Que corren malos tiempos no es ninguna novedad.
- Malos tiempos para la economía del país y los derechos de los trabajadores y sus familias; malos tiempos para las libertades públicas, para las enfermedades emergentes, para las clásicas que ya no responden a los antibióticos y para las llamadas enfermedades raras.
- Malos tiempos para la educación, los jóvenes, los profesionales libres, los ancianos y dependientes, las clases medias, las mujeres y los hijos de machistas y muchos más.
- Y malos tiempos para el Planeta y todas sus formas de vida.
Entre tanto, en Europa y Oriente Medio el terrorismo se ha convertido en una pesadilla desde que comenzaron las guerras de saqueo y control geopolítico y del petróleo organizadas por los países occidentales que se dicen estados de derecho, demócratas, enemigos de la pena de muerte, defensores de los derechos humanos y, por supuesto, del cristianismo. Así que andamos entre impostores y desastres sin cuento provocados por ellos o como consecuencia de sus actuaciones.
El conjunto mundial se muestra como un despliegue de calamidades sin solución
¿Y quién se libra de esta plaga de calamidades?
Ášnicamente los banqueros, los defraudadores con o sin paraíso fiscal, las grandes empresas y sus consejos de administración, la multinacional Iglesia y las demás multinacionales. Todos ellos gozan de múltiples privilegios que les han permitido aumentar sus beneficios, ocultar sus fraudes en los llamados paraísos fiscales (verdaderas cuevas de Ali Babá), tributar cantidades simbólicas o estar exentos de impuestos que tendrán que pagar por ellos el resto de los ciudadanos para equilibrar las cuentas del Estado y obligados a mantener a sus castas de privilegiados. Para estas gentes, estos no solo no son malos tiempos, sino que mejores no los podría haber.
Los privilegiados y sus perversas hazañas
Despedir trabajadores con tanta facilidad como hoy, si se trata de una empresa; recibir ayudas de dinero público que no devolverán si se trata de una multinacional, de un banco o de la Iglesia – también exenta de tributar; tener la caja fuerte en un paraíso fiscal o acogerse a amnistías fiscales sin mayores problemas, forman una tenebrosa telaraña de corrupción, prepotencia y abusos contra los más débiles en la escala social mientras la inmoralidad pública se extiende por todas partes como una pesada capa oscura que tapa el sol de la vida colectiva en todo el Planeta.
A su vez, éste se ha sublevado contra la especie humana responsable de envenenar la vida toda y reacciona con un cambio climático apocalíptico que va a alterar para siempre las condiciones de existencia en todo el orbe, poniendo fin a tanto desamor, causante del enorme deterioro social y de los excesos y abusos contra el reino animal, vegetal y mineral.
Los polos se derriten, el nivel de los mares se eleva y muchas de las costas que conocemos como paraísos turísticos se verán invadidas por las aguas. Y eso no es todo, como sabemos de sobra, pero en cualquier caso hay algo definitivo: el mundo materialista se hunde a pesar de tanta tecnología, tantos expertos en esto y aquello y tantos conocimientos intelectuales. Y sin embargo este gran desastre global hubiera podido evitarse con la fuerza sagrada del amor altruista.
¿Será esta la póstuma lección que recibirá la humanidad y cada uno de nosotros para instarnos a cambiar nuestro egocéntrico modo de sentir, pensar y actuar?