estadounidense: a Jeannette Rankin (1880-1973)
«And thereby on woman’s appointed role I rescue her good disposition out of the wreckage of her self-respect, or else follow an independent line of behavior and rescue her self-respect out of the wreckage of her good disposition»: Jeannette Rankin]
1.
Hay una que otra Jeannette que merece aplaudirse
e imitarse entre esas huestes de neo-dirigencia
y estilos pregonados de poderosas hembras;
hay pocas Jeannete(s) que saben
lo que significa paz, activismo, reforma
y no corruptela de poder por mimetismo.
Hoy hay sed de poder para sí mism(a)s
y para darse un nombre ‘prestigioso’,
que promocione un ego un Time, Fortune.
Cosmpolitan, pero hay pocas Jeannette.
Se las pasan salvado la democracia,
pero, ¿qué democracia y qué grupo clama
por estas salvaciones mentirosas
y liderazgos del ego,
si no salvamos la raza humana y la matamos
en guerras en nombre de fatuas ínfulas?
Si la guerra es primero, «sepan que no se puede
ganar a la bélica devastación y el odio,
así como no se puede ganar contra un sismo»…
Jeannette, hija del almacenista maderero,
y la maestra de una escuelita de primaria,
es la niña más pensante de Missoula,
la mayor de siete hijos y allá, en Montana,
hay pocas como ellas y cada vez serán más pocas.
… porque las mujeres quieren poder y prestigio,
pero no saben para quién lo quieren
(que no sea ellas mismas, su grupo y su vendetta).
Hoy no se paran solas
como aquellas mujeres sufragistas, luchadoras
por derechos femeninos, aquellas como las Anthony,
aquellas que marcharon por las calles de Washington, D.C.,
antes que subiera a Casa Blancar Woodrow Wilson en 1913.
Hoy son tan pocas aquellas que recuerdan
el Partido Sufragista Newyorkino
aquellas como Jeannette y Anthony
que discursaron, con el corazón en la mano,
a donde quiera que fueron:
«Como mujer, no puedo ir a la guerra
y me niego a enviar a cualquier otro…
No puede haber compromiso con la guerra.
A mí que nadie me instruya o me controle,
o discipline en falsa decencia o me codifique
el sentido común cuando yo entiendo la guerra
como matanza de seres humanos,
temporalmente considerados enemigos».
2.
Como Jeannette, licenciado en biología
de Montana State, Missoula, como su madre
maestra de escuela, aficionada al diseño
de muebles y costuras, el trabajo social
es una razón de vida, desde 1904.
Por eso su palabra favorita es filantropía
y el mundo que observa vive en crisis
y ella lo dota de filosofía de vida.
A falta de este conocimiento, «otro toma
decisiones, no una y el poder es ésto,
el que opina, difiere, se yergue solo
cuando otros objetan, controla, excluyen».
Como Jeannette, tan pocas, tan pocos
y tan pocas, en la Universidad de Colombia
y en la Universidad de Seattle, Washington,
y pocas entre los espectadores de la Legislatura
de Montana, donde es la primera mujer que abre
la boca y da un discurso y pone en primer plano
sus cosas: derechos de voto a las mujeres,
trabajo por la paz, abolición del trabajo de los niños,
protecciones para el más débil y son tan pocas,
quienes con como Jeannette, entre las mismas sufragistas
que ya se han zurrado en sus faldones
entre sus colegas de NAWSA — las Carrie Chapman Catt,
las que dicen la causa del sufragio es utópica
«impractical and sentimental».
Pero aquella terca, Jeannette,
hija del ranchero y la maestra, en 1916
se lanzó al ruedo por uno entre dos escaños
del Congreso por Montana, hizo a su hermano
el jefe de campaña y no se dejó robar las elecciones.
Dijeron que había perdido, que no tenía derecho,
«but Jeannette Rankin won,
she won, she won» y, como Jeannette,
no había una, ella pionera, «first woman elected
to the U.S. Congress», la primera
a quien dijeron impráctica, sentimental y utópica.
La primera de cualquier nación que, aunque no lo sea
se diga democrática en Occidente.
3.
«I want to stand by my country, but I cannot vote for war»: Jeannette Rankin
Ahora la van a instruir en protocolos.
Le dirán cómo se gobierna, qué ideas
hay que traer al Congreso, cómo debe comportarse
una mujercita de modales, para que no parezca
lesbiana, bruja, prostituta o comediante
de circos anarquistas, pero son pocas,
tan pocas como Jeannette, las que se atreven
a gritar ante cientos de hombres:
«No tienen que enseñarme nada».
Y era sólo el cuarto día de sesiones en Congreso
y, en camino a dar su primer voto:
«I am against U.S. entry into World War I.
I want to stand by my country, but I cannot vote for war».
Y a hombres del Congreso, mujeres en los talleres,
periodistas, pelafustanes y gente de ambos sexo
y toda, se les ha fruncido el ano, se han caído
bragas y calzones, les ha volado por la barda
los sesos… Esta es su agenda: libertades civiles,
sufragio para la mujer y para el negro,
el control de nacimientos con la píldora,
paga igual por igual trabajo, el bienestar de niño
y los ancianos y, en la medida de lo posible,
proteger consumidores y debatir el caso
de Susan Anthony
y que el Senado en1 918, confirme la enmienda
decimonovena de la Constitución.
4.
«No, no, Jeannette. Tu primer voto contra la guerra
ha sellado tu destino. Eres indócil y desobediente»,
le dijeron y las feministas volvieron por sus fueros
a llamar utópica, sentimental, impráctica.
Y le negaban la ayuda a su empeño
de elegirse al senado, reeligirse en la Cámara,
buscan que perdiera todas las primarias
porque como Jeannette son tan pocas,
tan pocos y tan pocas
«Your ‘s first anti-war vote sealed your political fate».
«Eres ésto, eres lo otro:
your gerrymandered out of your district».
Y cuando lanzó un tercer intentona concluyeron:
«Ya estás podrida y enterrada».
«And your lost overwhelmingly».
5.
Y ya entonces, desde la Corte Mundial,
lucha por el fin del trabajo infantil
contra los explotadores.
Y, por hacerlo, desde 1935, le llamaban comunista
y el periódico Macon se declaró su enemigo
y cada libelo era mayor uno que el otro.
Le dijeron que trabaja para el enemigo
y que por eso se oponía a la guerra
y dio sus 93 discursos furibundos,
por una América Neutral en la guerra,
en diez estados por lo menos.
«Es comunista. Espía. Enemiga
de la nación»; pero las cortes dijeron
finalmente: «Como Jeannette, pocas.
No hay dos»: She is a nice lady.
Y, al final, comprendiéndolo, cuando la guerra
se hizo inevitable, dijo: «No se puede llevar
a la gente tan lejos como no desea».
Es una lástima. Y antes de su muerte en 1973,
decía lo mismo. No había cambiado en nada:
«Es inconcebible que 10,000 jovencitos
hayan muerto Vietnam…. Si 10,000 mujeres americanas
se hubiesen preocupado suficientemente
para dar fin a la guerra, si hubiesen estado comprometidas
para tal tarea, aunque hubiese significado ir a la prisión»,
no se lamentaría hoy a tantas muertos;
pero hoy son pocas aquellas con las agallas
de Jeannette y pocas, tan pocas como ella…
08-06-2003 / De «El Libro de anarquistas»