Quien escribe «Courting Disaster: How the CIA Kept America Safe and How Barack Obama Is Inviting the Next Attack» [Regnery Press, 2010], 376 páginas de basura política, es Marc A. Thiessen. Un desinformador profesional, o lo que es lo mismo, alguien que escribe discursos políticos para un campeón presidencial de la mentira, que fue George W. Bush, Jr. El Pentágono y la Casa Blanca dieron a Thiessen, en las «senior positions», o cargos de asesoría muy bien pagada con el dinero de los contribuyentes, la oportunidad de servir entre los años 2001 a 2009, como el justificador retórico de cada sinvergÁ¼enzada, salvajada y despilfarro que se les ocurriera a esa cáfila de asesinos y seudoprotectores que tiene el Gobierno de los EE.UU., o el aparato industrial-militar, para hacer negocios.
El negocio del Pentágono y la CIA es la manipulación de la política mundial para beneficio del pequeño grupo de personas que toman decisiones en la cúpula del poder empresarial y la industria militar, que a su vez está protegida por los políticos, funcionarios del más alto rango militar y aspirantes a recibir donativos de la industra armamentista y paramlitar, de modo que sean electos en el proceso democrático de la Gran Farsa. Marc A. Thiessen es uno de esos hombres inteligentes que, sabiendo de qué se trata esa cochina urdimbre de intereses económicos que sustenta, diseña y perpetúa, la industria militar y la práctica de la guerra (premeditadamente ofensiva, porque es la más lucrativa), se dedica a enaltecer lo perverso, justificar lo injustificable, retorizar de tal modo que la mentira pasa con apariencia de verdad incuestionable. Un maestro de la sofística y la demagogia, ha de cobrar muy bien sus servicios como «the most recently
chief speechwriter for President George W. Bush».
Conocido ésto, quien escribe «Cortejando el Desastre: Cómo la CIA Mantiene Seguros a los EE.UU. y Cómo Obama Invita al Próximo Ataque», este libro de excresencias informativas, debería verse como un autor sin credibilidad. Total, por diez años, estuvo al servicio de un presidente incompetente y obsesionado por el guerrerismo. Razón para que se le vea desenmascarado como incondicional y alzacola. Pero no. En Norteamérica, abunda gente mitómana, crédula, amante de imaginarias tragedias. Hay quien sabe escribirles sus películas de terror, o novelita negra de fascinaciones. Theissen es uno. No creo que sea él uno de los que se crea sus propios cuentos viendo que un enemigo en sombras viene en camino. No. El los fabrica; la CIA les da cuerpo y presencia cuando es necesario. El conspirador siempre será un extranjero y, en la nueva cultura de la xenofobia, hoy ha de ser un árabe, musulmán, siendo que los nuevos Satanes son del Oriente. Pero, en
cualquier país, con alguna riqueza aprovechable, alguna tara anti-occidental que endilgarle, desde el Pentágono se elaborará su perfil de enemigo, país rival, y el aparato industrial a su negocio, las armas. El ejército a administrar su tajada; la juventud ignorante a servir de asesinos, o borregos, o mártires, en las filas castrenses y… los escritorzuelos «listillos» a escribir discursos y justificar la farsa, porque, sea como sea, es rentable. Sólo que para unos pocos.
En el libro de encargo que CIA y Pentágono han asignado a Thiessen (ya que se trata de hacer que la gente se induzca a pensar en las ideas de la amenaza potencial, el enemigo árabe), hay necesidad de decir que el exPresidente Bush, al dejar la Oficina Oval, dejó a Norteamérica en las condiciones más seguras porque utilizó la violencia y la guerra. Lo que realmente induciría al desastre, a la inseguridad con todos sus peligros, es que el nuevo presidente Barrack Obama no apoye la prioridad de las armas sobre la diplomacia. Que mire con menosprecio la oferta eterna de patrocinar las guerras porque, al hacerlo, hay lucro para las compañías que pagan a políticos y mantienen contentos a los millonarios y a los superpatriotas, casi siempre «ultra-conservadores» y con mucho poder retórico y propagandístico como para tener a los demócratas liberales a raya.
El libro «Courting Disaster» es mucha cifra engañosa para dar la impresión de cientificidad, o sólidas probabilidades como en las estadísticas; pero las estadísticas se acomodan a cualquier mentira. Thiessen se divierte con cosas como éstas: «Cuando el Presidente Bush dejó la oficina un martes en enero del 2009, se marcaron en Norteamérica 2,688 días sin un ataque terrorista en nuestro suelo». Quiere dar la impresión de que la cantidad de actos terroristas, antes de Bush y la sabiduría belicista de sus asesores es lo que marca una pauta de paz y seguridad interna.
Hay algunas salvajadas específicas, cohechos de los programas de la CIA que Bush autorizó, que son las que se asignan para que Thiessen defienda.
