El Sur se mueve cansado de morirse. De la patera al cayuco, naufragando en los mares y ahogándose, o caminando cientos de kilómetros, saltando vallas y muros, el hijo del Sur intenta espantar para sí y los suyos los fantasmas creados por los explotadores propios y los ajenos: hambre, guerra, enfermedad.
Ya descubrieron que el Planeta Tierra no se creó para el neoliberalismo y sus multinacionales, sino para que todos pudiéramos vivir sobre él. Los gobiernos locales intentan abrirles las puertas de salida y sacudírselos, pero no es la solución. Tampoco lo es legislar contra los inmigrantes, ni encerrarlos durante meses en lugares semejantes a prisiones antes de ser repatriados. Ni las ONGS. ni las repatriaciones solucionan el problema, porque eso es como intentar contener un torrente con canicas.
El ejemplo de lo que está sucediendo en el norte de África puede cundir, porque la gente se está hartando de ser pobre y morir prematuramente. Hasta Europa ya se empieza a saber qué es la pobreza y se dan las primeras muestras de un despertar colectivo del sueño de la falsa abundancia. Lo significativo de este nuevo despertar de la conciencia, es que tiende a ser mundial, de carácter pacífico y no adscrito a partidos tradicionales de una llamada izquierda que se volvió domesticada, cuando no inoperante y siempre dividida en grupitos.
Hoy día, a diferencia de épocas pasadas en que se predicaba la revolución violenta y la sumisión a comités centrales, la mayoría de los pueblos no desean conseguir la justicia por medio de la violencia,- a no ser que haya fanatismo por medio- sino mediante el diálogo sustentado en otra clase de fuerza: la fuerza que producen unidos los sentimientos de unidad, fraternidad, igualdad y justicia para conseguir el bien común sin dirigentes incuestionables.
Entre tanto, guerras, migraciones forzadas y cambio climático, unidas a otras como el verse expulsadas de las tierras de sus antepasados comunidades enteras por la voracidad capitalista y caciquil, producen miserias infinitas y empujan a las poblaciones a salir de sus aldeas y países. El causante directo o indirecto es siempre el capitalismo egoísta e injusto de las cuatrocientas o quinientas familias que dirigen este Planeta. ¿Habrase visto mayor egoísmo, mayor insensibilidad, mayor organización criminal mundial?
¿Cabe alguna solución?… Si nos dejamos llevar por el pesimismo, es fácil contestar a eso. Si somos posibilistas podemos pensar que sólo una red bien estructurada de inversiones por parte de la comunidad internacional , una red financiera mundial controlada por los pueblos y no por políticos al servicio de los bancos, puede crear puestos de trabajo, remodelar la agricultura, aumentar los regadíos, crear industrias y escuelas de formación profesional y de formación básica, y ayudar a cambiar radicalmente las condiciones de vida a todos los niveles, incluidos quienes viven en los submundos de este mundo. Pero no para volver atrás, sino para respetar la Tierra y la vida de todas sus especies sabiendo tres cosas fundamentales: que todos tenemos los mismos derechos y que debemos eliminar el despilfarro de cualquier tipo porque los recursos de nuestro Planeta son limitados y la población no cesa de crecer. Así que hay que tender a bajar nuestras expectativas de consumo. Hoy, lo que le sobre en demasía a unos le falta a otros.
Todas estas soluciones, que serían justas, chocan frontalmente contra el Sistema en todos sus aspectos. Por desgracia, la justicia es un sentimiento que, como todos, no se puede imponer; brota de un modo natural en las almas nobles, o surge como consecuencia de un trabajo espiritual unida a otros sentimientos y aspiraciones como libertad, fraternidad, igualdad o unidad. Por eso la clave es ennoblecerse cada uno para conseguir unirnos y vivir todos en un mundo justo, igualitario, libre y fraternal. Esta es la tarea social pendiente a nivel mundial. Ahora bien, el mencionado cambio de conciencia de cada uno es lo único que puede conducir a ese cambio social que precisamos .Un cambio que cuando se produzca, y así está profetizado por Cristo, dará lugar a Su Reino de Paz.
Ya está bien de matarnos entre nosotros y cargarnos de un karma de sufrimiento infinito, pues todo aquel que mata será muerto en esta o en otra vida- pues el causante de algo se convierte en receptor de lo mismo por la ley de causa y efecto- para que comprenda el daño que causó, pida perdón, rectifique y aprenda. El quinto de los Mandamientos de la ley divina nos previene: No deberás matar, ni desear los bienes ajenos. Y no tiene letra pequeña.
La paz, pues, más que una cuestión de tiempo, depende del despertar de la conciencia. Los plazos, los tiempos, los pone cada uno, pero llegará el día en que entre todos pondremos en hora el reloj del futuro de la humanidad y habrá sonado la hora de una nueva Era: la Era de la Conciencia.