Razón tiene, el señor Ramón Quintás, razón y resonancia suficiente como para que los demás nos hagamos eco de sus plabras, razón y resonancia por ser quién es, Presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), y por decir lo que dice, casi siempre sensato, aunque no siempre acertado.
Pero esta mañana ha dicho una verdad que todos entendemos y todos compartimos salvo, claro está, los dirigentes políticos que siempre están pensando en otra cosa, en el poder, esa droga que engancha tanto al que lo posee como al que lo persigue.
Tiene razón el señor Quintás cuando habla de la excepcionalidad de la situación en la que nos encontramos, cuando se refiere a la gravedad de la crisis económica que estamos sufriendo, y, por supuesto, cuando reclama un consenso de los partidos políticos.
Á‰l recuerda los Pactos de la Moncloa, y yo le apoyo, pero con reticencias, porque sé que aquella situación es hoy en día imposible, porque en aquel momento por encima de cualquier ideología, de cualquier ansia de poder, de cualquier interés creado, estaba el anhelo de libertad, el anhelo de democracia. La democracia lo podía todo y todos se supeditaban a su existencia.
Hoy la democracia ya está estabilizada, ya es la norma no algo que se persigue, por lo que ahora sólo importa el poder, y al poder se llega por antagonismo con tu contrario por lo que hay que luchar, luchar hasta el fin, y no llegar a ningún acuerdo, porque en política, por lo menos en política española, el acuerdo debilita las posiciones, el acuerdo elimina votantes, o eso creen los dirigentes de los dos principales partidos de este país.
Qué bonito sería que ambos antepusieran los intereses del país que dicen defender, España, y se sentaran a discutir sobre la mejor forma de salir de la crisis, en lugar de buscar la crispación como arma arrojadiza. Qué bonito y qué eficiente, porque aunaría a más de 20 millones de españoles votantes, lo cuál supone una amplia mayoría de la población de este país, así que se asegurarían medidas acordes con la voluntad de los españoles.
Sin embargo, eso no va a suceder. Tanto PSOE como PP seguirán anclados en sus posiciones, unos sin tender la mano con voluntad y otros sin aportar en plenitud, con el único objetivo de conseguir el poder, por continuidad o por asalto.
Y en esta situación de aislamiento político de las partes contratantes del consenso, sólo queda lo que reclama Ramón Quintás, unas elecciones generales de las cuáles salga un gobierno con la legitimidad suficiente como para tomar medidas impopulares, pero efectivas, medidas que nos saquen de la crisis de una vez.