Hechos 6:8 Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.
9 Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban.
10 Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
11 Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.
12 Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio.
13 Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley;
14 pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés.
15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Nuestro hermano Esteban, quien fue martirizado por los judíos del primer siglo, tenía cualidades especiales que paso a enumerar:
1. Estaba lleno de gracia.
2. Estaba lleno de poder.
3. Hacía grandes prodigios.
4. Hacía grandes señales.
5. Tenía sabiduría irresistible.
6. El Espíritu con que hablaba, era irresistible.
7. Su rostro se embellecía como el de un ángel.
Todas estas cualidades no son perseguidas por los cristianos como cosa a qué aferrarse sino que son inherentes, por naturaleza, a todos los cristianos, en la medida en que nos profundicemos en el amor de Cristo, su conocimiento y la práctica de su ministerio. No podemos decir que son gratuitas y el precio que debemos pagar es la de una dedicación exclusiva a la causa de Dios en Cristo Jesús.
Junto con la aparición de estas cualidades y/o virtudes, están acompañados algunos “riesgos” que, realmente, no nos preocupan en absoluto o, por lo menos, no debieran preocuparnos; como a Cristo, Esteban y muchos otros, no les preocuparon. Las “consecuencias” o “riesgos” que podemos causar son los que asumió Esteban:
1. Levantó disputas.
2. Sus enemigos se soliviantó a contra él.
3. Sufrió falsos testimonios de gente sobornada por sus enemigos.
4. Desató, sin proponérselo, pasiones violentas.
5. Lo acusaron, falsamente, de blasfemias contra el templo y contra la Ley.
6. Lo acusaron de decir cosas que nunca dijo.
7. Finalmente lo apedrearon, muriendo, sin razón e injustamente.
Tengo la sensación que muchos cristianos anhelan las cualidades propias de los que entregan la vida por la fe en Cristo pero que no están dispuestos a hacer esa entrega ni mucho menos sufrir las “consecuencias”. Es solo una sensación. También he podido ver cristianos heroicos que se entregan cada día más. En todo caso, sea el punto que fuere en donde nos encontramos, tenemos ejemplos vivos de los que fueron nuestros hermanos en el pasado y de lo que son en el presente, siendo estos, fuente constante de inspiración genuina.
Actuar a favor de la justicia y la verdad, desgraciadamente, no es popular y son pocos quienes se aventuran con coraje, valentía y decisión a confrontar sus consecuencias. Nuestra sociedad actual está plagada de dichas situaciones y debemos ser, los cristianos, los vanguardistas en su combate y erradicación. No podemos ni debemos actuar con cálculo político ante dichas situaciones porque entonces perderíamos nuestro galardón. Nuestro comportamiento contestatario ante los acontecimientos cotidianos de nuestro mundo, que están signados por la injusticia y que son carentes de toda verdad, deben ser emplazados por nosotros de todas las maneras posibles y sin ningún temor, naturalmente. No podemos ver la explotación de nuestros semejantes y quedarnos impávidos; no podemos ver el ajusticiamiento de nuestros semejantes y tener sólo conmiseración; no podemos ver el hambre y la enfermedad y tan sólo decir: “lo siento mucho”; no podemos ver el pecado mundial y no luchar para combatirlo. Dios demandará de nosotros nuestra inconsecuencia.
Cristo, Esteban y muchos otros, a través de la historia, clamarán nuestra inconsecuencia a la hora del juicio final y nadie tendrá justificación si fuere encontrado en el pecado de no comprometerse con la causa de Dios. Ella es clara y meridiana en nuestro cristocentrismo y nos reclama, a viva voz, nuestra participación activa y comprometida. No nos importe meter las manos al fuego por amor al prójimo, no nos preocupe poner el pecho por quienes no pueden hacerlo, no sea nunca de cuidado morir por Cristo…….