Una gran mayoría de las personas dependientes padecen graves problemas de salud o enfermedades crónicas, por lo que cualquier recorte en sanidad, farmacia o en la propia Ley de Dependencia las pueden sumergir en el más negro y profundo de los pozos.
Pero me voy a detener en el ejemplo de mi amigo Teo, una persona en situación de dependencia y con dos niños también dependientes. Á‰l, aparte de la dependencia, provocada por una parálisis progresiva de las piernas, padece un cáncer. Además, recientemente le detectaron otro grave problema: no tiene pulso en la femoral derecha, motivo por el que le mandaron de manera urgente al especialista. Hay que tener en cuenta que la arteria femoral, entre otras cosas, es la que bombea sangre al corazón, y por tanto, esta ausencia de pulso puede significar que la sangre no está siendo bombeada.
Su sorpresa llegó cuando esta urgencia pasaba a ser atendida el 23 de septiembre del 2013, fecha para la que aún queda más de un año. Afortunadamente, Teo se encontró con la humanidad de un cirujano que decidió atenderle antes de la cita señalada, y en estos momentos ya le están sometiendo a distintas pruebas. Esta familia ya ha hablado de suicidio, porque debido a los recortes en sanidad y en la Ley de Dependencia, se pueden ver abocados a una exclusión social sin precedentes. Lo cual, según mi gran amigo, no va a consentir, porque prefiere morir de pie que vivir de rodillas, aunque ello le cueste su vida y la de sus hijos.
Algunos políticos creen saber más que los profesionales sanitarios, por lo que se creen en la condición de diagnosticar y fijar las fechas para atender a los pacientes después de decidir el despido de profesionales, cierre de plantas de hospitales y ataque contra las urgencias.
Las personas no productivas, al menos así las deben considerar estos personajes, simplemente sobran, por lo que no hay mejor manera de acabar con ellas que quitándolas algo tan necesario como es… “la sanidad pública”.
Enrique Rivas
Portavoz de la Plataforma Ley de Dependencia