Al margen de la ambición que padece la clase política española en general y particularmente entre los dirigentes de los cuatro partidos con mayor representación parlamentaria: PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, ninguno de sus respectivos líderes: Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, destaca precisamente por levantar grandes pasiones entre los ciudadanos.
Más bien y como conocemos a través de las encuestas, representan el tercer problema del país tras el paro y la economía. Desafección y descalificación son harto merecidas como se está demostrando actualmente por su manifiesta incapacidad para la formación de un necesario Gobierno, tras las elecciones generales del 20-D, repetición el 26-J, y con grandes posibilidades de unos terceros comicios que nos granjearían un merecido ridículo a nivel mundial.
Nuestros políticos se mueven en el ámbito de la mediocridad e incoherencia sin asumir el más mínimo riesgo, comenzando por el propio presidente en funciones, Mariano Rajoy, cuya ausencia de liderazgo es evidente, quien continúa con la obsesión de la prudencia, no tomar iniciativas, guardarse las espaldas, dilatar las decisiones, agotar los tiempos y amedrentar a la ciudadanía, de acuerdo con la más pura filosofía arriolana, con lo cual ha conseguido agotar la escasa paciencia que le quedaba a los españoles. En cuanto a los tres restantes, Rivera (Ciudadanos) que irrumpió con gran fuerza, ha bajado muchos enteros. Cambia de criterio con gran facilidad, juega al despiste y poco más.
A Sánchez (PSOE) le pierde su engreimiento, cree que nació para ganar y hasta la fecha todo su mérito pasa por cosechar los peores resultados desde la fundación de su partido. Sobre Iglesias (Podemos), su problema es el considerarse el más inteligente de los cuatro, pero peca de imprudente, no respeta las formas e insulta, e internamente ya comienzan a surgir desavenencias en su formación.
Convénzase Sr. Rajoy; nadie le quiere
Y todos esos que considera como suyos, aunque le cueste trabajo admitirlo, solamente le soportan, y en la mayoría de los casos únicamente para para poder seguir gozando de sus canonjías, entre otras razones porque muchos de ellos y en un día no muy lejano, se verán en la calle sin oficio ni beneficio, pasando a formar parte del batallón de los perceptores del subsidio de desempleo. Todo lo demás es pura falacia.
Tanto usted como sus notables, mantienen a demasiados cómplices.
La tela de araña es amplísima y muy consolidada al igual que nepotismos e influencias, muchos de los cuales, con tal de mantener su statu, se sienten conformes y felices con sus percepciones, pero existe otro colectivo más avaricioso y envidioso, conocedores de las interioridades del partido, empresas públicas, etc. a los que tanto puesto como retribuciones les vienen cortas, normalmente con menos escrúpulos y sabedores que existe «otro» tipo de vida más cómodo y desahogado económicamente y pasando desapercibidos.
A nivel país, la sociedad se entera a través de los medios de comunicación solamente de aquellos casos en los cuales, bien por la cuantía de lo defraudado o por el cargo del defraudador resultan más llamativos, pero nada se dice sobre las mordidas de los «colaboradores necesarios» que son legión e inevitablemente utilizan los grandes corruptos, cuyos nombres todos conocemos y que por desgracia aparecen en la prensa con bastante más frecuencia de la deseada.
Mariano Rajoy, tras varias décadas dedicado a la política, ha desempeñado todo tipo de puestos desde concejal a presidente del Gobierno, en este caso por obra y gracia del nefasto Zapatero (PSOE) que dejó España como unos zorros, si bien desaprovechó lamentablemente su holgada mayoría absoluta, a en lugar de dedicarse con todo rigor y seriedad a erradicar esa lacra llamada corrupción, ejercida por un voluminoso grupo cuyo montante económico representa una incalculable fortuna y que desde hace muchos años invade al PP. Quizá en algún momento el Jefe del Ejecutivo pensó equivocadamente que con tal cantidad de estómagos agradecidos y la pléyade de pelotas incondicionales en medios y tertulias de debate, su segunda legislatura sería un paseo triunfal, cuando la cruda realidad le está demostrando todo lo contrario.
Nuevamente, en días tan críticos como los que estamos viviendo, Rajoy seguirá ejerciendo de genio y figura. Esperará las propuestas de la oposición para comenzar a negociar pero sin descubrir su juego, aunque todo parece indicar que en este ocasión el confiarlo una vez más a su manida retranca, no va a resultar garantía de éxito. Podrá incluso ser investido, porque el eludir el trámite con argucias jurídicas representaría su muerte política, pero mucho nos tememos que en tal caso, su presidencia será insufrible calvario y un auténtico desastre para España.