Sociopolítica

Crítica del acto homenaje a Mario Abel Amaya

Buenos Aires, jueves 19 de septiembre de 2012

Estimados correligionarios presentes en el Homenaje rendido a Mario Abel Amaya el martes 18 de septiembre de 2012 en el Comité Nacional

Tenemos el deber de ensayar unas críticas líneas a propósito del acto celebrado el día de ayer en homenaje a nuestro querido correligionario y diputado nacional Mario Abel Amaya, inclaudicable defensor de presos políticos y ejemplo emblemático del foro argentino.

A pesar del esfuerzo y el mérito que significó para sus organizadores, la empresa de producir la convocatoria, no podemos dejar de señalar nuestras respetuosas diferencias y objeciones con respecto al acto mismo, a las notorias ausencias registradas, y a la ostensible contradicción expuesta por uno de los oradores.

En principio debemos decir que el ámbito físico elegido para el evento, el vestíbulo del Comité Nacional, no condijo con el respeto que se merecía el homenajeado ni con la consideración debida a los concurrentes mismos. Nada debió impedir que las autoridades del Comité Nacional habilitaran el salón de actos para que el homenaje ocurriera en un lugar más apto y digno, que permitiera al centenar de concurrentes, la mayoría entrados en años y afecciones (y que pese al temporal se arrimaron al Comité), la posibilidad de sentarse y poder esbozar alguna participación, para recién una vez culminada la ceremonia verbal trasladarse al vestíbulo y descubrir la placa destinada a Amaya. Por el contrario, fuimos apremiados a pasar algo más de una hora, hasta la llegada de Hipólito Solari Yrigoyen y la iniciación del acto, y durante el transcurso del mismo, parados o de pié, por la inexistencia de sillas.

Pero más allá de la descortesía que entrañó este proceder, lo que más nos afligió fueron las significativas ausencias que se registraron, y la celeridad con que se despachó el trámite del homenaje, cual si fuera un efímero ritual litúrgico ajeno a la actual postración política del partido y del país. A diferencia de lo que ocurrió hace unos meses, cuando inauguramos en un barrio de la Capital la Plazoleta que lleva el nombre de Amaya, en la oportunidad de ayer los organizadores no le ofrecieron a los presentes la palabra para que pudieran manifestar algún testimonio sobre el homenajeado, quien precisamente había sido conocido en forma personal por muchos de los que ahí estuvieron, quienes anhelaban tener la ocasión de contar sus recuerdos o expresar sus justos agravios.

Entendemos que esta mecánica autista no es casual ni involuntaria ni inocente y que se corresponde fielmente con la aguda y crónica crisis que sufre el Radicalismo, donde desde hace años se re-huye el debate y la autocrítica, se acallan las opiniones disonantes, se desmoviliza a los afiliados, se le imponen entre gallos y medianoche oradores, candidatos, pactos y aliados, incluso intelectuales alquilados, se fomenta la endogamia y la obsecuencia hacia quienes ocasionalmente detentan la conducción del aparato partidario, y se le impide a sus afiliados la discusión sobre la tragedia nacional y sobre el drama del mundo, consintiendo en ocultar sistemáticamente –con la complicidad de muchos conocidos comunicadores sociales– el verdadero origen del denominado Proceso, que no aconteció el 24 de marzo del 76 o septiembre del 55, como pretende el anacrónico y falso calendario político oficial, sino la oculta noche obscura, fría e indefensa del 28 de junio de 1966.

Para justificar la ausencia del Presidente del Comité Nacional Ing. Mario Barletta, el Dr. Juan Manuel Casella argumentó dificultades en su traslado provocadas por la inclemencia meteorológica. A esa elocuente ausencia, también se sumó la de los senadores nacionales Sanz, Morales, Naidenoff, Artaza, Marino y Cano; la de los diputados nacionales Aguad, Alfonsín, Gil Lavedra, Negri, Barbieri, Maldonado y Santín; y la de numerosos Intendentes, convencionales y ex autoridades (Rozas, Terragno, Gauna, Cobos, Paixao, Pascual, Loñ, Moreno Hueyo), que no podían ignorar el evento, lo cual nos ha colmado de pesadumbre, por la injusta indiferencia y la conspiración de silencio que estas notorias ausencias implican.

