Es evidente que la unidad hace la fuerza. Más, si cabe, si se tiene en cuenta una ley electoral, como la que existe en el Estado español, que beneficia a los grandes partidos (PPSOE) o a los que tienen un gran apoyo concentrado en ciertas zonas geográficas (nacionalistas). Es primordial lograr un único y amplio frente de izquierdas que concentre todo lo posible los votos de todos los descontentos con el actual gobierno y con el actual sistema en el que los “distintos” gobiernos sólo se diferencian en ciertas formas y en matices. Es evidente que la izquierda real (la que defiende los intereses de las clases populares, de la mayoría social) debe trabajar prioritariamente para lograr cuanto antes su imprescindible unidad de cara a las próximas elecciones generales en España (las elecciones europeas van a suponer, por ahora, simplemente, un ensayo). Es evidente que la Revolución no será posible si no alcanza el poder político alguna fuerza política capaz de dirigirla con suficiente apoyo popular. Esto no impide que sigan las movilizaciones populares en las calles. Pero los hechos nos demuestran que éstas, aun siendo necesarias, son insuficientes.
En las últimas semanas se están produciendo importantes avances para lograr concretar dicha unidad. Todo el mundo de la izquierda (de la cual descarto al PSOE porque hace tiempo que ha demostrado reiteradamente en la práctica que está al servicio del poder económico, dicho partido sólo tiene de izquierdas el nombre) reconoce que es imprescindible la unidad. A mi parecer, dos son las iniciativas, según la información de que dispongo, que parecen estar más cerca de esa unidad. Por un lado, Suma, la gente primero, alrededor de la cual se han aglutinado bastantes organizaciones sociales y políticas (entre ellas Izquierda Unida, IU), y Podemos, liderada por Pablo Iglesias, que acaba de presentarse públicamente. La primera tiene como punto fuerte el haber logrado que muchos colectivos (con mucha gente que tiene sobre sus espaldas muchos años de lucha) se sumen a ella en base a un programa político de mínimos. La segunda tiene como punto fuerte el eco mediático que la primera no ha logrado, aprovechando la fama adquirida por su principal promotor en la televisión. En mi modesta opinión, ambas iniciativas pueden y deben converger. Hay que compaginar los puntos fuertes de cada una de ellas.
Podemos ha logrado en muy poco tiempo algo que no ha logrado aún Suma: cierto eco mediático. Yo no soy muy partidario de los liderazgos excesivamente personales, pero, indudablemente, nos guste o no, en determinados momentos son importantes para lograr el apoyo de muchos ciudadanos. Alguien tiene que dar la cara. Podemos tener un programa político muy bien diseñado, podemos hacer un gran trabajo “entre bastidores”, pero si no lo conoce la opinión pública, de poco nos servirá. Pablo Iglesias ha dado un paso adelante, se ha comprometido a liderar un frente electoral que empiece a amenazar al bipartidismo, desde unas coordenadas claramente izquierdistas (“en este momento defender lo que dice la declaración universal de los derechos humanos es poco menos que revolucionario”), que él mismo reconoce (“es evidente que los que estamos aquí somos de izquierdas”), pero usando formas distintas a las que ha empleado tradicionalmente la izquierda, y sobre todo abriéndose a la ciudadanía. Dijo que si no recibía el apoyo de, cómo mínimo, 50.000 personas, el proyecto se abandonaría. En menos de 48 horas logró sobradamente dicho apoyo popular. Ha dicho claramente que si en algún momento la ciudadanía decide que sea otro el que lidere Podemos, él se pondría “a sus órdenes”. Ha invitado a IU a sumarse al proyecto, incluso a liderarlo. Algunos lo han tomado como un reto a IU, yo creo que no es así. Yo no interpreto que Podemos se haya planteado como un posible rival de dicha coalición. Lo que sí es cierto es que si ambas iniciativas no convergen se dividirá el voto de la izquierda. Lo que sí es cierto es que IU, que tanto proclama que la izquierda debe abrirse a la ciudadanía, tiene ahora el reto de demostrarlo en la práctica. Ahora quienes llevamos años batallando por un sistema más libre y justo tenemos el reto de concretar la tan cacareada necesaria unidad de la izquierda. La responsabilidad es enorme. El pueblo está sufriendo y es imprescindible dejar de lado estúpidos orgullos personales, estúpidos sectarismos y dogmatismos, y dar los pasos necesarios para invertir la tendencia actual de los acontecimientos.