(1) Cuando los «terroristas», como el que se consideró el autor intelectual o «mastermind» (Khalid Sheik Mohammed) del atentado del Once de Septiembre, rehúsen hablar, se vale que la CIA utilice amplias técnicas de interrogación. Amplias significará técnicas de tortura. Bush las autorizó y fue bueno. «La información obtenida con la utlización de esas técnicas es responsable de que se haya detenido que se concretaran un número de planes de ataque, incluyendo conspiraciones para estallar el consulado americano en Karachi, Pakistan; estrellar aviones sobre las torres de Canary Wharf en Londres y secuestrar un avión y estallarlo contra la Torre de la Biblioteca de Los Angeles». [A mí me parecen estas ideas de Thiessen, dignas de un guión para una película de Rambo; no hay que torturar a ninguno para sacar esas posibles ideas de la imaginación del más enfermo y secretivo «energúmeno»].
(2) Thiessen tiene que acusar, como gesto antipatriótico, que Obama dijera en sus campaña que las técnicas utilizadas para interrogar prisioneros «terroristas» son «tortura». El programa de la CIA debe ser incuestionable y esas dizque «torturas» ha sido lo que ha evitado que otro ataque como el 11 de Septiembre haya ocurrido. Thiessen necesitará que se especule que Obama, ante potenciales e indescartables ataques, tendrá que volver a autorizar « enhanced interrogation techniques».
(4) Thiessen tiene que insinuar que Obama es enemigo de todos los programas de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) que monitorea comunicaciones de actos terroristas en el extranjero y para ésto debe ir al expediente de que Obama, como senador, votó en contra de que Michael Hayden, ex-director de NSA, fuese confirmado como el nuevo director de la CIA. Obama se opuso porque Hayden había sido arquitecto y defensor del programa que graba llamadas telefónicas y recauda mensajes y documentos telefónicos, fuera de la supervisión de la FISA. Thiessen tiene que hacer pasar a Obama como antipatriótico porque no cree en el espionaje telefónico de sus compatriotas y, en 2007, votó contra el «Protect America Act», que autorizaba temporalmente un programa de espionaje interno. En los términos de Thiessen y lo que la CIA pide que él explique y defienda, es malo que un presidente pida a su Procurador de Justicia que evalúe los programas de vigilancia a
los propios ciudadanos y que le ofrezca recomendaciones para asegurarse que no se infrinjan las libertades civiles que deben preservarse. No se debe someter a juicio, como quiere Obama, a hombres y mujeres que mantienen seguro al país, aunque sus métodos parezcan «sospechosamente torturadores».
(5) A Obama tiene que hacerle responsable de que información clasificada se haya estado flltrando, de «poquito a poquito / drip by drip», por años, y que sean los propios funcionarios quienes lo hagan. El colmo es que la Administración Obama la haya hecho de dominio público el año pasado. Lo que Thiessen debe defender para que la CIA esté contenta es que no se sepa nunca la cantidad de crímenes que comete, las técnicas que utiliza para cometerlos, las mentiras que se pretextan, los engaños que se cumplen. Todo lo sucio debe ser secreto. La CIA debe conservar cierto glamour, aunque actuen con el alma alacranada y fieras homicidas.
(6) Obama debe ser inculpado, no elogiado, por querer acelerar el retiro de las tropas durante los 16 meses venideros, máxime si el Gen. David Petraeus y otros Jefes Adjuntos no recomiendan «such a rapid and irresponsible withdrawal». Hay que decir que Bush dejó un Irak estabilizado; pero no tan estabilizado que Obama pueda retirar las tropas. «A stabilized Iraq, where al-Qaeda is in retreat and American forces are coming home by the end of 2011 under a policy of return on success». En fin, en estos juegos Thiessen se las gasta . Bush es el genio que todo lo hace bien; Obama el morón que todo lo hará mal. Bush, aunque no se logre evidencia material que lo confirme, siempre tiene «inteligencia privilegiada», revealed intelligence», como aquella que le indicó en 2007 que Osama bin Laden había dicho a otros dirigentes de al-Qaeda en Irak que formaran células para atacar dentro de los EE.UU. Obama debe estar agradecido de que Bush le haya legado «a set of tools» (técnicas de tortura, espionaje interno, fechas y compromisos de retiro de tropas, etc.) que han sido exitosas por 2,688 días y lo pueden seguir siendo si él no desmantela estas herramientas, o «set de tools», arriesgando al país a catastróficas consecuencias.
Sí. Al leerse el libro «Courting Disaster» sobre cómo la CIA mantiene a salvo y muy seguros a los connacionales estadounidenses, Thiessen tiene la clara encomienda de defender la tortura, como herramienta que ha salvado miles de vidas. La tortura («waterboarding» y otras técnicas) en los programas de interrogación son «Highly recommended». Marc Thiessen fue quien le escrribió el discurso al Presidente George W. Bush en 2006 para que explcara sobre las técnicas de interrogación, sin decir en qué realmente consisten. Y es que, en rigor, para mentir, engañar y ocultar, es cierto lo que se dice de Thiessen, «nadie sabe más que él sobre cómo opera la CIA» y cuán efectiva ha sido la tortura para adquirir informes, «penetrating al-Qaeda’s high command, and providing our military with actionable intelligence», de modo que se eviten ataques mortales contra Norteamérica.
