En la Unión Europea (UE) se tira un promedio de 179 kilos de residuos alimentarios al año por persona. Lo que vienen a ser unos 89 millones de toneladas. Una cifra que aumenta cada año. A pesar de ello, el viejo continente tiene bajo el umbral de la pobreza a 79 millones de ciudadanos. Sólo en una sociedad hiperconsumista y poco concienciada es posible que se puedan conjugar estas dos realidades opuestas.
El mundo está embarcado en un modelo que tiene al crecimiento basado en el consumo como piedra angular. Pero las reglas por las que se guÃa la naturaleza, al margen de las que desarrollan algunos “gurús económicosâ€, establecen que los recursos son finitos y que, a este ritmo, la Tierra tendrÃa que subcontratar a otros cuántos planetas para abastecer la demanda de las sociedades del siglo XXI.
Ante esta carrera suicida, surgen algunas apuestas por parte de grupos o comunidades que se niegan a colaborar en el desastre. Comida basura o Reparado mejor que nuevo son algunos de los ejemplos. Esta última es una iniciativa que apuesta por arreglar los electrodomésticos, entre otras cosas, y no dejarlos arriados en la basura con el primer sÃntoma de deterioro. Actitud muy común fomentada por las polÃticas de obsolescencia programada, que tienen las empresas para mantener a los clientes enchufados a la tarjeta de crédito. Estas propuestas loables, surgidas desde la sociedad civil, aún no tienen la fuerza suficiente como para cambiar el rumbo de este modelo de consumo agresivo,
No es de extrañar. Las dificultades que encuentran los ciudadanos para mantenerse al margen de la ola consumista son muy grandes. Para ello habrÃa que vivir en una burbuja, o irse al campo, donde no llegan los tentáculos de la modernidad. DifÃcil tarea y demasiadas renuncias. Tampoco se trata de vivir la vida como un anacoreta, ni renunciar a los logros técnicos y de bienestar que el ser humano ha alcanzado. Una de las posibilidades serÃa la de comprar de una manera responsable, educar y concienciar desde las instituciones, y desde las propio entorno familiar, y quizá, por qué no, evitar compras innecesarias y compulsivas… Una utopÃa, si se tiene en cuenta que el enemigo está en el propio hogar. Como dice el periodista gráfico El Roto en una de sus viñetas: “La televisión es un negocio de narcóticosâ€.
La publicidad que lanzan a través de las pantallas -incluida la red, donde las corporaciones tienen puesto el ojo y es el único medio de comunicación donde crece la inversión publicitaria- es de tal magnitud, que no sólo crea “pequeñas necesidadesâ€, sino que impone además modelos de vida que condicionan a los ciudadanos en sus comportamientos y en sus decisiones. Se alcanza el punto de que no seguir las lÃneas marcadas por las grandes corporaciones, a través de los mensajes publicitarios, pueden convertir a los consumidores dÃscolos en parias o bichos raros.
Es todo de una gran contradicción. Por un lado, los gobiernos y las empresas temen la caÃda del consumo porque es una de las pocas formas de generar crecimiento, ahora que las economÃas están tiritando. Pero por otro lado, si occidente y los paÃses emergentes siguen depredando el planeta a este ritmo, es muy probable que de aquà a unos años se agoten los recursos.
Hace 25 años, el planeta sobrepasó el umbral crÃtico en el que la demanda de recursos era mayor que la capacidad que el planeta Tierra tenÃa para regenerarse, como señala New Economics Foundation en un informe. Si todo el planeta consumiera al ritmo de los españoles harÃan falta tres planetas para satisfacer sus necesidades, y cinco si lo hicieran al ritmo de los estadounidenses, sostiene el think tank.
En España, el gobierno dice que “los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidadesâ€, aunque serÃa más acertado decir que “hemos vivido por encima de nuestras necesidadesâ€. Familias con dos casas, una televisión por habitación, varios coches…. A pesar de ello, el modelo económico sigue orientado hacia un consumo depredador, en vez de girar hacia un modelo de consumo sostenible.
David GarcÃa MartÃn
Periodista