A menudo me sorprende la frivolidad del ser humano, y su costumbre de seguir a las masas sin ser consciente de que es un individuo libre en la sociedad. Me sorprende la importancia que conceden a simples objetos sin significado, como las medallas honoríficas. ¿Qué son? ¿Qué significan?. Para la sociedad en general significan valor, y heroísmo, que, a priori, son dos términos nada más, lejanos de la realidad. Una medalla es un objeto metálico, es algo inanimado, sin vida, sin un significado concreto, hasta que alguien decide dárselo. ¿Acaso creen de verdad que para los hombres que las reciben significan lo mismo? Un hombre que ha vivido una guerra, que ha combatido en un frente, que ha sentido el dolor de la pérdida de sus compañeros, la duda de la victoria, la espera de la derrota, y la muerte, no verá esa medalla como un premio, no puede. Esa medalla es un recuerdo latente del dolor, de la ansiedad y de la angustia sufridos. No puede significar otra cosa. Entonces: ¿Qué es una medalla? ¿Es una trampa?. Es una tapadera, un cartón que pretende ocultar el dolor, y nos intenta hacer ver sólo una cosa; el ideal, sí, el heroísmo. Dios mío, ¿cómo hemos llegado a ser tan vanidosos?. Cuando alguien ve a un soldado con una medalla piensa: qué valiente, qué bien ha tenido que luchar en aquella guerra que tan lejana hemos sentido. Cuando lo que debería pensar es: Este hombre ha sido maltratado por el destino, por el mundo, por la sociedad, por los hombres, sus iguales. Ha padecido mil, y un horrores sólo por el egoísmo de los Señores de la guerra* y lo único que le ofrecen, lo único con lo que le premian es con un trozo de metal como el que probablemente mató a sus compañeros…Es penoso, es vergonzoso, es sorprendentemente absurdo.
Señores de la guerra* – Las personas que decidieron llevar a su país a una guerra (los presidentes)