No sería un buen economista si alabara la situación de déficit público, si afirmara que un estado de déficit público galopante puede ser beneficioso para una sociedad, o si sostuviera que se puede vivir con déficit permanentemente, no, no lo sería, así que me negaré a caer en estas trampas de la demagogia.
Sin embargo, tampoco lo sería si renegara por sistema de la situación de déficit público, si afirmara que el déficit público es siempre negativo para la sociedad, o si sostuviera que no se puede vivir con déficit, no, no lo sería, así que me negaré a caer en estas trampas de la demagogia.
Porque, como siempre, en esto del déficit la virtud está en el justo medio, ni más hacia la derecha, ni más hacia la izquierda. En las sociedades democráticas y capitalistas actuales los gobiernos son gobiernos y son elegidos para gobernar con el objetivo de que puedan paliar las ineficiencias del mercado.
Unas ineficiencias que provocan injusticias sociales abusivas, que fomentan los intereses creados, que favorecen los monopolios, que dejan fuera del reparto a demasiada gente. Unas ineficiencias que deben de ser cubiertas por los gobiernos para homogeneizar, lo más posible nuestras sociedades.
Por ejemplo, si el mercado de trabajo fuera perfecto, no habría desempleo, como mucho un desempleo friccional, de paso de un empleo a otro. Sin embargo, sí hay desempleo, cada vez más, ¿por qué? Porque el mercado de trabajo, como tantos otros, no es perfecto y provoca injusticias, excluye a gran número de personas que quieren trabajar y beneficia a unos pocos que gozan de información privilegiada.
Por ello, el Gobierno tiene que actuar para cubrir esa ineficiencia. Una de las actuaciones posibles es pagar un subsidio a la persona desempleada hasta que encuentre un nuevo empleo, de forma que no quede excluída de la sociedad. Pues bien, este subsidio crea, evidentemente, déficit público, pero ¿estaríamos dispuestos a recortar el déficit recortando los subsidios de desempleo? Evidentemente, no. Este es un déficit bueno, un déficit bien empleado.
Otro déficit bueno es el que se utiliza para fomentar la actividad económica. En momentos de crisis, la iniciativa privada no es suficiente para generar crecimiento económico, mercado ineficiente, por lo que es necesaria la participación del sector público para fomentarla. También es déficit bueno.
Por tanto, como con el colesterol, hay déficit bueno y déficit malo. El malo es el despilfarro de las administraciones públicas, la duplicidad de cargos públicos de manera innecesaria, los viajes superfluos a cargo de las arcas públicas, la proliferación de funcionarios sin trabajo, etc.
Ahora llega el momento del recorte y el Gobierno central promete no recortar el déficit bueno, pero sí el déficit malo. No sé tú, pero yo no me lo creo, y mucho me temo que al final se acabará recortando de donde no se debe, utilizando la retórica barata de Zapatero para vendernos lo contrario. Mañana se anuncian las medidas, habrá que estar atentos.