Yo pienso que defender la democracia más amplia y completa posible es ser de izquierdas. Pues sólo lograremos que la mayoría social pueda salir del sufrimiento que padece, pueda vivir dignamente, cuando el poder del pueblo sea real, cuando los gobiernos que surjan de un sistema auténticamente democrático gobiernen para el pueblo y respondan ante él. Yo pienso que defender los derechos humanos es ser de izquierdas. Yo pienso que defender los intereses de la mayoría de los ciudadanos por encima de los de los bancos, de los grandes empresarios o de los mercados, es ser de izquierdas. Yo pienso que estar en contra de los recortes en sanidad, educación, etc., es ser de izquierdas. Se podrá defender distintas estrategias, se podrá discrepar en matices, lo cual siempre es sano, incluso necesario, pero, en líneas generales, todos los que defendemos sinceramente, entre otras, las ideas mencionadas podemos considerarnos de izquierdas.
La cuestión, por tanto, radica en ver más lo que nos une que lo que nos separa para lograr esa ansiada unidad. Si logramos un programa político de mínimos que gire en torno a dos ideas centrales (regeneración democrática y rescate ciudadano) yo pienso que sí es posible la unidad de la izquierda. Mucha gente es de izquierdas pero no lo sabe. De hecho, la izquierda real, la que de verdad defiende los intereses de la mayoría social, debe aspirar, sin complejos pero con astucia, a recibir el apoyo de dicha mayoría en las urnas. Pero, para ello, debe tenerse en cuenta la situación ideológica de la sociedad actual. No lograremos el apoyo de muchos de nuestros conciudadanos (trabajadores sobre todo) si no tenemos en cuenta los prejuicios incrustados en sus mentes diariamente por los grandes medios de comunicación capitalistas. Por consiguiente, esto implica que, por ahora, debemos establecer un programa político mínimo que permita avanzar (aunque sea tímidamente al principio) hacia la Revolución, pero con el apoyo de las masas más o menos alienadas por el capitalismo. Implica también que debemos usar un lenguaje apropiado que no espante a las masas, que no haga que sus prejuicios se pongan en funcionamiento automáticamente en cuanto oigan ciertas palabras “mágicas”. Debemos defender las ideas prescindiendo de etiquetas, al menos de aquellas que sabemos que están desprestigiadas o demonizadas ante la opinión pública. Dicho de otra manera, debemos defender ideas de izquierdas (al menos, por ahora, algunas de ellas, las que sabemos que a día de hoy pueden ser apoyadas por la mayoría de la población, como la idea de la democracia real, o como la idea del no a los recortes sociales) sin decir mucho que son de izquierdas, debemos lograr que los potenciales votantes de izquierdas (la mayoría de personas) voten a la izquierda sin casi saberlo. ¿Cómo? Como nos mostró el 15-M: sin banderas, sin símbolos (por lo menos sin los tradicionales), tan “sólo” con las ideas “desnudas”. Ideas de izquierdas sin etiquetas de izquierdas. Es por esto que me parece acertada la estrategia iniciada por Sumay sobre todo por Podemos de presentarse ante la opinión pública como gente de izquierdas (pues tampoco se trata de ocultarse, de engañar) pero sin darle demasiada importancia a las etiquetas ideológicas, sin insistir demasiado en su carácter izquierdista, para insistir sobre todo en las ideas que defienden. Si queremos resultados distintos deberemos emplear estrategias distintas.
¿Es que no nos interesa a todos los izquierdistas (de todas las facciones) tener una democracia verdadera donde, entre otras cosas, nuestras ideas puedan ser realmente conocidas por el conjunto de la ciudadanía (en vez de ser minoritarias o marginales)? Si cada uno de nosotros pensamos que nuestras ideas son las correctas, ¿no nos interesa que puedan ser conocidas masivamente? Si logramos instaurar una democracia auténtica en la que todas las ideas tengan las mismas opciones de ser conocidas, discutidas, cuestionadas, probadas en la práctica, ¿no interesa eso a todas las facciones de la izquierda? Yo creo, repito, que la ansiada unidad de la izquierda será posible si logramos un programa político que se vertebre alrededor de esas dos ideas centrales mencionadas: democracia real y rescate ciudadano. La gente tiene que percibir que, además de luchar contra los recortes, contra los desahucios, contra los despidos, contra las contrarreformas, contra la corrupción, contra la especulación ejercida por ayuntamientos y poderosos empresarios, etc., hay que luchar también, simultáneamente, por la democracia auténtica. De hecho, la involución que estamos sufriendo, el ataque sistemático al que estamos siendo sometidas las clases populares, es una consecuencia directa de que no tenemos verdadera democracia, de que lo llaman democracia y no lo es.
