Después de 150 años aún sigue viva, en algunos círculos, la polémica sobre la vigencia de la teoría de Darwin sobre la evolución por selección natural. El profesor de investigación del CSIC Juan Moreno es experto en ecología evolutiva y defiende plenamente la validez de la teoría. Su dilatada carrera investigadora en el campo de la evolución del comportamiento animal le convierte en una voz especialmente autorizada para divulgar la brillante teoría de Darwin
En tu libro «Los retos actuales del darwinismo» comentas el rechazo que sigue provocando la teoría darwinista sobre la evolución por selección natural. ¿Por qué crees que existe ese rechazo, no sólo en los profanos sino también en parte del mundo académico?
Por la cantidad de prejuicios que ha rodeado la teoría desde que se propuso ya en el siglo XIX. Algunos interpretaron que era una propuesta en contra de los poderes fácticos, en contra de la iglesia, que era una propuesta progresista porque iba en contra de la religión establecida. Otros sectores del signo político opuesto lo veían sin embargo como una defensa de los privilegios de los pudientes, diciendo que éstos eran los más aptos. Tanto unos como otros sacaban conclusiones normativas de una teoría científica, intentaban extraer lecciones morales y políticas: como esto es lo que existe, esto es lo bueno y aplicado a la sociedad humana tiene estas consecuencias positivas.
En el siglo XX, algunos sectores lo utilizaron para proponer la supremacía de unos pueblos o unas razas sobre otros y a estas justificaciones de ideologías políticas conservadoras se las denominó erróneamente «darwinismo social», aunque Darwin nunca había sacado esas conclusiones de su teoría. Además, ya en el siglo XVIII el filósofo David Hume dejó muy claro que no se puede extraer de la observación de algo que existe una consecuencia sobre lo que debe existir, porque es un error lógico. Otros filósofos han resaltado posteriormente esta falacia.
Entonces, ¿Crees que una parte del rechazo puede atribuirse a que se ha interpretado como una teoría ideológica?
Todas esas personas que creyeron que la teoría de la evolución por selección natural era una teoría ideológica, política, no sólo se equivocaron, porque no lo era, sino que además intentaron sacar conclusiones normativas de una teoría puramente científica. Es curioso leer como los progresistas españoles apoyaban el darwinismo en el siglo XIX y como, posteriormente, cuando lo utilizaron algunos conservadores, esos mismos sectores progresistas se mostraron reacios a seguir apoyándolo. Toda esa losa de prejuicios es la que pesa sobre la teoría y la ha lastrado desde su origen.
Por eso, hay que dejar claro: es una teoría científica, no es una teoría política; no da ninguna lección sobre cómo deben funcionar las sociedades humanas y, además, es un error filosófico grave decir que porque ciertas cosas existen son como deben ser. Es como si de las afinidades químicas entre moléculas se sacasen conclusiones sobre su valor moral o normativo.
¿Qué papel han jugado las creencias religiosas en su desaprobación?
También hay un sector que la rechaza por su contenido materialista, porque prescinde de la necesidad de un creador y no acepta que todo haya sido diseñado por un poder supremo. Al explicar todo eso que antes se atribuía a un poder divino, de una forma natural, puramente materialista, sin contradecir las leyes de la ciencia, de la física y de la química básicamente, eso provoca el rechazo. Así hay dos tipos de rechazo, el de los que la critican porque creen erróneamente que es una teoría política de signo conservador y aquel de los que la rechazan porque atenta contra su religión.
Resulta curioso que en las críticas a Darwin coincidan sectores enfrentados ideológicamente, como la derecha creacionista y la izquierda marxista de la tabula rasa, que no admiten que los humanos sólo somos una especie animal más. ¿Es sólo una cuestión de cultura científica?
Hay sectores que critican la teoría porque interpretan que si se intenta estudiar desde el punto de vista evolutivo un comportamiento humano que puede tener connotaciones negativas, se está justificando. Este argumento erróneo está ampliamente difundido y cualquiera lo puede comprobar fácilmente. Pero éste no se aplica a otras ciencias como la astronomía: porque se estén estudiando los astros, no se está justificando el funcionamiento del sistema solar. Hay que dejar claro que no se está justificando nada por el hecho de estudiarlo. Además, algunas personas tienen miedo de que algunos comportamientos humanos por tener una base evolutiva no se vayan a poder modificar. Este es el miedo de sectores que propugnan reformas, cambios políticos, cambios en la sociedad, que piensan que si se dice que algo tiene una base biológica ello significa que no se va a poder cambiar. Ahí se cometen varios errores: con encontrar explicaciones evolutivas no se quiere decir que algo sea inamovible, porque como ya sabemos todo fenómeno biológico tiene una importante base genética y un fuerte componente ambiental, en el caso humano principalmente cultural. El comportamiento humano es el producto de la interacción de ambas cosas. La modificación cultural puede sin duda ayudar a reducir la expresión de conductas antisociales. Además, sabiendo que existen ciertas propensiones genéticas es más fácil contribuir a modificarlas. Es mejor conocer la base evolutiva del comportamiento humano para poder trabajar en su modificación si se considerara conveniente.
