En nuestro afán divergente por ofrecer al lector un muestrario de estilos de liderazgo observables en las organizaciones jerarquizadas, afrontamos en el día de hoy lo que algunos empleados criticones consideran no tanto un modelo en sí mismo como una variante perversa del modelo de liderazgo situacional de Hersey y Blanchard o como una desviación delirante de la teoría de Blake y Mouton.
Para evitar que los lectores no especializados tengan que darse una vuelta por la Wikipedia, nos permitimos decir que:
– El modelo de liderazgo situacional se construye a partir de la interacción entre la conducta del líder (centrada en la tarea o centrada en las relaciones personales con los subordinados) y la conducta de los subordinados (elaborada a partir de preparación para la tarea y el nivel de madurez).
– El modelo de Blake y Mouton permite establecer 5 estilos básicos de liderazgo (equilibrada, equipo, club social, autoritaria e insuficiente), en función del grado de disposición o interés del líder por el bienestar de las personas o por la ejecución eficaz de las tareas.
Pues bien, el liderazgo orientado al propio líder, puede definirse como el estilo de comportamiento directivo centrado en la personalidad y conducta del propio dirigente.
Este estilo de dirección podría entenderse como una variante del modelo de liderazgo situacional en la que el líder se centra en su propia personalidad y comportamiento, o como una variante del modelo de Blake y Mouton en el que el líder muestra un interés escaso por la ejecución de las tareas y un interés mínimo por el bienestar de las personas, excepción hecha de su propio bienestar.
Es importante recalcar el matiz, aunque es un matiz evidente, de que el modelo de liderazgo orientado al propio líder no se define por el comportamiento del subordinado sino por la proyección que el directivo hace de sí mismo hacia sus subordinados, convirtiéndose de esta forma en la referencia ideal de conducta para éstos. En este sentido, un líder orientado a sí mismo suele correlacionar con un ecosistema óptimo para que los trepas (sinónimo de empleados orientados absolutamente al líder) progresen.
Aunque el líder orientado a sí mismo se caracteriza esencialmente por el uso intensivo del tiempo alrededor de su propia persona, es conveniente resaltar tres efectos prácticos que sufren los subordinados:
– La interacción entre esta clase de líder y los subordinados suele ser unidireccional. El líder habla y los subordinados escuchan.
– Estos líderes no son felices ante la presencia de subordinados que hablan, y menos ante los subordinados que describen situaciones o exponen problemas.
– El líder orientado a sí mismo rara vez pregunta, y cuando lo hace, no suele esperar que se le responda. De hecho, algunos se responden a sí mismos evitando de esta forma que los subordinados contesten.
El líder orientado a sí mismo tiene tendencia a pensar que se encuentra en un nivel superior de conocimiento práctico de las situaciones que viven sus subordinados. Por eso, casi siempre les explica a éstos cuál es la situación en que ellos se encuentran.
El líder orientado a sí mismo tiene como principal carencia su dificultad para estar callado y atento escuchando lo que los subordinados tienen que decirle.
Su incontrolada autoestima y la tendencia a creer que el conocimiento práctico puede ser sustituido por la lectura de manuales, junto con la idea de que su papel consiste en ser una especie de institutriz al estilo de la señorita Rottenmeyer (los más jóvenes se den una vuelta por Wikipedia con la entrada “Heidi”), hacen de este modelo de liderazgo uno de los más insoportables para las personas que quieren hacer bien su trabajo.
Pero no todo es malo; como ya hemos dicho, el liderazgo orientado al propio líder genera un ambiente en el que trepas y vagos pueden encontrar su mejor desempeño por el sencillo método de centrarse en la personalidad del jefe y apoyar su desbordante autoestima mediante el halago y la sutil adulación.
No hay que decir que el liderazgo orientado al propio líder y el liderazgo orientado al ruido son perfectamente compatibles; aunque debe admitirse que puestos a elegir, el líder chismoso es mil veces más insoportable que el líder simplemente orientado a sí mismo.