Foto del comercio justo
Los ingresos del Comercio Justo en España se han multiplicado por 4 respecto a los 7 millones de euros del año 2000. El activismo y compromiso de quienes compraban sus productos en las tiendas de Comercio Justo va acompañado de nuevos perfiles que consumen estos productos en otros espacios: grandes superficies, supermercados, herbolarios, tiendas ecológicas, grupos de consumo, hoteles, cafeterías…
Además nos encontramos con tres luces: la primera, el crecimiento de las ventas de alimentación. Casi 9 de cada 10 compras de Comercio Justo son de alimentos, especialmente de café y dulces. La segunda es el aumento de los productos certificados por el sello Fairtrade, y por último, la distribución a través de supermercados y otros canales mayoritarios como vending o cafeterías.
Detrás de las cifras de ventas no podemos olvidar que hay personas, que hay 2,5 millones de trabajadores y trabajadoras de América Latina, África y Asia que ven cómo sus condiciones de vida mejoran y lo hacen gracias a su trabajo, como ellos mismos reclamaban en los años 60, al grito de “Trade, not aid” (Comercio, no ayuda). Reciben un salario justo, el mismo ellos y ellas por la misma tarea, que tienen unas condiciones laborales dignas, que cuidan su tierra y no contaminan el entorno en el que viven, que pueden llevar a sus hijos e hijas a la escuela en lugar de llevarles a trabajar en el campo o en las fábricas; participan en las decisiones de su cooperativa o grupo productivo y que pueden aportar su opinión porque ésta cuenta. Y habría que añadir los impactos positivos en las familias de los trabajadores y en su comunidad a través de los proyectos de desarrollo que se generan con los beneficios extra del Comercio Justo.
También encontramos sombras: el descenso de la artesanía, que hace una década suponía dos tercios de las ventas de Comercio Justo y hoy representan menos del 10%; la caída de los productos importados por las organizaciones de Comercio Justo y, finalmente, la bajada en las tiendas especializadas.
Ante ello, muchos grupos de artesanos que desde el 2009 ven cómo descienden las ventas en el mercado Justo español han optado por acudir a otros países europeos de la red, apostar por la distribución en su propio país o, incluso, diversificar sus actividades comerciales.
Además, la crisis hace mella en las organizaciones y tiendas. El Comercio Justo es mucho más que comprar y vender. Es un movimiento de transformación social. Dar a conocer lo que hay detrás de un producto, quiénes son las personas que lo elaboran y cómo viven o, por el contrario, poder transmitir los impactos del comercio injusto y las vías de participación de los ciudadanos, todo esto se genera en los espacios de encuentro como son las tiendas y organizaciones, que ahora están sufriendo una caída en sus ingresos.
Se suele decir que conocer la realidad es el punto de partida para actuar sobre ella. Ahora que hemos visto de cerca la foto del Comercio Justo, en nuestras manos y en las de los consumidores está el poder cambiarla para que en los próximos años podamos verla con las mismas o más luces, pero con muchas menos sombras.