Distinto trabajo, mismo espacio
“Se buscan compañeros para compartir gastos en un local amplio. Allí se ubicaría un espacio de exposición abierto y una gran nave destinada a varios talleres, una zona de usos múltiples y quizás un punto de venta. Perfecto para trabajo artesanal, interesante como local de ensayo, centro de reuniones y otras actividades”. Así reza el evento difundido a través de Facebook de un joven emprendedor que busca interesados en trabajar en el mismo espacio en el que quiere montar una pequeña forja artística.
El coworking es una iniciativa cada vez más extendida debido a los pocos recursos económicos y las dificultades que tienen aquellos que deciden montar su propio negocio en tiempos de crisis. Consiste en compartir espacios y equipamientos laborales con otras personas que se dedican a actividades diferentes, de sectores que no tienen por qué estar relacionados. En un mismo local, varios profesionales comparten sillas, escritorios y ordenadores de manera organizada y ajustan sus horarios a las necesidades de todos para que el mayor número posible de personas pueda disfrutar de la “oficina común”. Esta cuenta tanto con espacios de trabajo como de distensión para sus empleados.
La mala situación económica ha impulsado a muchos trabajadores a tomar la iniciativa y a crear su propio negocio tras ser despedidos de sus empleos o después de años buscando uno sin resultados. Los emprendedores se enfrentan a una dura realidad en la que necesitan conseguir dinero para empezar su proyecto en un momento en el que los bancos recelan de dar préstamos si no ven un éxito seguro o una garantía fiable. El coworking es una manera de ahorrar gastos mediante un uso compartido del espacio físico, donde cada empresa desarrolle su labor. Así, un alquiler como el del anuncio, que superaría los 300 euros y que no podría asumir un emprendedor en solitario, se convierte en una cuota mensual de poco más de 25 euros mensuales si se reúne a alrededor de quince personas dispuestas a compartir local y tiempo.
El número de empresas dedicadas a buscar este tipo de espacios ha crecido de forma notable en los últimos años no solo por parte de la iniciativa privada, que cobra a los emprendedores en función del uso que hagan de las instalaciones. Numerosos ayuntamientos u organizaciones de barrios han habilitado los conocidos como “viveros de empresa”, financiados con fondos municipales y destinados para acoger de forma temporal a las empresas que dan sus primeros pasos.
Aunque el coworking se dirige sobre todo a profesionales freelance que necesitan de un espacio estable donde desarrollar trabajos creativos, sus usuarios se diversifican cada vez más. “Dentro de cinco años, habrá espacios de cotrabajo grandes y pequeños, habrá franquicias, espacios especializados en determinadas industrias…” apunta Tony Bacigalupo, de NWC, una de las principales empresas de coworking del mundo cuyo eslogan dice “¡Deja de hablar con tu gato, vístete y ven a trabajar con nosotros!”.
Ese es el espíritu con el que nacen muchas de estas organizaciones. No solo proporcionan los servicios para trabajar con comodidad, sino que quieren potenciar la interrelación entre sus miembros. Así, aportan un contacto personal con profesionales de distintas áreas, lo que enriquece al trabajador y amplía sus conocimientos y horizontes laborales. También se potencia la colaboración y el compromiso de todos para crear un ambiente de trabajo sostenible y agradable, que necesita orden, horarios y disciplina para funcionar. Con ello se elimina la soledad del profesional autónomo que trabaja desde casa y se le ofrece un ambiente en el que desarrollar todo su potencial y que puede ayudarle a mejorar sus resultados a la vez que crea lazos laborales y personales con sus compañeros.
Como explica el lema de NWC, “trabajar para ti mismo no significa trabajar solo”. Y, como sugiere esta empresa, gracias al trabajo en común, la satisfacción de ser tu propio jefe no tiene por qué llevar consigo la obligación de hacer tus tareas en casa mientras hablas con tu gato.