Además, los genes también estarán detrás de los comportamientos que admiramos …
Efectivamente, los genes no sólo están detrás de lo que nos desagrada en el comportamiento humano, sino que también están detrás de lo que consideramos positivo: el cuidado de los hijos, el cuidado de los familiares; sin duda también están detrás del ansia de justicia, de la generosidad y de la benevolencia que también existen en las sociedades humanas. La evolución explica tanto lo malo como lo bueno porque no existe contradicción lógica entre la ausencia de moral en los fenómenos naturales y la evolución de ciertos comportamientos con implicaciones morales en las sociedades humanas. Sólo a estos últimos se les pueden atribuir consideraciones éticas. Hay que explicar evolutivamente también los comportamientos moralmente admirables, no sólo los desagradables. Ahí están los modelos sobre evolución de la moral humana por selección natural de Boehm, de Hardy, de De Waal y de otros autores darwinistas; los modelos sobre coevolución genes-cultura, e incluso el propio modelo de Darwin sobre selección de grupo.
Debemos estar contentos de que exista también una base biológica de lo bueno en la conducta humana porque de ese modo es más difícil eliminarlo. Como decía el escritor Bruce Chatwin, si todo fuese moldeable como propugnan los partidarios de la tabula rasa, podría existir la posibilidad de que algún régimen político modificara radicalmente nuestra forma de ser y nos convirtiera a todos en racistas o criminales mediante lavado de cerebro. Es tranquilizador saber que tenemos una base biológica muy fuerte para ciertos comportamientos que admiramos. Ellos no son un producto exclusivo de la educación o de la religión como nos dicen, porque a nadie le tienen realmente que enseñar los comportamientos que son moralmente admirables, ya los niños con poca edad saben muy bien qué cosas están bien o están mal en sus relaciones con los demás. Tampoco las madres necesitan cursillos para aprender a querer a sus hijos. No necesitamos que nos digan continuamente las cosas que están moralmente bien o mal, porque la moral humana es natural e innata y la llevamos dentro como siempre han manifestado los mejores filósofos. Otra cosa es que dicha moral innata deba luchar continuamente contra otras pulsiones naturales de signo opuesto.
En un artículo señalas que la selección natural es una fuerza implacable imposible de eliminar, tanto como combatir el cambio climático con rogativas. ¿Hasta qué punto somos conscientes de que no podemos controlarlo todo?
La tecnología que nos ha llevado a dominar todos los ambientes del planeta y a modificar todos los ecosistemas nos ha conducido también a una cierta prepotencia, y esa prepotencia sustenta el antropocentrismo: la idea de que el mundo ha sido creado para nosotros. Esta idea es la base de todas las religiones monoteístas y de prácticamente todas las ideologías políticas, del signo que sean. El antropocentrismo y las conquistas tecnológicas nos han llevado a un triunfalismo, muy extendido, de que cualquier cosa es posible. Como decía sorprendido el biólogo Jacques Monod, algunos se plantean incluso luchar contra el segundo principio de la termodinámica. Se dice que no puede ser que el sol se vaya a enfriar en algún momento y que el sistema solar vaya a desaparecer, porque el ser humano tiene que triunfar por encima de todo y para siempre. Ahora dicen algunos que ya se arreglará el cambio climático porque el mundo ha sido creado para que triunfemos. Realmente no hace falta una religión monoteísta para plantear este triunfalismo elemental, porque en principio cualquier visión antropocéntrica acaba rechazando hasta las leyes de la física, ya que según dicha visión no puede ser que un universo creado para nosotros luego nos despida. La ciencia no ha apoyado nunca este antropocentrismo y lo ha ido arrinconando, pero siempre rebrota. Los movimientos anti-ciencia son expresión de estos brotes antropocéntricos.
¿De qué forma ha influido Darwin en la ecología del comportamiento?
