Sabido es el constante ejercicio de cobardía que practican la mayoría de los políticos, de esos políticos que nos hablan de igualdad de solidaridad y de apoyo a los más débiles, pero que a la hora de la verdad cualquier medida de tipo social o económico que adopten recae negativamente sobre estos, en cambio ante los poderosos mantienen una actitud sumisa, servil y cobarde tal y como estamos comprobando en estos tiempos y como muestra de ello hay que señalar la tibieza que ponen de manifiesto ante verdaderos escándalos y fraudes cometidos por dirigentes bancarios y el encendido entusiasmo con que han procedido y proceden para reactivar la economía de determinado sector de la banca. Son valientes frente los débiles y cobardes ante los poderosos. Atacan a los ancianos y a los enfermos graves que están incapacitados para ofrecer resistencia a esas medidas antisociales y abusivas.
En España estamos asistiendo al bochornoso espectáculo de ver a diario como se le “aprietan” las clavijas a los más débiles habiendo llegado hasta el extremo de imponer un impuesto sobre la enfermedad, ahí tenemos el aumento que hubo sobre lo que tienen que pagar aquellos de consumen medicamentos, el copago impuesto a los pensionistas y enfermos crónicos y el copago hospitalario que van a tener que soportar los enfermos de cáncer o de leucemia entre otras enfermedades graves que hagan uso de los servicios hospitalarios sin estar ingresados. Al parecer están parodiando a aquella “señora” diputada del Partido Popular que dijo aquellos de que los parados “que se jodan” y que ahora a los que toca joderse es a los enfermos crónicos y con enfermedades graves.
Cuando comenzó la “revolución” gubernamental de aumentar e imponer el copago se dijo que era para evitar el “derroche” en el uso de medicamentos, para disuadir de ello a los que “sin motivo”, según se desprende de los argumentos del Gobierno, consumen medicinas de forma incontrolada, cuando en realidad quien hace las recetas es el médico. La carga que supone el costo de los medicamentos no es por causa de que se consuman indebidamente. Este país tiene una cultura farmacéutica que es evidentemente derrochadora, pero ello no es por culpa de los consumidores, la culpa, la causa, todas sabemos de quién es y porqué es. Siempre nos ha llamado la atención el hecho de que cuando acudes al médico por un simple resfriado este te receta un fármaco que debes tomar durante siete días, es un ejemplo, tomando una unidad tres veces al día o sea que el tratamiento precisa de 21 unidades solamente, si esto es así, que lo es, ¿por qué motivo te dan un envase que contiene 30 o 50 unidades? Esto sí es derrochar medicamentos y por tanto dinero. Voy a poner un ejemplo: El menor de mis hijos desarrolla su trabajo en Vietnam, donde reside la mayor parte del año en estos últimos tiempos, y más concretamente en Ho Chi Min, la antigua Saigón, hace unos tres meses sufrió un salpullido, una especie de urticaria, en un brazo y se fue a un hospital donde le recomendaron que se tomara un medicamento durante dos días a razón de dos unidades diarias. Con mi hijo nos comunicamos normalmente a través de la webcam y nos mostró los medicamentos que había adquirido en una farmacia dejándonos sorprendidos: ¡Eran dos bolsitas de plástico que cada una de ellas contenía dos cápsulas, exactamente las mismas que le había recomendado el médico, ni un una más ni una menos! ¡Y era “de pago”! Le hubieran podido vender un envase, como aquí se hace, de 30 o 50 unidades y el resto que las tire al wáter o donde sea pero no, le dieron las cuatro unidades que precisaba. No se trataba de que la Seguridad Social vietnamita se ahorrase un dinero, no, porque como antes he dicho mi hijo iba “de pago”. Se trataba de una forma de hacer con una enorme dosis de sentido común.
Esta racionalización de los medicamentos es lo que siempre hemos dicho que se debería hacer, pero claro eso sería beneficiar al débil y perjudicar al rico, porque no se trata de ahorrar por menos consumo de medicinas sino de que las grandes multinacionales que fabrican y comercializan los medicamentos “vendan” y ganen cuanto más mejor. Aquí lo que está haciendo el Gobierno es poner a la venta los medicamentos con una parte del costo a cargo de los más débiles para que los poderosos tengan grandes beneficios. El mundo de los fármacos no es ninguna broma. Lo lamentable es que un país como Vietnam nos tenga que enseñar cómo se deben racionalizar los medicamentos para reducir costos.