“Amontonen un capital sólido para el porvenir y conseguirán la vida verdadera” (1 Tim 6, 19)
Nuestra amada Iglesia – nada en el mundo es más precioso que ella -, en este tiempo de Cuaresma, está desarrollando una campaña que tiene por título: COMPARTIR. La Iglesia lo hace todos los días, de manera permanente y eterna. Ha querido, y quiere, que, en este tiempo de mirada profunda hacia nuestro yo interior, hagamos penitencia de compartir lo poco o lo mucho que tengamos. Lo hagamos con los necesitados, de todo corazón.
La Iglesia llama a la sensibilidad para con los damnificados por los desastres naturales que hemos vivido en el planeta tierra y en específico aquí, en Venezuela. Ella alerta al hombre y a la mujer a cuidar la creación de Dios, de la que somos solo sus administradores. De no hacerlo, la vida humana corre peligro de desaparecer.
La codicia por el dinero es causa de todos los males.
Hay quienes creen que la religión es un negocio. Lo es pero “cuando uno se conforma con lo que tiene” (1 Tim 6, 6), pero no cuando uno quiere hacerse rico a costa de ella.
“Nada trajimos al mundo, como nada podremos llevarnos; así que teniendo que comer y con qué vestirnos, podemos estar contentos… porque la raíz de todos los males es el amor al dinero; por esta ansia algunos se desviaron de la fe y se infligieron mil tormentos” (1 Tim 6, 11).
“A los ricos que no sean arrogantes ni confíen en las riquezas, que son siempre inseguras, que más bien confíen en Dios… Que practiquen el bien, que se hagan ricos en buenas obras, que den de buen corazón, que sepan compartir” (1 Tim 6, 17 – 18).
Que conste, no me alineo en los que creen que ser rico es malo. Sé de muchos que han sido y son benefactores de muchas instituciones, que creen, aman y comparten. Estoy seguro que, al momento del juicio final, cuando Dios les pregunte qué hiciste con el amor que te dí, responderán: amé mucho… hice un capital sólido, en buenas obras para lograr de ti la vida verdadera: la vida eterna.