No hace mucho mi hija pequeña me hacía la siguiente pregunta: “Papá, ¿cómo es la vida?». Perplejo ante el inmenso calado de la cuestión no supe qué responderle, y le dije que para ella debía de ser larga y divertida, que marchara a jugar con sus amigas y que, con otras palabras, tiempo tendría de ver otras facetas menos amables que encierra.
…la vida puede ser sorprendente o vulgar, bella o detestable…
Y me dio entonces por pensar en el engaño o la subjetividad que puede encerrar la respuesta, puesto que echando la vista atrás y mirando en torno a uno mismo, la vida puede contener infinidad de matices.
Dependiendo del color que queramos o podamos darle a nuestra existencia, de nuestras propias inclinaciones o de las circunstancias entre las que nos movemos, la vida puede ser sorprendente o vulgar, bella o detestable, audaz o encogida, esforzada o plácida, aborrecible o gentil, cruel o piadosa, sugestiva o plana, fascinante o repugnante, rebelde o sumisa , amable o dura , adorable o aborrecible, placida o agobiada, enorme o empequeñecida, entretenida o monótona, suave o dura, fructífera o estéril, tranquila o turbulenta, ser larga y a la vez muy corta, divertida o aburrida, arriesgada o segura, violenta o plácida, llena de amarguras o deleites, venturosa o desdichada, regalada o esforzada, enorme o menguada, blanca o negra… no lo sé…
Pero sólo hay que mirar a nuestro alrededor para comprender que lo que nunca acaba siendo es… justa.