Empezó hace tres años. Los bancos ofrecían sin garantía de solvencia créditos a cualquiera para comprar una vivienda. A cualquiera. Casi forzaban a que se pidieran créditos. Millones de créditos hipotecarios. Esos créditos se empaquetaron en productos financieros más oscuros. Se camuflaron (“titulizaron” en jerga bancaria) y se compró y vendió deuda hipotecaria oculta. Sin freno. Pero un mal día, en Estados Unidos alguien no pudo pagar la cuota hipotecaria. Y luego otro y otro… Estalló la crisis de “hipotecas-basura”. El principio.
El resto, bancarrota bancaria, rescate gubernamental, pánico y propósito de enmienda… Pero pronto, vuelta a las andadas: especulación sin freno, especulación que encarece alimentos básicos, estafas varias, fraudes diversos, ocultación, reducción escandalosa de crédito a empresas, recesión, desempleo…
Según Juan Torres, “los bancos han sido el arma del crimen e incluso han apretado el gatillo. En lugar de canalizar el dinero recibido hacia la inversión productiva han especulado. Y han hecho otros negocios sucios, porque los bancos son los que permiten blanquear dinero, están en paraísos fiscales, sirven de vehículo para traficar con armas, con drogas, con personas, para que los terroristas muevan su dinero. Y financian con miles de millones los negocios más sucios”.
Pero en lugar de marcarlos de cerca e incluso sancionarlos, Juan Torres nos recuerda que “la Reserva Federal de Estados Unidos repartió a grandes entidades financieras y empresariales de todo el mundo (desde 2007 a 2010) más de 3,3 billones de dólares a un interés del 0,25%. Y desde 2009 el Banco Central Europeo proporciona millones de euros a los bancos privados al 1%. Los bancos, con ese dinero compran deuda de los Estados, especulan y ganan miles de millones. A los bancos responsables de la crisis y a las grandes empresas transnacionales les prestan dinero a bajo interés (del 0,25% al 1%), pero a las pequeñas y medianas empresas (que crean riqueza) lo prestan con interés del 8% al 11%.
Tres años después del inicio de la crisis crecen la sinvergonzonería, los abusos y los fraudes económicos y financieros. La situación es tan preocupante que hasta la neoliberal Comisión Europea dice que endurecerá las normas contra delincuentes financieros. Porque hasta ahora, la actuación contra sinvergÁ¼enzas de guante blanco es de risa. Simbólica. En Europa, multas inferiores a 150.000 euros (aunque en casos contados puedan ser de algunos millones). Y en Estados Unidos se requisa de un 5 a un 10% de los beneficios logrados ilegal y fraudulentamente; así el ladrón de guante blanco se carcajea en su lujosa casa mientras disfruta de los cientos o miles de millones robados. Para los delincuentes económicos y financieros (que causan muchísimo más daño que todos los ladrones descuideros de una gran ciudad) las multas y ridículas restituciones son solo una partida más de los costes
¿Por qué no se requisa e incauta todo lo adquirido con fraude o trampa? Porque perro no come carne de perro. Joseph Stiglitz explica que “no hay razones de principio, hay razones de dinero. Por las contribuciones a las campañas electorales, el cabildeo, las puertas giratorias entre política y negocios…” ¿Lo captan?
Si las infracciones económicas y financieras de la ley que causan daño a muchísimos se juzgaran con la misma severidad con que se juzgan delitos de narcotráfico, por ejemplo, las cárceles de los países desarrollados estarían superpobladasde personajes con traje y camisa a medida más corbata de seda. Ante tal panorama, los economistas William Blake y James Galbraith proponen meter en la cárcel a todos los delincuentes de guante blanco que han perpetrado actos fraudulentos si queremos salir de la crisis. El Nobel Stiglitz está de acuerdo: “Deberíamos meter en la cárcel a buen número de esos tipos. Porque hay víctimas suyas reales en el mundo entero”.
¿Por qué no están ya en la cárcel? Porque los ciudadanos estamos acobardados y haciendo dejación de nuestra responsabilidad como depositarios de la soberanía y del poder político. No es fácil, pero hay que ponerse en marcha. Contra quienes dicen que no hay nada qué hacer, cabe recordar que ciertamente nada cambia si nadie hace nada.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor