¿Les preocupa el cáncer? ¡A quién no! Dicen que uno de cada tres europeos lo desarrollará a lo largo de la vida. Seguimos sin saber a ciencia cierta, por mucho que las autoridades sanitarias presuman de lo contrario, de dónde viene, adónde va y en qué consiste ese cangrejo. Mienten las estadísticas acerca de los índices de curaciones logradas. Es muy fácil manipular las cifras que circulan al respecto. El truco está en los límites de tiempo que se establecen para dar un cáncer por resuelto. O, mejor dicho, uno de los trucos, porque hay otros. Poderosísimos son los intereses creados en el seno de la medicina oficial y larga es la mano de los laboratorios. La cirugía es siempre una derrota, aunque a veces no quede más remedio que recurrir a ella. La quimioterapia y la radioterapia son bombardeos de napalm que todo se lo llevan por delante. Cada vez hay más voces que discrepan del discurso oficial, aseguran que esos tres caminos no conducen a ninguna parte y agravan las cosas en lugar de resolverlas, y sostienen que hay otras formas de abordar, tratar y, a veces, curar la enfermedad en cuestión.
Es un asunto delicado. Yo no voy a pronunciarme, pero me gustaría asistir a las sesiones del Tercer Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios del Cáncer que se celebrará en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid los días 31 de octubre y 1 de noviembre.
Y si digo que me gustaría, es porque no estoy seguro de poder hacerlo. Lo más probable es que esas fechas me pillen, como de costumbre, lejos de la ciudad que Gallardón está destruyendo. Lo suyo sí que es cirugía innecesaria. Sus obras son metástasis que afecta a todas las vísceras urbanas.
No será una reunión de charlatanes, sino de doctores de indiscutible solvencia. Lo organizan la Word Association for Cancer Research y la revista Discovery Salud, que dirige mi viejo amigo José Antonio Campoy, y lo preside e inaugura otro amigo, más reciente, pero no menos querido y admirado: el neurofisiólogo (y muchas cosas más) Ramón Cacabelos, que es una luminaria de la medicina, de la biotecnología, de la genómica, de la farmacogénica y de otros latinajos que no voy a mencionar. La salud de mi cerebro, desde hace mucho tiempo, está en sus manos. ¿Saben ustedes lo que son los alelos? Pues vayan, si no lo saben, al Biomedical Research Center cuya sede está en Bergondo, cerquita de La Coruña, y lo averiguarán. No sólo eso. Se enterarán también, con precisión casi milimétrica, de los riesgos agazapados en la cartografía de sus genes. Yo me dejo caer por allí una vez al año y aprovecho la ocasión para tomarme unas centollas regadas con Albariño. Sabido es, como dicen en México, que lo Cortés no está reñido con lo Moctezuma.
Tratamientos homeopáticos, holismo, hipertermia, biorresonancia, altas dosis de vitamina C suministradas mediante goteo, ozonoterapia, plantas adaptógenas e, incluso, algo tan sencillo como lo es el bicarbonato sódico. De todo eso, y de otros tratamientos alternativos para enfrentarse a una dolencia que, según algunos, es sólo un proceso biológico y natural de defensa del organismo, se hablará en el Congreso.
Si yo tuviese cáncer, lo probaría todo, absolutamente todo, antes de someterme al triple trágala citado, sin excluir la posibilidad de una visita a la virgen de Lourdes. ¿Estoy seguro de lo que digo? No, pero lo digo. Y, de momento, me curo en salud evitando la leche, comiendo poca carne (y casi nunca roja), abusando de la fruta, haciendo ejercicio y tomando reishi. Entre otras cosas.
Y hasta aquí he llegado.