autoritarismo”, regímenes “autocráticos”, y “totalitarismo”, y por supuesto lo identifiquen con “la derecha”, la reacción, lo anacrónico,… todo lo que va contra el “progreso”.

A poco que uno sepa de Historia, y de Historia de las ideas políticas, sabe también que las ideologías, las doctrinas totalitarias (y su práctica) implican la pretensión de dar una respuesta “total”, global, a la totalidad de la problemática humana, a todos los ámbitos de la vida, de las relaciones interpersonales, la creación de “un hombre nuevo”, hasta el extremo de inmiscuirse en la “privacidad” de las personas; la pretensión de crear “una nueva sociedad”, en la que la “vanguardia revolucionaria” se convertiría en el grupo gestor de la nueva moral colectiva. Los regímenes totalitarios, las ideologías en que se inspiran, proclaman la necesidad de que los ciudadanos (que pasan a ser súbditos/siervos de facto) se supediten a la voluntad del Estado, gobernado por un partido único que impulsará a las “masas” mediante una hábil y machacona propaganda, para conducirla hacia la sociedad perfecta, utilizando –por supuesto- la coacción, la represión, y si fuera preciso creando alguna clase policía secreta, a la manera del Santo Oficio de la Inquisición…

Ni que decir tiene que los diversos totalitarismos son liberticidas y niegan los derechos individuales, que han de estar siempre condicionados, sacrificarse por el interés colectivo, en aras al “bien común”.

Pues, sí, resulta especialmente llamativo que se siga divulgando una versión dulce, inocua, benefactora, de determinadas formas de totalitarismo, cuando todos ellos –sin excepción- amparándose en los “derechos de la colectividad”, el altruismo, y cosas por el estilo, han sido la causa de múltiples desgracias, tragedias, genocidios de una magnitud nunca conocidas en la Historia de la Humanidad en el último siglo.

Llama la atención que aún haya libros de Historia, manuales de estudio, que justifiquen las atrocidades, perversidades de las diversas formas de colectivismo, socialismo, y demás ideologías intervencionistas, estatistas; sean marxistas, o neo-marxistas o similares; o incluso traten de ocultar su existencia…

Pero, ¿Existen realmente “derechos sociales”?

Como dice el filósofo y economista mejicano Arturo Damm Arnal, se tiende a confundir de forma arbitraria las necesidades con los derechos, y a su vez considerar que son lo mismo los “derechos con obligación negativa” y los “derechos con obligación positiva”, y como consecuencia los gobiernos tienden a convertirse en una especie de “hada madrina” que, como tal, pretende concedernos todos los bienes deseables, comenzando por la satisfacción de las necesidades básicas, que son aquellas que, de quedar insatisfechas, atentan contra la salud y la vida del ser humano.

¿Por qué esa doble identificación crea problemas? Para responder, hay que comenzar por tener claro qué es un derecho; cuántos tipos de derechos hay; cómo se distinguen en función del tipo de obligación que les corresponde.

Derecho es todo aquello que exige el cumplimento de una obligación de parte de un tercero, de tal manera que derecho y obligación son dos caras de la misma moneda. Esencialmente derechos los hay de dos tipos: 1) los naturales, aquellos con los que la persona es concebida (derechos a la vida, la libertad individual y la propiedad privada); 2) los contractuales, aquellos que la persona adquiere voluntariamente al involucrarse en una relación contractual con alguien más.

Derecho es todo aquello que exige el cumplimento de una obligación de parte de un tercero, y esa obligación puede ser, esencialmente, de dos tipos: 1) negativa, es decir, no hacer un mal; 2) positiva, esto es, sí hacer un bien.

A los derechos naturales les corresponden, por lo general, obligaciones negativas: derecho a la vida, NO matarás; derecho a la libertad individual, NO esclavizarás; derecho a la propiedad privada, NO robarás.

A los derechos contractuales les corresponden, habitualmente, obligaciones positivas. Por ejemplo: de parte del vendedor, SÁ entregar la mercancía a cambio de la cual se le paga un precio y, de parte del comprador, SÁ pagar el precio a cambio del cual se le entrega la mercancía.

Los derechos naturales imponen la obligación de no matar, de no esclavizar y de no robar. Los derechos contractuales imponen la obligación de cumplir con la palabra empeñada. Ambos derechos, al margen de la persona portadora del derecho, y de la persona en quien recae la obligación, demandan de un tercero que los haga valer, siendo ese tercero el gobierno, y siendo esa –hacer valer los derechos de los ciudadanos– su tarea esencial, la que lo define como gobierno, y la que justifica el cobro de impuestos, es decir, el obligar al contribuyente a entregarle parte del producto de su trabajo. Cuando un Gobierno no es capaz de realizar, con toda honestidad, y con la mayor eficacia posible, esa tarea –hacer valer los derechos, naturales y contractuales, de las personas–  ¿se puede denominar  realmente gobierno?

El problema surge cuando, tal y como sucede una y otra vez, sobre todo con los gobiernos hada madrina, gobiernos providencia (amparándose en la idea del “Estado del bienestar”) que suelen confundir los derechos de obligación negativa con los derechos de obligación positiva, lo cual da lugar a los llamados derechos sociales, cuya práctica da como resultado, ¡paradójicamente!, la violación de derechos…

Ha llegado el momento de recordar lo que decía Ayn Rand: “Cualquier supuesto “derecho” de alguien, que suponga la violación del derecho de alguien más, no puede ser un derecho”, y eso es lo que sucede con los llamados derechos sociales, que  implican la potestad, de parte de quien los arroga, atribuye, de disponer de los proveedores, conseguidores, que inevitablemente acaban violando derechos de terceros.

¿Cuántos nuevos derechos sociales se acabará inventando el actual gobierno, y los que le sucedan, en nombre del interés común, del bienestar de la colectividad y ocurrencias por el estilo? ¿Cuántos impuestos más inventarán para de ese modo seguir con el despilfarro –mientras nos hablan de ajustes y de austeridad- y poder continuar con el enriquecimiento de su red clientelar, aunque esto suponga el enfado generalizado del común de los mortales?

Retomando, nuevamente a Ayn Rand:

La próxima vez que se usted se encuentre con uno de esos colectivistas, inspirados por “el bien público” que le restriegue aquella tan manida frase de que “ciertas metas muy deseables, no pueden alcanzarse sin la participación y el sacrificio de todos”, dígale que si no puede obtener la participación voluntaria de todos, será mejor que ese objetivo no se intente alcanzar, y que las vidas humanas no le pertenecen, ni tiene derecho a disponer de ellas…

Y más aún, póngale el siguiente ejemplo de los “ideales” que él apoya:

En la actualidad la medicina, la cirugía, es capaz de extirparle las córneas a cualquier persona recién fallecida, y trasplantárselas a otra persona viva que esté ciego, lográndose de ese modo que muchos individuos recuperen la vista.

De acuerdo con “la ética colectivista” presenta un problema “social”, plantea un dilema:

¿Debemos esperar a que una persona esté muerta para disponer de sus córneas, siendo tanta la gente que las necesita, debemos considerar que los ojos de todos son “propiedad pública” y, por tanto, organizar algún tipo de “distribución justo y equitativo”?

¿Considera usted admisible que se le saque un ojo a una persona viva, para transplantárselo a una persona ciega, y así “igualar” a ambos?

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.