En más de una oportunidad, me encontré con personas con una cierta percepción respecto de la vida relacionable con Dios. El centro principal de esta percepción radica en la imposibilidad de acercase a Dios por sentirse en una condición impura, debido a conductas o hábitos poco nobles o pecaminosos. Creo que son muchos los que se sienten intimidados por esta manera de pensar.
Como primera medida reconocen en sus vidas conductas erradas, o no agradables ante Dios, muchas de estas son hábitos que la conciencia les indica que no son correctos, intentando querer hacer el bien pero finalmente sentirse frustrados al no poder, impulsados por sus malos hábitos, convirtiendo a estas conductas en manipuladoras personales que los inducen a estas acciones negativas.
Como segunda medida, estas equivocadas conductas producen un efecto letal, el sentimiento de impureza los inunda, que luego refuerza el pensamiento de no ser aptos para acercarse a Dios, y es aquí donde quisiera detenerme.
Es que por estas acciones se van acumulando en nuestro interior, por la propia naturaleza humana un estado de impureza que se acrecienta cada vez más.
He escuchado varios discursos donde las personas descartaban un acercamiento a Dios por dicha condición, inclusive en su agenda futurista esta quizás poder realizar este acercamiento, pero recién cuando sus comportamientos sean mas nobles, fuertemente influenciados por la idea que Dios no podría recibirlos por su actual estado, es ahí donde pareciera que sus acciones desordenadas o hábitos impuros se convierten en un elemento de autoflagelación. A lo que me quiero referir es que piensan y lamentan que por el estado de vida desordenada se hace imposible ser aceptado por un Dios tan puro, reconociendo sus errores, lamentando sus acciones, pero al mismo tiempo haciendo de ellos la herramienta abortiva que les permita un vínculo con Dios.
Soy muy pecador para buscar a Dios.
Estoy muy alejado para ser oído por El.
Dios no puede aceptarme tal cual estoy.
Por todas mis acciones sería solo castigado por Dios.
Estas son algunas expresiones profesadas en este sentido, haciendo de ellas un pensamiento de autoflagelación espiritual, lamentándose que por esa realidad se haga imposible el vínculo con Dios.
En contraposición con estas definiciones veamos que piensa Dios al respecto.
Dijo Jesús:
«Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio.
Porque yo no he venido para llamar a justos, sino a pecadores.»
Que interesante me resulta saber, que cuando Jesús estuvo en esta tierra, las personas que a menudo frecuentaban con el eran, prostitutas, ladrones, cobradores de impuestos corruptos, entre otros.
Como ya comente en otro articulo, El era fuertemente criticado por las autoridades eclesiásticas de la época por querer estar cerca de ellos con su mensaje transformador. Primero los amó, después los perdonó y luego cambió sus vidas de manera rotunda.
Como cualquier otro cristiano, tengo en mi haber muchos aciertos y batallas ganadas, pero también algunas derrotas y equivocaciones, pero cada vez que me toco transitar por el camino del error, hubo algo que me motivo como ninguna otra cosa a volver a buscar a Dios, y es, el saber que El me ama por lo que soy y no por lo que hago, y que esa condición de amor es absolutamente inalterable, encontrando en Jesús una fuente de perdón, restauración y nueva vida.
Jesús tiene un mensaje que excede cualquier credo, raza o religión.
Si te sientes sucio, impuro, enfermo espiritualmente, o no apto, definitivamente el mensaje de Jesús es para ti.
Autor: Fabio Miguel Pereyra
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