Todo esto implica que todos los izquierdistas deberemos ser en mayor o menor medida generosos para renunciar, por ahora, a algunas de nuestras ideas. Deberemos aplazar para más adelante ciertos objetivos más ambiciosos, los cuales no deberemos olvidar, los cuales retomaremos en cuanto iniciemos, por fin, la marcha hacia un sistema mejor, en cuanto se desbloquee la actual situación. Debemos buscar el denominador común que nos une, que nos interesa: la democracia y la defensa de los intereses de los trabajadores, de la mayoría social. ¿No nos interesa eso a todos los izquierdistas? Además, si nosotros pensamos que estamos en lo cierto, si defendemos los intereses de la mayor parte de la ciudadanía, ¿no nos interesa darle voz a ésta?, ¿debemos tener miedo de que las organizaciones se abran a los ciudadanos que no militan en ningún partido de izquierdas pero que, muchas veces inconscientemente, son de izquierdas? ¿Es que el 15-M, que estuvo completamente abierto a la ciudadanía, no fue siendo cada vez más de izquierdas? Si lo hacemos, si nos abrimos a los ciudadanos, si no restringimos el debate a los círculos cerrados de la militancia, no sólo lograremos demostrar a nuestros enemigos, a la opinión pública general, que nosotros creemos sinceramente en la democracia, pues la practicamos, sino que se establecerá, por fin, una comunicación bidireccional entre la izquierda tradicional y la izquierda potencial, es decir, la mayoría social. Poco a poco lograremos convencer a las masas de que en verdad ellas son izquierdistas.
Como decía Lenin, la clase obrera es más revolucionaria que el partido más revolucionario. Y yo añadiría,aunque no lo sepa. E incluso le matizaría al decir que la clase obrera es potencialmente más revolucionaria que el partido más revolucionario. Es verdad que existe el riesgo de quedarnos a mitad de camino (de sustituir la necesaria revolución por simples reformas) pero también existe el riesgo de ni siquiera arrancar. A este respecto, el frente único de izquierdas que se constituya finalmente debería decir claramente ante la opinión pública que no piensa renunciar a su programa mínimo, que no piensa traicionar a los ciudadanos que les voten. Es verdad que el contacto con las masas puede hacer que, al principio, el programa de la izquierda no sea suficientemente de izquierdas, pero también existe el riesgo de que la izquierda revolucionaria siga aislada de las masas, dejando, de paso, el terreno libre al fascismo. En las condiciones actuales, hay que evaluar qué riesgo es peor. Si no arrancar y posponer indefinidamente el inicio del camino revolucionario, o bien, empezar a caminar aunque nuestro “equipaje” sea al principio más ligero. Dicho de otra manera, la izquierda real deberá elegir entre permanecer “pura” y marginal, aislada de la sociedad actual, o bien “ensuciarse” para ir poco a poco, con paciencia y tesón, convenciendo a la ciudadanía de la corrección de sus ideas. Esperar que las masas vengan a nosotros o ir nosotros a donde estén ellas. Que las masas se vuelvan por sí mismas revolucionarias por arte de magia (en las condiciones actuales, en las que esa enfermedad llamada “burguesía” que decía Pasolini es una auténtica plaga, sería poco menos que milagroso), o bien que la vanguardia revolucionaria, usando una estrategia inteligente y adaptada a los tiempos actuales, las ayude a serlo (sin nunca suplantarlas).
Yo pienso que sí es posible lograr ahora la unidad de la izquierda en base a, por un lado, un programa centrado en las dos ideas mencionadas, democracia real y rescate ciudadano, el cual habrá que concretar todo lo posible intentando que sea lo más izquierdista posible, lo más revolucionario posible, y en base a una metodología que dé el máximo protagonismo posible a las bases, a las masas, a los ciudadanos. Sin olvidarnos de la tremenda importancia de elegir los nombres y los símbolos (porque aunque mínimos, alguno habrá que usar) más adecuados para la lucha ideológica que se avecina. A mí en particular me gusta más el nombre de Podemos que el de Suma, la gente primero. Podemos me parece más contundente, un nombre breve es siempre mejor. Podemos recuerda mucho al famoso sí se puede, el cual se ha convertido casi en el himno de las luchas populares actuales, sugiere poder popular. Pero creo que tanto Suma, es decir, sobre todo IU, como Podemos, es decir, sobre todo Pablo Iglesias, deberán ser suficientemente generosos, realistas, responsables y flexibles para lograr esa imprescindible unidad de la izquierda real. Nos jugamos mucho. ¡Estemos a la altura de las históricas circunstancias! ¡Sí se puede!