La ecología del comportamiento está basada en parte en una disciplina anterior, la etología, que estaba más centrada en los mecanismos, en cómo se producían los comportamientos de forma directa. Posteriormente, a partir de los años 60 del siglo pasado, se recuperaron las ideas originales de Darwin en las que se hacía más hincapié en la función de los comportamientos, no en los mecanismos que los producían y en los estímulos que tanto gustaban a Niko Tinbergen, a Konrad Lorenz y a los antiguos etólogos. Se quería ver también cómo esos comportamientos contribuían a la aptitud de los organismos, a su éxito reproductor y a su supervivencia.
Esa es la visión de Darwin y la ecología del comportamiento es la heredera de la etología y de la teoría evolutiva de Darwin, y al fusionarlas ha surgido una disciplina que aborda tanto los mecanismos como la función, entendida ésta como la manera en que cualquier comportamiento contribuye a la reproducción y a la supervivencia de los organismos en su ambiente. Por otra parte, la ecología del comportamiento, en mayor medida que la etología, aunque utiliza estudios de laboratorio, sobre todo está basada en estudios de campo, porque quiere relacionar los comportamientos con el resultado en términos de aptitud en poblaciones naturales.
Ya Aristóteles, hace más de 2.000 años, tenía la idea de encontrar funciones a los comportamientos, él veía que todos los organismos funcionaban para conseguir algo, lo que él llamaba la causa final. Se pueden leer sus observaciones como buscando la función de esos comportamientos, su carácter adaptativo. Así, aunque es una disciplina moderna podemos ver vestigios de ella en el pasado, como en las obras de Aristóteles, que aparte de un gran filósofo fue también un gran naturalista.
¿Qué es la ecología evolutiva?
La ecología evolutiva es una disciplina un poco más amplia que no se centra sólo en el comportamiento, sino que aborda cualquier tipo de adaptación de los organismos: procesos demográficos, cuestiones fisiológicas, morfológicas, etc. La ecología evolutiva estudia cómo funcionan los organismos en su medio y engloba a todo tipo de organismos: bacterias, plantas, animales…, teniendo en cuenta que son producto de un proceso evolutivo. Como decía el biólogo evolutivo Ernst Mayr, es la historia natural consciente de sí misma.
Tú eres ornitólogo con una amplia trayectoria en ecología evolutiva. Empezaste estudiando la alimentación, más concretamente la optimización alimentaria, y ahora investigas sobre la selección sexual ¿podrías explicarnos que te ha llevado a profundizar en temas tan diferentes?
Yo siempre he trabajado con las aves. Al principio empecé con cuestiones de alimentación, interesándome en cómo buscaban el alimento y optimizaban su recogida para obtener el máximo rendimiento energético. Después estudié la interferencia entre especies en sus nichos ecológicos, la competencia interespecífica. De ahí pasé a la reproducción, trabajé intensamente en las historias de vida o estrategias vitales, en averiguar cómo los animales distribuyen los recursos para reproducirse e intentar sobrevivir para reproducirse otra vez. Esto es el resultado de la adaptación al ambiente y se basa en el hecho de que la reproducción es costosa: los organismos tienen la opción de dedicar todos los recursos disponibles a reproducirse, o ser más prudentes y destinar parte de los recursos para sobrevivir y así poder reproducirse en el futuro. Estos compromisos entre mantenimiento del organismo y reproducción se basan en la interacción con el medio que afecta a las opciones futuras de reproducción. Este tipo de compromisos evolutivos de cómo invertir los recursos disponibles es la base de la teoría evolutiva sobre patrones demográficos y el concepto clave son los costes de la reproducción. Si hay mejores opciones futuras por menores riesgos impuestos por el ambiente, la reproducción se hace menos intensa.
En este contexto me han interesado las implicaciones del esfuerzo de los adultos reproductores en términos de inmunodeficiencia, es decir cómo su gasto energético acababa repercutiendo en su respuesta inmunitaria, que es la mejor defensa que tienen frente a los agentes infecciosos que están presentes en todos los ambientes. De ahí he pasado a estudiar los parásitos que tienen estas aves, tanto artrópodos hematófagos como parásitos internos junto con Santiago Merino, otro investigador del MNCN. He estudiado también las adaptaciones a la reproducción en grandes colonias en pingÁ¼inos antárticos.
