Sociopolítica

De la Grecia antigua a la política de ahora, un repaso histórico

Esta vez y para variar la portada la ocupa la Grecia antigua, es decir, un poquito de historia alejada de la cuestión de los ‘eurobonos’ o la política fiscal europea tan repetida y cansina que llevo contando desde el inicio de este sitio. Sin embargo, voy a seguir atendiendo a la política como el arte de la convivencia y no voy a conceder por esta ocasión un lugar al arte que todos conocemos, quizás este no es sitio ni el lugar.

Todos sabemos o habremos oído que la democracia es originaria de la antigua Grecia aunque el término actual de democracia ha de ponerse entre comillas porque no estaba de la misma forma consensuada como la nuestra y también hay que poner de manifiesto la, para bien o para mal, realidad de la Grecia antigua entre guerras, ciudades-estado independientes con gobiernos diferentes y los continuos cambios en el mismo donde lo más habitual era el tyrannos o la oligarquía y lo más inusual la democracia. Si es cierto que, el concepto de tirano no poseía las connotaciones actuales, ya no por su habitualidad en los gobiernos sino por su propia naturaleza; en efecto, era un dictador pero muchos de ellos grandes gobernantes que, dadas las condiciones y los tiempos a lo que me remonto eran digno de reconocimiento hasta por derechos, en el sentido actual de la palabra.

Pero sin desviarme del tema, la democracia comenzó en Atenas, donde ahora se sitúa el dinamitador y «dictatorial» gobierno de Papademos y antes el de Yorgos Papandreu. Efectivamente el desarrollo de la democracia tuvo inicio en la polis griega de Atenas, en momentos de gran esplendor por el incipiente comercio con el resto de poleis, colonias y otras civilizaciones como la egipcia entre los siglos VIII a.c. y el siglo III a.c. He escogido entre corchetes un espacio de tiempo amplio porque ceñirse al puramente democrático sería como describir miles de años después una legislatura de la actualidad. Las raíces, sin embargo, proviene de más lejos, desde la llamada «época oscura» de los siglos anteriores comandada por las oligarquías, los sistemas aristocráticos, la nulidad de derechos para las grandes mayorías con esclavitud incluida, la escasez de ideas con perdón de Homero (s. IX a.c.) y otros escasos ilustres.

Adentrándonos en el sistema ateniense empezamos en 621 a.c cuando Dracón escribe el primer cógido de leyes en Atenas, código extremadamente duro y donde, por ejemplo, los deudores insolventes abandonaban sus derechos y se convertían en esclavos, asimismo, cualquier hurto (ya no robo) se castigaba con la muerte y, como él mismo gobernante decía, «porque no hay castigo más duro». El gobierno estaba en manos de unos pocos aristócratas y del tirano Dracón pero, por suerte para los habitantes de la polis, de esa aristocracia surgió para dirigir la ciudad Solón, ya por el 594 a.c. Solón cambió toda la concepción de la política hasta entonces, si bien no era propiamente dicho un demócrata, si dio pasos muy importantes aparte de la única destacable aportación real de su predecesor, las leyes escritas. Solón creó una asamblea popular donde podía acudir los ciudadanos no nobles ya que las magistraturas tendían a ser conservadoras en sus decisiones, impulsadas por la posición de sus propios miembros aristócratas. Al comienzo de gobierno anuló todas las deudas para empezar de cero y modificó el código «penal» de Dracón condenando a muerte solo a los asesinos e impidiendo perder los derechos y la ciudadanía por no devolver una deuda. La sociedad de Solón se considera timócrata, donde el derecho político emana de la propiedad y la riqueza. Así, se formaron cuatro clases sociales con sus órganos jurídicos y políticos dejando una «suedodemocracia estratificada».

Después de Solón, fue Pisístrato quién cogió el testigo pero esta vez como tirano, si bien se le recuerda como un tirano bueno y amable. Respetó gran parte de la legislación de Solón en lo referente a la ciudadanía, comandó los ejércitos como polemarca ateniense expandiendo su poder por todas las áreas circundantes y mantuvo, al mismo tiempo a raya a sus enemigos más próximos en Megara. Impulso el comercio y la industria (artesanía, herrería y manufactura en la época) y reunió a grandes sabios y otras personalidades de la época. Sus hijos Hipias e Hiparco, a su muerte intentaron proseguir con la tiranía al estilo de su padre aunque las guerras y tensiones exteriores con Megara y Esparta de la mano Cleómenes I, quién, a cambio de dejar el sitio a la polis se llevo al exilio a Hipias dando lugar y paso a la democracia posterior de Clístenes, no sin antes haber dejado tiempos duros donde la ciudadanía, en el marco de sus derechos se resintió.

Por fin la democracia llega con Clístenes en 510 a.c. con la marcha de Hipatias y con campo libre sin acoso de los espartanos. Clísteles eliminó los privilegios por nacimiento -aristocracia- y por riqueza -timocracia de Solón- e igualó a todos los ciudadanos a la ley (sin embargo, no eliminó la esclavitud, que estaba bien aceptada). Dividió en 10 tribus la ciudad y 3 regiones para que en sus órganos institucionales locales no hubiera interferencias de intereses zonales o por afinidades. Situó las instituciones solónicas con renovadas energías y más fuerza desde «abajo» (los menos poderosos). Mantenía una bulé de 500 hombres a cargo de revisar las leyes, 9 arcontes elegidos por aristócratas para gobernar y el aerópago (el consejo antiguo y «tribunal de justicia superior»). Se encomendó impedir regresar a las tiranías con el castigo por oprobio y así defender la democracia pero, como todo, tuvo sus errores prácticos, más bien, los «políticos» de las asambleas necesitaban mucho tiempo para informarse, (en esa época no existía ni teléfono ni internet y tampoco transportes rápidos) por lo que, el político era profesional y cobraba un salario por ello con lo que, la burocracia y el Estado en su conjunto comía mucho de todos los impuestos, es decir, del trabajo del resto y los intereses defendidos en las asambleas y consejos o magistraturas indefectiblemente se adecuaban a los intereses de los políticos como si fueran independientes del resto. Los incentivos para mejorar se recortaban a los intereses de las clases políticas y aristocráticas bien representadas; las clases trabajadoras quedaban al final en desamparo aunque los políticos de este grupo iban rotando. Los conflictos de intereses y los problemas derivados de la carestía del mantenimiento del sistema de Estado acabaron con el primer atisbo de democracia en la historia.

¿Qué tiene en común con los tiempos actuales? Esta claro que la democracia o el gobierno del pueblo es ocasional y se da cuando las condiciones son propias en el resto de las facetas de las sociedades como es la economía, la paz y la inexistencia de ideologías enfrentadas (debe haber suficiente consenso mínimo). Hoy día decaemos por ver imposibles las utopías y sufrimos del desgaste del sistema, maniatado por intereses legales con intereses opuesto a las mayorías. La falta de conciencia de la democracia o de sus ventajas para el pueblo, con el desprestigio de la política, dejando de ser la vía conductora de la voluntad popular y habiendo cedido esas prebendas a la economía, la situación retorna a análogos de la antigÁ¼edad griega donde puede haber oligarcas como los altos líderes europeos de Francia y Alemania, con élites aristocráticas de grandes empresarios y financieros y todos ocultos bajo legislaciones opacas a una realidad no tan distante de esos sistemas que rigieron sociedad miles de años atrás.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.