Cuarentones
Todos aquellos que nacimos entre los 60 y 70, somos una generación especial. Nos hemos situado en esa edad en la que se reconoce nuestra madurez, templanza, buen hacer, experiencia y capacidad de liderazgo. Sin embargo, en muchos casos la vida no nos ha tratado mejor que a otros. Pertenecemos a esa generación en la que a los cuarenta y tantos hemos adquirido un gravedad superior; tenemos cargas familiares, económicas y en muchos casos deudas adquiridas al vernos obligados a clausurar negocios al frente de los cuales nos hallábamos y que en muchas ocasiones se habían heredado de un modo u otro de nuestro padres, bien por pertenecer a ellos o por habernos transmitido también la capacidad de trabajo, dedicación y esfuerzo que hemos visto siempre en casa, lo que ha animado a muchos a ser emprendedores.
Rozando ya el medio siglo de vida, se halla uno en el punto de no retorno en dónde no se es ni joven aún ni viejo todavía, se ha cotizado más de dos décadas y sin embargo se ve aún muy distante la ansiada edad de jubilación, para el que tenga la dicha de poder llegar a ella, si es que llega a haberla, y sin saber muy bien cuál será ésta. Nacimos en la era del franquismo, con la culpa y el desasosiego instalado de por vida en nuestras entrañas llegando a asimilar ya desde niños la naturaleza del régimen y de dónde veníamos, su calado y sus premisas. Nos tocó estudiar bachillerato, COU y francés teniendo que compatibilizar los estudios con el trabajo en negocios familiares o con la agricultura y la ganadería y vivir en primera persona los mágicos 80 con la energía de ser jóvenes e ilusionados, mientras hacíamos la mili y pretendíamos ser mayores. Nos casábamos jóvenes y jóvenes engendramos a nuestros hijos como tratando de ser independientes lo más pronto posible, con lo justo o sin nada, porque en muchos casos poco o nada se nos podía dar. Era una sociedad en evolución la que comenzaos a crear un mundo que se nos está yendo de las manos.
Nuestra generación tuvo un contacto tardío con la informática y con el sexo, si lo comparamos con lo que ahora sucede, y teníamos valores a los que agarrarnos. Respetábamos a nuestros mayores y seguimos haciéndolo. Nos tocó viajar poco por el mundo y conocer el significado del esfuerzo para conseguir las cosas superando infinidad de obstáculos a base de sacrificio.
A día de hoy, tras haber pasado por varias etapas de la vida y después de dar muchos traspiés, muchos pensaban que su trabajo y su salario serían para toda la vida. No. No ha sido así. Hoy muchos se ven en la calle con un negro horizonte ante ellos preocupados por su subsistir diario y del de los suyos, mientras las ayudas son destinadas a individuos cuya juventud se le ha alargado por decreto hasta los treinta y cinco y son mas proclives a firmar contratos basura, o a trabajar en condiciones que apenas un lustro atrás hubiésemos tachado de despóticas o incluso ilegales. Se ha creado un grupo especial dado en llamar “desempleados mayores de45”como un grupo laboral de difícil inserción para quienes montan cursos de inserción y empleabilidad distintas entidades, agentes sociales u otros estamentos y que se pasan de unos a otros sin saber muy bien qué hacer con ellos.
Mal panorama se nos presenta si estamos esperando a que el gobierno (este o el que sea) vaya a solucionar la papeleta. Ya podemos aguardar sentados, o mejor dicho tumbados. De momento, los medios nos distraen la cuestión formando una cortina de humo con asuntos como la bota de oro de Messi, la independencia de los catalanes, las elecciones vascas, la crisis del PSOE y otros de extrema importancia para quien tiene otro tipo de problemas instalados en su casa o en la de sus padres a la cual algunos se han visto obligados a regresar como último recurso.
Por eso la solución, que desde luego tiene que existir (de otras peores dicen que hemos salido), depende de todos y cada uno de nosotros; no esperemos que esto lo levante el gobierno, salvo que los marcianos tomen la determinación de convertirse en nuestros dirigentes, porque aquellos —el gobierno y todos sus secuaces, digo— ya tienen el riñón bien cubierto y de un modo u otro salen de esta sabiendo que nunca les va a faltar.