Tomo el tÃtulo del excelente ensayo de David Anisi, que en gloria esté, sin pedirle permiso aunque convencido de que me lo concederÃa, por la temática a tratar en este artÃculo más que por el fondo que contiene, porque nadie como él para hablar sobre asuntos de este tipo.
Y el caso es que este fin de semana hemos conocido un dato demoledor para las conciencias bienpensantes de Occidente, un dato que arroja sobre la mesa todas nuestras vergüenzas y nos dice que una sexta parte de la población mundial pasa hambre crónica.
Hace unos siglos la escasez venÃa provocada por la falta de tecnologÃa suficiente como para producir la suficiente comida para alimentar a todos los habitantes del mundo, pero hoy la escasez viene provocada por la polÃtica económica de los paÃses occidentales y la corrupción polÃtica de los paÃses subdesarrollados.
La tecnologÃa actual permitirÃa alimentar a toda la población mundial, eso es un hecho, no es demagogÃa sino una verdad vergonzante para nuestras conciencias. Hay una parte del mundo que pasa hambre porque el resto lo permitimos.
Y lo permitimos en aras de un beneficio económico que se convierte en falaz e hipócrita desde el mismo momento que genera el hambre, porque una cuestión es obtener más beneficios que otros paÃses pero otra muy distinta es obtenerlos a costa del hambre de otros paÃses.
Una sexta parte de la población mundial no tiene nada que llevarse a la boca mientras que en este mundo, en el nuestro, en el acomodado, nos dedicamos a limitar nuestras cosechas, a desaprovechar nuestros recursos con el único objetivo de que los precios se sigan manteniendo.
Algo falla en la EconomÃa si no es capaz de dilucidar este dilema, o más que en la EconomÃa en la forma de aplicarla, porque la solución al problema es sencillo desde un punto de vista económico, lo que falta es voluntad de solución.
Se tratarÃa de polÃticas de redistribución alimentaria que sustituyeran al trasvase de fondos al desarrollo que se han mostrado como ineficientes en repetidas ocasiones debido a la corrupción de los paÃses destinatarios.
La población que se muere de hambre no quiere nuestro dinero, necesita comer y para ello requiere alimentos y que les enseñemos a producirlos para poder alimentarse por sà mismos en el largo plazo.
Pero nosotros aquà seguimos hablando de nuestra crisis económica que no nos deja comprarnos un nuevo televisor, de las previsiones catastrofistas que nos impedirán comprarnos una casa en la playa, y de la vuelta al cole de nuestros niños a los que seguiremos comprando un conjunto de ropa para cada dÃa.
Basta ya de hipocresÃa, no estoy hablando desde la demagogia, hablo desde la certeza económica de que una solución es posible siempre y cuando los polÃticos dejen de hacer polÃtica y deriven los recursos de manera eficiente.
Yo, particularmente, me siento avergonzado se la especie humana por permitir que este hecho siga sucediendo en pleno siglo XXI.