«Costo Brasil» (Custo Brasil), un costo adicional que las empresas deben afrontar al momento de operar en dicho país
Excesiva burocracia, elevada presión fiscal, déficit de infraestructura y escasez de mano de obra. Análisis de los principales desafíos de la economía brasileña.
Si bien Brasil se transformó en la sexta potencia económica mundial durante el año 2011, el país todavía afronta importantísimos desafíos estructurales, que de no ser superados, podrían limitar el crecimiento en el largo plazo.
Existe en la economía brasileña el denominado «Costo Brasil» (Custo Brasil), el cual podría ser explicado como un costo adicional que las empresas y los distintos agentes económicos deben afrontar al momento de operar en dicho país. El mismo se compone de una multiplicidad de factores que a fin de cuentas, termina por incidir de manera definitiva en la capacidad productiva y en la competitividad de la economía local.
Los principales componentes que dan forma a este «obstáculo» al desarrollo son la elevada corrupción pública, excesivos costos para la creación y administración de empresas y una elevada burocratización del comercio exterior (exportaciones e importaciones).
El sector tributario es uno de los grandes problemas con los que el empresariado debe lidiar. Entre estos se destacan los altos costos para la contratación de personal, una asfixiante presión fiscal y una legislación impositiva excesivamente compleja e ineficiente. La necesidad de simplificar el sistema tributario es imperativa si el país desea ingresar de forma permanente en la elite económica internacional.
La inexistencia de una infraestructura adecuada es otro factor sensible. Es constante la saturación de puertos, aeropuertos, rutas y ferrocarriles. El elevado precio de la energía eléctrica empuja hacia arriba los costos de las empresas. Estos elementos hacen que las compañías locales se vean, en casos, imposibilitadas de competir en igualdad de condiciones con empresas de Europa y Estados Unidos.
La escasez de mano de obra calificada, sobre todo de Ingenieros y otros puestos técnicos, hace que muchos empleadores se vean obligados a importar trabajadores con el consecuente costo y desgaste administrativo que ello implica. En la actualidad solo el 7% de la mano de obra brasileña cuenta con un título universitario.
Las altas tasas de interés son otro de los obstáculos a los que el empresariado local debe sobreponerse. Los gobiernos de Lula y Dilma, conscientes de que una elevada inflación repercute directamente sobre el bolsillo de los trabajadores, han mantenido una política macroeconómica de tasas de interés elevadas e inflación baja (siempre por debajo del 7.5% desde 2004 a la fecha). Si bien esta estrategia permitió un reducido incremento de precios, con todas las virtudes que ello trae aparejado, encareció el costo de financiamiento para el sector productivo.
La inseguridad jurídica y la lentitud de los procesos judiciales son el último factor que termina de dar forma al «Costo Brasil».
Esta suma de elementos impide un crecimiento más robusto de la economía, que si bien mostró excelentes resultados durante la última década, hoy se encuentra ante una tasa de expansión relativamente baja si la comparamos con otros países latinoamericanos o con las potencias del BRIC. China cerrará 2012 con un crecimiento de 8,2%, India 6,6%, Rusia 3,8% y Brasil solo 1,6%.
La clase dirigente brasileña es consciente, desde hace ya muchos años, de esta realidad. Recientemente el Gobierno Federal anunció el concesionamiento de 7.500 kilómetros de carreteras y 10.000 kilómetros de vías férreas, las cuales serán administradas por el sector privado. El plan prevé inversiones por 60.000 millones de Dólares y se orienta a intentar comenzar a palear del déficit de infraestructura nacional. Considerando las dimensiones inmensas de la geografía brasileña, una mejora en las comunicaciones internas podría repercutir de manera sustantiva en la competitividad de la economía.
El Gobierno de Dilma Rousseff también impulsó un plan para reducir el costo de la energía eléctrica. La meta inicial era alcanzar una rebaja de un 20% en los costos energéticos, pero por la negativa de las principales generadoras a adherir totalmente al plan y por limitaciones del propio sistema se llegó solo a un 16%. De todas formas el número es una buena noticia teniendo en cuenta que el sector industrial brasileño debe abastecerse de una de las energías más costosas a nivel mundial.
Estos son algunos de los mayores desafíos que afronta la mayor de las economías latinoamericanas. Del éxito o fracaso de estas difíciles reformas dependerá la capacidad de Brasil de sostener un crecimiento sustentable en el largo plazo. Transformar el crecimiento en desarrollo y continuar con el proceso de reducción de la pobreza dependerá también de la evolución de los factores aquí mencionados.