Es propio de los Maestros Chan y Zen, plantear a sus discípulos situaciones que parecen no tener respuesta; al menos, no desde el punto de la lógica. Unos los llaman acertijos. Otros, paradojas. ¿Qué más da?
Una muy conocida es la de aquel seguidor del Camino que se cayó por un precipicio y quedó colgado de una raíz mientras, desde arriba, le acosaba un león hambriento. Subir, no podía pero, debajo de él, a treinta metros, había otro león no menos hambriento que se relamía en la espera. Para complicar las cosas, aparecieron dos ratones que comenzaron a morder la raíz de la que colgaba el aventajado discípulo.
¿Qué hacer? Pues vio en la ladera una hermosa fresa al alcance de su mano, la cogió y se la comió con gran placer.
Había comprendido, y los Maestros se regocijaban a carcajadas con esta historia. Pues bien, un día, Chi Hsien, un famoso Maestro chan, quiso probar a un grupo de discípulos y les dijo:
– Mientras buscamos el Camino somos como un hombre agarrado con los dientes a la rama de un gran árbol. Otro hombre, sentado unos veinte metros más abajo, le plantea lo siguiente: “¿Cuál es el significado de El Patriarca que viene del Oeste?”, que es uno de los más famosos koans chinos.
Si no contesta, quedará como ignorante pero, si abre la boca, se caerá y morirá. Decidme, ¿qué habría que hacer para encontrar una solución?
Entre los discípulos estaba Hu Tou Chao que era, con mucho, el más aventajado que se levantó y respondió:
– Maestro, ¿qué nos importa lo que está haciendo o dejando de hacer ese hombre colgado del árbol? Lo que queremos saber es quién era y qué hacía antes de trepar al árbol.
Al escuchar esta respuesta, el Maestro Chi Hsien estalló en una carcajada sintiéndose totalmente satisfecho.
(Es tarea de los Maestros tratar de destruir la tendencia de la gente a pensar como si existieran dos mitades distintas, conceptos opuestos como “ser” y “no ser”, “tener” y “no tener”. El mundo se vuelve ilimitado cuando se destruye la frontera del pensamiento dualista y se atreve uno a pensar en el “utrum”, uno y otro, en lugar de uno u otro.
De ahí, la sonora carcajada del Maestro ante el elevado estado de mente del joven Hu Tou Chao).
J. C. Gª Fajardo