Ya estamos de lleno con las presentaciones de las candidaturas y programas electorales para las próximas elecciones. Todos los partidos concurrentes manifestarán que su programa está para cumplirlo pero uno tiene la impresión de que objetivo principal es hacer un ejemplar bonito, largo, con mucho color (especialmente azules, rojos, verdes y rosas) con una gran imagen de marketing que pueda arañar algún voto derivado de aquellos ciudadanos que tenemos la osadía de leerlos.
Son varias las coincidencias entre la variedad: ninguno de los programas que he consultado por ahora, hace balance, pide disculpas por lo no realizado y ni tan siquiera recuerda al respecto que no se han abierto edificios, que no se han mejorado servicios, que no se acertó en política social o económica, etcétera. Eso no va con ellos. Solo piensan que es tiempo de mirar hacia delante, pensar en todos los proyectos incumplidos sería de necios, deben vender que redoblando esfuerzos para que los nuevos propósitos de hoy mañana sean una realidad. Este año la gran novedad radica en que mayoritariamente se han puesto de acuerdo para manifestar que los ciudadanos han contribuido en la elaboración del programa electoral y por lo tanto que están elaborados por y para los ciudadanos del ámbito en que presentan sus candidaturas. En los municipios se puede observar como todos se declaran desnuclearizados, hay que aprovecharse del efecto Fukushima. Otras como las políticas de vivienda, criticar al que ostentó el poder y demostrar como un político no confía en otro político, porque dos perros no comparten un hueso, entonces todo lo que haga otro está, por definición, mal y seguir mirando al propio ombligo, son las de siempre, no hay cambios sustanciales a la vista. Otras se incrementan, como ejemplo están las listas formadas por personas imputadas por corrupción.
Las cuestiones invisibles de todo programa electoral actualmente en nuestro país, como puede ser el aumento de un 67% de los cargos designados a dedo como en la legislatura que concluye las tendremos que imaginar.
En mi opinión, razones para dudar tenemos y la desconfianza nunca es problema de un solo lado, es del que duda, pero también del que no genera certeza.
A los demócratas tan sólo nos queda esperar que los sucesores en el gobierno tanto autonómicos como municipales, que no parecen estar resolviendo los principales problemas económicos y sociales, nos liberen de la sensación de desencanto y próximamente tengamos fuerza suficiente y confianza para poder leer y creer los programas electorales como correspondería en una democracia moderna.