Se ha celebrado (es un decir) el llamado Día Mundial de la alimentación, que denominaré “contra el hambre”. Tal lacra exige una reflexión y cuanto menos convencional, mejor.
¿Podemos sentir de verdad, en nuestros saciados estómagos del todavía llamado primer mundo, que 30 millones de nuestros semejantes se mueren por no tener nada que comer ,o enferman fatalmente por esa razón? ¿Podríamos soportar impasibles que los niños de nuestros vecinos murieran de hambre a nuestro alrededor sin poder hacer nada y sin que se nos alterara el pulso?…Sin embargo esto es lo que ocurre unos 1.000 millones en todo el Planeta, mientras el todavía primer mundo arroja cientos de miles de toneladas de alimentos al mar o los destroza para que no bajen los precios. Con todo eso se podría dar de comer a todos los hambrientos, y si aún le añadimos la friolera de los miles de millones de euros que se dedican a gastos militares, no solo sería el final del tercer y cuarto mundo, sino de todas las necesidades sociales, económicas y culturales. Es tan increíble como vergonzoso para la humanidad que teniendo alimentos y recursos de sobra, se utilicen como se está haciendo y se consienta por la mayoría como se está consintiendo. Es verdad que se extiende por el mundo un movimiento de indignación creciente ante tanto desmán de los grupos de poder político y financiero. Debemos saber que los principales responsables de la gran catástrofe mundial del hambre son los más ricos del mundo que habitan por supuesto en los dos países más ricos: 227 en Estados Unidos y 52 en Alemania. Luego, en orden decreciente puede mirarse la lista Forbes y se verá quién es quién de los responsables de la muerte por hambre de tantos millones.
Uno se pregunta por qué ese afán en amasar tanto y administrar tan mal lo que han recibido a menudo con malas artes. ¿Qué puede haber tras este tipo de actitud más que una enfermedad mental? Creo que ha llegado un tiempo en que es preciso poner todas las cartas sobre la mesa. El juego está claro. Los ricos nunca tienen bastante a ningún nivel. Ni bastante dinero, ni bastante poder un suficiente prestigio ni deseos de reconocimiento. Tanto si son laicos como si son religiosos se han convertido en un auténtico agujero negro para el resto de una humanidad cada vez más empobrecida, descontenta y socialmente “recortada” en derechos, pues quienes los tenía los pierde y quienes nunca los tuvo ve aumentadas sus necesidades y su hambre.
Lo que el movimiento mundial de indignados ha puesto en evidencia es que esta situación ha llegado al límite de lo tolerable, y que si no queremos retroceder a la esclavitud a la que se nos quiere conducir por estos auténticos enfermos sociales que son los ricos y los políticos que les sirven es preciso que mantengamos un verdadero movimiento mundial. ¿Y con qué objetivo? Rescatar la democracia de los políticos, el dinero de los usureros, la espiritualidad de las Iglesias, la ciencia de los científicos mercenarios y así. Una gigantesca “operación rescate” de la justicia y de la dignidad humana hoy en manos de administradores que actúan como verdaderos psicópatas y sociópatas.
¿Es posible tal cosa? Eso depende de cuantos crean en sus cuentos. En sus cuentos sobre la crisis, el crecimiento, los programas electorales, los castigos divinos, el terrorismo y todo lo que crean conveniente utilizar para que las cosas sigan como ellos desean. Un comportamiento verdaderamente satánico que sólo pueden comprender y aceptar conciencias tan enfermas como las suyas.