Pregunté a los hombres:
– ¿Qué lleváis envuelto en ese fardo, hermanos?
Y ellos me comentaron:
– Llevamos un cadáver, hermano
Así que les pregunté:
– ¿Lo mataron o murió de muerte natural?
– Eso que preguntas tiene difícil respuesta, hermano, pero más bien parece haber sido un asesinato”
– ¿Y cómo fue el asesinato? ¿A cuchillo o con bala, hermanos?
– No fue ni un cuchillo ni una bala: ha sido un crimen mucho más perfecto, que no deja huella alguna.
– Entonces, ¿cómo lo han matado? – pregunté y ellos me respondieron con calma:
– A este hombre lo ha matado el hambre, hermano.
(Este “cuento” de Josué de Castro sólo pide silencio para la reflexión, sentarse con otros para buscar juntos propuestas alternativas y tomarnos el tiempo para llorar a los asesinados de cada día. Mientras afilamos nuestros machetes. Cada uno el suyo, porque en el principio no fue la palabra, sino la acción. Primero el grito, la palabra vino después).
J. C. Gª Fajardo