En un reciente artículo, titulado “Obstáculos al emprendedor”, reflejé el absurdo sistema burocrático que existe en muchos lugares, donde el obstáculo es la norma y la facilidad todo lo contrario; ésta se deja para el allegado familiar, de clan, o a la cuerda política y a los que se les facilita todo como norma general; al resto sólo nos queda la paciencia y aguantar; en algunos lugares, el soborno lo arregla todo; siendo inexplicable esa situación ya anquilosada y donde las nuevas leyes o nuevos requisitos, van entorpeciendo cada vez más el desarrollo de negocios que crearían bienestar para todos; puesto que nacerían nuevos puestos de trabajo e incluso las voraces administraciones públicas, encontrarían en ellos, nuevos contribuyentes de los que cada vez tienen más necesidad. Máxime si como ocurre en la España actual, el cierre de empresas ya es una plaga, que ni intentan poner freno, debido a la pasividad reinante.
Me han escrito cierta cantidad de mis lectores y cada cual cuenta su particular odisea; pero como no es el caso de copiar mucho, reflejo sólo un párrafo que afirma: “Cierto. Lo que no tiene sentido es que lo primero que tengo que hacer para poner en marcha un proyecto es pagar la seguridad social, hacienda, licencia municipal, sellos, papeles, avales y la madre…?”
Pienso que, para fomentar el empleo y la creación de nuevas industrias y comercios; el primer año debiera de estar exento de todo tipo de impuestos y por descontado, no debiera de costar nada la apertura del mismo; lo que se podría ir regulando a partir del segundo año y si el negocio seguía abierto; aunque el mismo hubiese cambiado de nombre, para así evitar a los “listos y sinvergÁ¼enzas”. También habría que estudiar facilidades de pago, en esos pagos iniciales. Pero lo que es inadmisible es facilitar muchas veces… “la cuerda para el que se va ahorcar”.
Hoy ocurre que antes de abrir la puerta de un negocio y que entre el primer cliente; has tenido que soportar una cantidad de pagos y gestiones engorrosas, que ello asusta a infinidad de nuevos emprendedores, que por lo mismo, no emprenden nada.
Las administraciones, que de hecho tienen sus reglamentos (como es lógico y necesario) debieran tener impresos dispuestos en sus oficinas; y hecha la petición de nuevo negocio, entregar el mismo al promotor del negocio a montar, diciéndole simplemente… “aténgase usted a las normas aquí impresas” y abra usted el negocio cuanto antes pueda; pero ajústese a ellas, puesto que posteriormente irá la inspección municipal a revisar si todo está en orden. Con esta solución o similar y la que el interesado tendría que firmar el conforme de haberla recibido; todo solucionado. Paralelamente, los servicios de electricidad, agua, gas, teléfono, o lo que fuere; debieran funcionar con igual diligencia, para que el usuario tuviese esos suministros, en el menor tiempo posible y sobre la marcha de la obra o reformas, para que llegado el día de apertura, todo estuviese en perfectas condiciones de uso y servicio.
Puesto en marcha el negocio, tiempo habría para inspeccionar las instalaciones, dar el conforme oficial o sancionar lo que procediera, si había motivo para ello.
Pero no; hay algo así como “un placer malsano”, para entorpecer lo que debiera ser agilizado y por los motivos ya dichos y muchos más que puedan añadírsele.
El empleado oficial, suele creerse “el dueño y señor de su negociado” y ello lo define muy bien un viejo dicho español, que asevera… “Si quieres saber quién es fulanillo, dale un carguillo”; lo que no es nada extraño, si como ocurriera con un juez en Cataluña y no hace mucho (Estevill), al que finalmente expulsaron… pero tras un “rosario” de hechos incalificables, puesto que llegó a cobrar dinero, por meter o sacar a gente de la cárcel; lo que ya es algo incalificable, pero que muestra al grado en que aquí se llega a abusar del cargo; puesto que sin salirnos del cargo de juez, recordemos que en este momento, hay un famoso juez de “alta magistratura” (Baltasar Garzón) que está procesado por tres supuestos delitos y por los que será sentado en el banquillo… “de los políticos mejor no hablar, habría para escribir una enciclopedia”.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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