Asimismo, también estuvieron ausentes ex radicales como las diputadas Stolbizer y Carrió, aunque ignoramos si se les cursó la correspondiente invitación. Partimos de la premisa que su éxodo del partido no supone que hayan renegado de sus mártires, aunque no hubieren tenido la dicha de conocerlos.

Por el contrario, entendemos que el martirologio de Amaya como el de Além (cuyo culto no puede ser estigmatizado como necrofílico), también les pertenece a ellas, a pesar de su diáspora de las filas partidarias, y que como nobleza obliga debieron haber sido invitadas. Sostenemos también, que este homenaje al Diputado Amaya debe ser extendido a los demás correligionarios que fueron víctimas mortales de la represión genocida, tales como Sergio Karakachoff, Máximo Mena, Carlos Capitman, y Roberto Jurado.

Pero resta aún la crítica más dolorosa, que hace a la autenticidad de nuestra profesión de fe doctrinaria, pues el Dr. Casella se refirió a una eventual demanda para abrir investigaciones judiciales sobre los numerosos crímenes de lesa humanidad cometidos por la Triple A durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón. Sin embargo, el Dr. Casella no alcanzó a explicar como esta justa y sentida reivindicación se habrá de compadecer con la postura que nuestras autoridades partidarias y la suya propia tuvieron en oportunidad de aprobarse las leyes de impunidad (Obediencia Debida y Punto Final), que muchos consideramos en su momento como una traición a la memoria de nuestros correligionarios Amaya y Karakachoff. Esta inexplicable contradicción no ha sido auto-criticada y debe ser urgentemente saldada en el seno del partido, por más que ello produzca irremediables decepciones, desencantos y necesarios pasos al costado.

La autocrítica empeñada por haber producido esa injusta legislación aún subsiste y no ha sido saldada, privando de transparencia y dignidad al accionar partidario, como un obstáculo ético insalvable, que impide restaurar una coherencia perdida, ineludiblemente necesaria para poder recuperar una autoridad moral que nos permita –sin soportar cargos de conciencia—ponernos de pié y acusar los crímenes de la Triple A. Dicho obstáculo ético también se muestra como una vieja factura impaga y a regañadientes protestada, que algunos cínicos e hipócritas pretenden en silencio y sin escrúpulos que devenga en incobrable, y como tal trasladable inexorablemente a la cuenta Pérdidas de una inclemente justicia universal, propia de una “lógica profana y terrenal de la historia” que ha sido por completo ajena a las tradiciones filosófico-políticas del Radicalismo (cfr.:W. Benjamín y Reyes Mate).

En concordancia con esa autocrítica, y como parte de esa factura impaga que nos tiene postrados, los que fueron en nuestro partido víctimas de ese injustificado despropósito histórico, los ex diputados radicales Juan Bautista Belarrinaga, Norberto Copello y Jorge Stolkiner, que se opusieron abiertamente a dichas leyes de impunidad en el seno de la propia Cámara (y que por ello no les fue en ese entonces renovado el mandato), deben ser imperiosamente reivindicados, en sus personas y en la de sus deudos, y públicamente incorporados al panteón de nuestros dirigentes comprometidos con la verdad y la justicia.

Por todo ello es que reiteramos que el sacrificio de Amaya no fue en vano, que la memoria de su martirio trágico está presente y muy vivo en nuestro recuerdo, que los sueños que alimentaron su sacrificio siguen aún vigentes e inconclusos, y que por ende, el compromiso político por honrar su memoria no habrá de ser negociado en las trastiendas del mundo político ni transferido al desván del olvido mientras tengamos un hálito de vida.

Cordialmente,
Juan José Rosenberg y Eduardo R. Saguier

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.