“Empieza el día con una sonrisa”, nos decían hasta hace muy poco los anuncios de Donuts. Pero en las fábricas de Panrico ya no se reparten sonrisas. De un tiempo para acá, la vida de la plantilla se ha convertido en una ruleta rusa. Ahora en manos de unos, después en manos de otros. La usura, que no conoce límites, ha sido la sentencia de muerte de la compañía y los derechos de sus trabajadores, como nos repiten, el “sacrificio necesario”.
Lo que era una empresa familiar líder en la producción de bollería industrial se convirtió en un negocio en bancarrota. Panrico fue fundada en 1962 por el empresario Andreu Costafreda y los Donuts se alzaron muy pronto como su producto estrella, seguidos, a posteriori, por los tan recordados Bollycao.
A finales de los 70, la empresa consolidaba su expansión en el Estado español, a mediados de los 80 abría fabrica en Portugal y en los 90 en Pekín. Su crecimiento parecía no tener límites. A la muerte de su fundador, en 1998, se escribía en los periódicos: “Panrico Donuts se ha convertido en una de las empresas de alimentación más importantes de España con una facturación del orden de 70.000 millones de pesetas, 22 plantas productivas y una plantilla de 7.000 trabajadores”. ¡Qué tiempos aquellos!
Las entidades financieras no dejaron pasar la oportunidad. Y, en 2001, La Caixa y el Banco de Sabadell entraron a formar parte su accionariado, adquiriendo un 30 y un 5% respectivamente. Los préstamos para que la compañía pudiera seguir creciendo estaban, así, garantizados. Panrico, en poco tiempo, entraba en el mercado de los productos congelados, de pan y bollería. Cubría, de este modo, nuevos mercados.
Pero, en 2005, la empresa cambió totalmente de manos. El 100% de sus acciones fueron adquiridas por la firma de capital riesgo Apax Partners, una compañía dedicada a la compra y venta de empresas en todo el mundo, lucrándose con la revalorización de su accionariado. Apax Partners pagó muy alto la adquisición de Panrico: 900 millones de euros, por encima de los 600-700 millones en que estaba valorada. El objetivo: trocear la multinacional, vender sus activos, obtener dinero rápido, recuperar la inversión y posicionar la compañía en lo alto de su cuota de mercado para venderla de nuevo y conseguir más beneficio. VoilÁ .
En 2011, la empresa se traspasaba nuevamente. Esta vez al fondo buitre de inversión Oaktree, especializado en “reflotar” empresas en quiebra, y, de paso, hacer negocio con las mismas. En su curriculum cuenta con el 24% del accionariado de Campofrío y ahora se plantea invertir en Pescanova. La ruleta sigue girando. Y la historia es de sobras conocida. Más dinero para una minoría (el propietario), menos derechos para una mayoría (los trabajadores).
En Panrico lo último que importa son los derechos de su plantilla. Chantaje tras chantaje, la situación es insostenible. Ahora, Oaktree impone: 1.914 despidos, casi la mitad del personal, y una reducción del salario de entre el 35 y el 45%, a la que la línea de producción suma recortes anteriores. La fábrica de Santa Perpetua de Mogoda está en pie de guerra y en huelga indefinida desde el domingo, a pesar de las amenazas de Oaktree de liquidar la fábrica si continúan en su empeño.
Hemos pasado, como algunos dicen, del Panrico al Panpobre.