El sabihondo de Thiessen es quien dirá a Obama que continÁ¼e los programas de la CIA y que no permita que se sigan desclasificando documentos secretos porque así se ayuda al enemigo. La más sorprendente maniobra de la retórica de Thiessen es esconder la procedualidad y técnica material de la tortura detrás del término «enhanced interrogation», de modo que no se vaya a pensar que se amplía la interrogación, con puñps, patadas y torturas, o humillaciones extremas y dolor extremo. Se podría crear un magnífico «non-sequitur» con las explcaciones que Thiessen elucubra en estas 376 páginas de estúpidas cantinfladas en las que la conclusión es que «no hay norma razonablemente legal ni moral» para considerar la tortura como tortura. Si la tortura salva vidas, ya o es tortura. Es sabiduría. Y el «Waterboarding» salvó vidas, porque hizo que terroristas de Al Qaeda soltaran la sopa.
No cabe duda. Marc Thiessen conoce más que cualquier otro que no sea parte de la CIA, ya que ha estado en las prisiones clandestinas y en el Centro de Detención de Guantánamo, donde por incontables horas entrevistó, no a los torturados, sino a los torturadores, «the men and women involved in the interrogations at every level —from Vice President Dick Cheney to the interrogators themselves». Y gracias a tan completa investigación, corrió a escribir su libro. La tortura no existe. Lo que existe es un ampliamiento circunstancial de las preguntas que ilumina al interrogado por parte de los dedicados profesionales de la inteligencia («dedicated intelligence professionals»), que hagan lo que hagan no debe tener gente que husmée en sus actividades y menos sufrir la amenaza de investigación judicial por sus acciones, si todo lo que hacen para defender el país. La Administración Obama no debe dar a los terroristas capturados más derechos legales
que se ofrecerían a los legítimos prisioneros de guerra; sin embargo, el problema en los EE.UU. es que, después que se sea extranjero, sin documentos legales (como sucede a muchos mexicanos y centroamericanos) y hoy, en particular, si es musulmán o tiene estereotipo de Talibán / árabe / o cualquier chivo barbado con turbante, se corre el riesgo del estigma terrorrista… Es caro defenderse de la acusación ante tanto islamófobo suelto entre millones de ‘Conservative Republicans’.
Y hallar, un «pundit» o sofista cínico, como Theissen, que necesita 362 páginas para cantar su loa a la tortura, rebautizándola con el nombre de «enhanced interrogation», no es tan fácil. Y menos uno que se atreva decir: «La tortura funciona y, cuando funciona, ya no es tortura. Es patriotismo al estilo americano».
Ante toda esa perorata que Thiessen ofrece como «sabiduría y consejos» para el presidente Obama, el análisis mundial es distinto. Desde el momento que Bush entró en guerra, aplicando sus solucjiones: «El mundo se ha hecho menos pacífico. Este aumento de los conflictos es una de las señales del debilitamiento del orden unipolar encabezado por EE.UU… Con Bush se ha visto la confirmación del fracaso de la estrategia de EE.UU. en Irak como táctica en la llamada ‘Guerra contra el terror», le han advertido especialistas como Lotta Mayer y el profesor Khatchik Derghoukassian, de Relaciones Internacionales de la Universidad San Andrés, agregándole con la presión en Irak, «hubo un corrimiento del conflicto hacia la periferia: aparecieron focos en el norte de Africa, en Afganistán, Pakistán y la India». Las guerras agravan los conflictos; los perpetúan y extienden. «Hemos vuelto a la situación de hace cuatro o cinco años». Y, en el
escenario de la seguridad mundial: la confrontación bélica volvió a Europa, de la mano del choque entre los tanques de Georgia y Rusia.
Lo que las políticas de guerra y seguridad interna que Thiessen vende como gurú de la tortura lo que hace es que transforma la violencia de carácter social o interna en conflicto político que enmascaran su afán de intervencionismo. «Si van a pelear, como el mejor postor, el Pentágono y la CIA se ofrecen. Detrás de la política de seguridad y contraterrorismo de los EE.UU., lo que existe es la utilización de conflictos sociales graves para darles solucionesdel tipo militar regional, así puede darse con la situación de México frente a formas de organización delictiva como el narcotráfico, o Colombia. «Hay pues que frenar la tendencia a formas de cooperación regional para que se venda la guerra, la tortura y la vigilancia», dice Khatchik Derghoukassian. ¿Y qué mejor discursador de esta perversidad que Marc A. Thiessen?