Actualmente investigas la selección sexual …
Sí, ahora estoy trabajando principalmente en la selección sexual, es decir en la señalización, primero estudiando nuevas formas de señalizar en las aves no sólo la calidad de la pareja con ornamentos externos o con el canto, sino buscando otras formas en relación por ejemplo con la construcción del nido, es decir con cómo hacer nidos más o menos elaborados. También me ha llamado la atención el color de los huevos de algunas aves que eran muy llamativos -azul turquesa-, parecían joyas recién puestos. El pigmento en el que se basaban estos colores azulverdosos es un antioxidante, la biliverdina, un producto de la degradación de la sangre. Se me ocurrió que podría ser una señal de las hembras hacia los machos de su capacidad antioxidante, aunque hay autores que opinan que las aves no tienen esa capacidad tan fina para discriminar el color. Lo que he comprobado es que los animales tienen muchas formas de señalizar su condición y sus capacidades heredables a posibles parejas y a otros individuos con los que interactúan socialmente, incluso a individuos de otras especies como parásitos, depredadores o competidores.
¿Qué relación tienen la señalización en las aves con el estrés oxidativo?
Los radicales libres que se producen en el metabolismo celular y que van dañando las células, producen envejecimiento y son la causa de muchas enfermedades en todos los animales. Estoy estudiando la relación entre el estrés oxidativo y la melanina, un pigmento que produce los colores marrones y negros. También he trabajado con las interacciones con bacterias, estudiando las adaptaciones de las aves para impedir que las bacterias invadan los huevos y maten a los embriones. Las bacterias también degradan el plumaje, y hemos propuesto que alguna de esas bandas blancas de las plumas, que pueden verse claramente al desplegar las alas, podrían indicar que la estructura de la pluma es más resistente a las bacterias. Podrían ser señales honestas que indican que el individuo ha desarrollado unas plumas suficientemente resistentes, y que por tanto pueden desmelanizarlas en una banda más o menos amplia, ya que la melanina protege a las plumas de la degradación bacteriana. El daño oxidativo como producto inevitable del metabolismo aerobio puede afectar a la capacidad de los animales para sobrevivir y reproducirse y puede estar detrás de muchas señales de calidad. Es un tema nuevo con un gran potencial explicativo no solo en medicina sino también en ecología. Todos estos estudios vienen de una línea de trabajo con la que llevo más de tres décadas, que está basada en investigar el contexto ecológico y social en el que se reproducen las aves.
Para acabar ¿qué lecciones futuras podemos extraer de la teoría evolutiva?
Hay que decir claramente que la mente humana no es una tabula rasa, lo cual no quiere decir que no se puedan modificar las manifestaciones menos agradables del comportamiento humano. Sin entender nuestra evolución es muy difícil que nos entendamos a nosotros mismos, una clara lección para las ciencias humanas. También hay que enfatizar que es una teoría científica que ha permitido explicar muchas manifestaciones de la vida y que rechazarla por cuestiones religiosas puede llevarnos a serios problemas en el futuro. Si no tenemos en cuenta cómo funciona la evolución, podemos pensar que somos capaces de solucionar una serie de problemas que estamos creando. Pero hay que tener presente, que al modificar los ambientes estamos induciendo unas presiones selectivas enormes sobre el resto de los organismos, y cuanta más presión ejercemos en el ambiente más selección estamos determinando. Aunque estamos llevando a la extinción a miles de especies, difícilmente vamos a conseguir que el planeta se convierta en una granja industrial con la presencia exclusiva de organismos que comparten nuestros intereses.
Siempre habrá organismos que se adapten a nosotros y utilicen los recursos que nosotros queremos monopolizar; por ejemplo, bacterias resistentes, hongos resistentes, plagas agrícolas, etc. Además, estamos creando un mundo de ecosistemas enormemente simplificados en el que la posibilidad de que aparezcan superpatógenos y superplagas es cada vez más elevada. Con la extinción de tantas especies nos estamos cerrando posibles salidas continuamente sin darnos cuenta. El que crea que podemos controlar completamente el mundo de los microorganismos está equivocado, y eso es porque no tenemos en cuenta el mecanismo de la evolución, la selección natural, que es un proceso que sólo está seleccionando lo más eficaz, lo más eficaz en dejar descendencia, y eso ocurre así hagamos lo que hagamos. Por otra parte, con la ingeniería genética estamos introduciendo variación sobre la que trabajará inevitablemente la evolución. La selección no va a dejar de actuar, sino que estamos introduciendo nuevas variantes sobre las que trabajará este proceso sin tener en cuenta necesariamente nuestros intereses. La selección natural es un simple algoritmo, no tiene intención ni objetivo alguno y funcionará sobre nosotros y el resto de los organismos de forma difícil de predecir. El estudio de los procesos evolutivos es imprescindible para entender cómo funciona realmente el mundo en que vivimos.
Fuente: www.mncn.csic.es