Sociopolítica

Conflictos internos de las democracias

No es mi preferencia personalizar mis entradas sobre partidos u organizaciones de ningún tipo en particular aunque a veces lo he hecho, en temas y momentos importantes. Pienso que las organizaciones, si en este e estoy refiriendo a los partidos políticos, pues los partidos pero también a las empresas y asociaciones de cualquier tipo, deben cumplir su labor en el sistema como agentes políticos, sociales y económicos pero resquebrajar la sociedad civil en facciones. Los intereses son los móviles de todos los agentes económicos y sociales, también de las personas individuales o físicas como dicta el diccionario jurídico. Cuando suena en la televisión, «defender los intereses de España» estamos, defendiendo los intereses de un territorio unido por unas leyes, la carta magma y lo que ha engendrado. Es de suponer que existe mayor unidad en todo el país por el país en sí cuando se comparten muchas cosas en común, desde los constructos oficiales como el derecho hasta los entes abstactos como las ideas, la cultura y creencias. Por eso veo que es correcto defender los intereses de un país. Ahora, cuando hablamos de los partidos políticos y su defensa de sus intereses, son sus intereses, ni siquiera la de sus votantes, sus intereses, de la organización. No hay unidad entre los votantes de los partidos políticos con sus votantes excepto los propios integrantes del partido. El papel del votante es pasivo mientras en integrante del partido es activo.

¿A dónde quiero ir a parar? Muchos periódicos y otros medios informativos nos muestran buenas nuevas sobre los propios partidos ensalzándolos más allá de su labor como agente social y político en la democracia. Se muestran como entidades «de todos» cuando son de unos pocos. Los partidos se presentan como representantes de facto o posibles en el futuro de la ciudadanía cuando en realidad su única representación es la propia. El sistema democrático armado con los partidos políticos actualmente concebidos, con su estructura, es un despotismo ilustrado en toda regla. Un despotismo variable quizás en bandos pero al fin y al cabo tenemos una oligarquía de personajes públicos y posibles personajes públicos surgidos de los partidos para representarlos y éstos dicen lo que piensan hacer por el país, «la defensa de los interesas del país». En realidad, no debería importar la configuración interna de los partidos porque son organizaciones muy propias, no de todos, no son públicas donde todo el mundo puede participar. Cada vez me desata más coraje el ver noticias y reportajes de las tramas internas de estas organizaciones, como si son de empresas, me da igual. Yo, las noticias de las empresas que me interesan son sobre sus productos, que es donde yo cuento porque en ese punto puedo «interaccionar» con la empresa, ellos me ofrecen un producto a un precio y yo decido si me interesa o no adquirirlo. Los partidos me ofrecen un programa y decido yo si votarlo o no, que es depositar mi confianza o no en ellos. No me interesa los problemas internos porque además distorsionan los contenidos reales de los partidos políticos, tampoco el carisma de los candidatos porque el carisma no gobierna.

Existe, por tanto, una divergencia entre los intereses de los partidos, que son los propios y aunan los suyos de la organización de estar en lo más alto y ganar el máximo posible con la herramienta, convencer al pueblo que les vote. El objetivo de mejorar la región donde gobiernen está implícito cuando se les elige porque si no cumplen con él la gente no les votará. Existe una divergencia entre los intereses de los banqueros, financieros, empresarios grandes que financiacian a los partidos y mueven la economía en la práctica con nexo en los políticos porque sus votos cuentan igual que otro ciudadano pero su influencia cuenta millones de veces más que un ciudadano o que una empresa pequeña por ejemplo. La influencia y los intereses no son proporcionales, tampoco el poder de negociación de los agente sociales y económicos.

La democracia es un conjunto de intereses en juego por los agentes sociales, incongruentes con los principios de la propia democracia, un marasmo de desproporcionalidad en las influencias de los agentes y un páramo donde acampar los medios de comunicación moviendo la información hacia donde, consciente o no, conviene a otros intereses. Se mandan mensajes ocultos o subliminales como que los partidos tienen sus intereses hermanados con sus votantes, algo falso. Se muestra los recovecos de los partidos olvidando el programa y los hechos o, por lo menos, dejándolo a un lado. Los partidos se convierten en entes y organizaciones públicas donde se nos trata casi como sus miembros por extrapolaciones de los votos cada cuatro años. La política, con todo esto no es mala, la democracia tampoco. Los intereses tampoco lo son, es algo natural pero la estructura del sistema inevitablemente convierte unos loables principios en una injundia de problemas, conflictos y peleas en los subterráneos de la sociedad donde se pierde el norte en muchas ocasiones, esos principios tan bonitos.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.