La mendicidad ha existido desde que existen núcleos habitados para sostenerla, puesto que el mendigo vive de lo que los demás producen, por tanto es un parásito social y una enfermedad crónica, que por lo visto no es fácil eliminar; y a la vista está que en épocas de abundancias máximas, los mendigos y pedigÁ¼eños pululan cada vez más, ya organizados y viajando en caravanas automovilísticas y con casas portátiles, como hacen un tipo de turistas con las posibilidades económicas que se lo permiten.
Además llevan los atrezzos para caracterizarse como mendigos, puesto que lo que hacen en mayoría es eso; representar su papel teatral aparentando la tragedia humana, para enternecer a los incautos (que deben ser multitud) y obtenerles el dinero para ellos vivir bien y sin dar golpe con el esfuerzo que les representaría un trabajo regular y sometido a disciplinas que no aceptarían jamás, puesto que muchos o la mayoría, desde que nacen son educados para esa profesión que se transmiten como una más. Por ello piense y piénselo bien antes de dar una limosna, está manteniendo a un parásito y el que lo seguirá siendo, puesto que de ello vive.
Los clásicos del denominado siglo de oro español, ya nos hablan de que existían en las ciudades españolas verdaderas bandas locales, que se apropiaban de las escalinatas o entradas de los templos y las que defendían con toda la violencia de que eran capaces, incluso luchaban entre ellos, por los peldaños más estratégicamente situados para abordar a los que visitando las iglesias, iban a confesar sus pesares y tras las oraciones, su alma se ablandaba y soltaban la limosna generosa en espera de que Dios se lo tuviese en cuenta.
Se llegaba hasta la mutilación, aparte del fingimiento más lastimoso, para con ello ablandar “la bolsa” de aquellos temerosos de Dios y “sus infiernos”. Hoy todo ello sigue de igual o parecida forma y se sabe.
Recuerdo cuando yo niño, que en muchas de las ciudades españolas y desde mucho antes, había a las entradas de las mismas, carteles de buen tamaño y similares a los que de porcelana, señalaban los nombres de calles y plazas, que avisaban de que estaba prohibida la mendicidad; por lo que cualquier mendigo o pedigÁ¼eño, era detenido por la policía municipal, llevado al cuartelillo y luego expulsado del municipio, salvo pena de cosas peores y más contundentes… aquello debía dar resultado, puesto que mendigos callejeros y pese a las épocas de penurias vividas, apenas se veían… hoy en España son plaga. Hoy las autoridades ni se preocupan de esta ya gran plaga.
Y son plaga en España, no sé lo que ocurrirá en otros países europeos “del euro”; pero como no me llegan noticias y hoy se publica todo lo que resalta; deduzco que los tienen que tener mucho más controlados que aquí hacen los que dicen gobernar España y sus municipios.
Aquí y por una permisividad incomprensible, se nos han llenado todas las zonas habitadas y también las menos habitadas, no sólo de mendigos y pedigÁ¼eños profesionales, sino igualmente de todo tipo de delincuencia extranjera, que aquí encuentran unos paraísos muy rentables para ellos, puesto que y principalmente, aquí se nos han descolgado todos estos desechos sociales de la parte de la Europa pobre (hasta hace poco comunista: Rumanía y Bulgaria… dicen que principalmente) los que perfectamente organizados en clanes o bandas, campan por sus respetos y se extienden como algo indeseable por la mayor parte de la geografía española.
Leí hace ya quizá más de diez años, que un alcalde de una población catalana, se los quitaba de encima, de una forma ingeniosa y eficaz puesto que, cómo muchos de estos justifican su mendicidad por la falta de trabajo; el tal alcalde, dispuso de un presupuesto para realizar obras de “pico y pala”, para lo que siempre tenía un tajo abierto. Avistado el “sin trabajo”, simplemente se le llevaba al tajo, se le daba un pico y una pala y se le marcaba el trabajo a realizar, asegurándole el jornal real y marcado por las leyes del trabajo… muchos es que ni terminaban la media jornada y todos al día siguiente habían desaparecido el pueblo; puesto que queda claro que esa plaga no quiere trabajar, lo que quiere es vivir a su aire y de esa profesión que ellos han elegido o adoptado por los motivos que sean.
La mejor forma de eliminarla sería no dándoles limosna alguna (que yo practico) y que considero es lo más apropiado; y así, al faltarles “la clientela”, tendrían que irse a otros lugares o empezar a pensar que nos se debe vivir de la limosna desde que se nace hasta que se muere, como en gran cantidad esa plaga viene haciendo desde ni se sabe el tiempo y las generaciones que de ello han vivido.
En cuanto a los delincuentes; leyes necesarias para que esa otra plaga se reduzca a los mínimos posibles si no es posible erradicarla totalmente; pero al ser humano y esto es lo esencial, hay que enseñarle desde niño que la vida es trabajo y responsabilidad y al propio tiempo inculcarles que vivir como parásitos es algo tan deleznable que no cabe asumirlo por nadie y por mínima dignidad que tenga.
En España existió una ley para vagos y maleantes, que instauró la II República y la continuó la dictadura de Franco, quizá fuera bueno el rescatarla, revisarla y aplicarla, añadiéndole lo del “pico y pala” de aquel inteligente alcalde catalán.