En esta ocasión y en honor a la verdad, el discurso del Rey respondió con largueza las expectativas de los españoles, con la excepción de algún que otro pretencioso “metepatas” que han intentado banalizar su mensaje navideño, adjudicándole cierto morbo, carente de ingenio y tildándolo de fraseo jabonoso. Hablar de “acojone” de la Casa Real como define uno de estos periodistas, no es precisamente el calificativo más apropiado y si, altamente desafortunado como el resto de su ramplón artículo.
Don Juan Carlos, en su breve alocución, resumió acertadamente nuestra situación política, social y económica, sin revanchismos ni acusaciones para nadie por entender, que los esfuerzos y sacrificios a realizar a todos corresponden, apelando una vez más a la unidad española, tan peligrosamente cuestionada por la permanente amenaza nacionalista.
La nitidez con que definió su postura sobre el irregular comportamiento de su yerno, Iñaki Urdangarín, fue total. Sin el más mínimo atisbo de duda y elogiada por la gran mayoría de la población, utilizando un lenguaje claro manifestó con su frase “cuando se producen conductas irregulares, que no se ajustan a la legalidad o la ética es natural que la sociedad reaccione”. La absurda postura del duque de Palma, rebautizado con el apelativo jocoso de “Hurtangarin”, criticando a la prensa e intentando eludir su responsabilidad, constituyó el mayor de los despropósitos de este ambicioso personaje.
Convendría que tanto el PP como el PSOE, intentaran ser más cuidadosos a la hora de ensalzar la ética y ejemplaridad de la función pública alegada por el Rey, cuando ambas formaciones políticas mantienen en los tribunales complicadas “mortadelas”, tal como son los trajecitos de Camps y Costa en el caso del Partido Popular o la protección de los Chaves y Blanco pertenecientes al Partido Socialista.
Actualmente, ninguno de los dos partidos políticos mayoritarios quieren oír hablar de corrupción, si bien, guste o no, tal como afirma Rosa Díez de UPyD, continua siendo una pesadilla nacional. A la sombra de este deporte con multiples seguidores y muy extendido, continúan realizándose grandes y rentables negocios, algo que tiene que desaparecer si lo pretendido es que la ciudadanía respete como corresponde a políticos e instituciones. “Amiguitos del alma”, subvenciones descaradas y citas en gasolineras, tienen que desaparecer y cuanto antes mejor.
Aunque al parecer aún no ha sido imputado ni juzgado el todavía duque de Palma, en opinión de algunos, ya están engrasando la carretilla con la que le sacarán del museo de cera madrileño, primer paso hacia su ruina moral cada vez más próxima, sin tener que esperar a una sentencia judicial, dado que a estas alturas nadie cuestiona que Urdangarin se ha aprovechado para firmar sustanciosos contratos con diferentes Administraciones públicas y empresas privadas, y no precisamente por sus habilidades personales como gestor “sin ánimo de lucro”, sino simple y descaradamente por haber contraído matrimonio con una Infanta de España. Su presunto desvío de 20 millones de euros merece el ser juzgado cuanto antes, toda vez que, a pesar de las serias advertencias reales, continuó con su empecinado deseo, posiblemente ilícito, de asqueroso enriquecimiento.
Nadie creería años atrás que el ex duque de Lugo haría bueno al de Palma de Mallorca….Lo que son las cosas que quizá no terminen sólamente con ducados….